¿Existen los alimentos afrodisiacos?

 

Muchas felicidades a los Valentín, Valentino y a las Valentina, y muy en especial a todas aquellas personas que estén enamoradas y aprovechen este día para demostrárselo. Desde mi experiencia personal he de reconocer que aunque este día esté bien, merece más la pena dedicarle a ése enamoramiento una media constante mayor, que hacer concretas exaltaciones en días señalados como el actual.

Bueno, en días tan especiales como el presente es probable que muchos de ustedes quieran celebrar la festividad con una noche cuajada de gula y lujuria, y que para ello hayan pensado en sacar partido de un elemento como predisponente para el siguiente (sea en el orden que sea, ya que mi amigo Jesús sostiene que a él, “el comer le da hambre”, en cualquiera de los dos sentidos). Dicho de otra forma: ¿Existen los alimentos afrodisiacos, se puede aumentar la probabilidad de contacto carnal con el uso de determinados alimentos?

Antes de meternos de lleno con este tema, merece la pena tener en cuenta uno de los comentarios de este blog, en el que JC sostenía que es fácil, en cuestiones de nutrición, encontrar resultados de estudios científicos en un sentido y también, al mismo tiempo, en el contrario. Dándole toda la razón, maticé que dada esta “problemática” se hace imprescindible acoger con más garantías aquellos estudios que aportan una mayor evidencia científica. Así, frente a artículos discretos con escasa evidencia sobre un resultado, también se pueden encontrar otros artículos con estudios mejor diseñados, con más muestra y con menos conflictos de intereses. ¿Con cuál o cuáles nos quedaremos para aumentar la probabilidad de no confundirnos? Sin duda alguna con los que observan el resultado más nítido, menos desenfocado, desde más cerca, es decir, con los que aportan más evidencia científica. Esta cuestión, será tema para una entrada específica cualquier día de estos… o varias, me temo.

Antes de continuar con la entrada de hoy conviene atender a una definición libre, pero más a menos aceptada de qué se supone que es un alimento afrodisiaco. Se trataría en este caso de cualquier alimento con capacidad de despertar el instinto sexual, inducir al contacto carnal y/o que aumenta el placer o el rendimiento sexual.

¿Existen a la luz de esta definición los alimentos afrodisiacos? La verdad es que hay mucha literatura al respecto, pero mucha de ella está enmarcada en la ciencia basura o mala ciencia más directamente. Hay mucha creencia, mucha fe, anclada en prácticas y costumbres de siglos atrás, de culturas “milenarias”, mucha “ciencia onírica”, pero de la buena hay verdaderamente poco (pero suficiente), y lo que hay de esa, me temo, que no les va a entusiasmar demasiado. Pero vayamos por partes.

Una búsqueda de artículos científicos de cierta calidad relacionados con el tema de alimentación afrodisiaca, o alimentos afrodisiacos o nutrientes afrodisiacos o aumento del deseo sexual y alimentos, en ensayos clínicos, ensayos clínicos aleatorizados, revisiones y meta-análisis en humanos arroja pocos resultados (busco sólo en humanos porque considero que las expectativas de zoofilia este San Valentín no serán demasiado elevadas). La mayor parte de ellos aluden al tratamiento de la disfunción eréctil, algo que en principio (en principio, subrayo) no interesa demasiado para este artículo.

En resumen, no existen artículos con suficiente calidad que hable de las probadas propiedades de las ostras, de las fresas, de los higos, de los espárragos, de la trufa, de la vainilla, del chocolate… o del alimento que ustedes consideren como alimentos afrodisiacos. Lo único que he encontrado con suficiente enjundia son estos dos artículos:

El primero, una revisión de 2011 que analizó el efecto afrodisiaco de distintas hierbas “naturales” para tomar en infusión con pretendido poder afrodisiaco, pero que al final se centraba en especial en la disfunción eréctil y su tratamiento. Es decir, no alimentos como tal y, por tanto, poco adecuado para una cena romántica con expectativas; imagínense: “Cariño, hoy que es San Valentín, te voy a invitar a cenar unas tisanas magníficas”. Estas cosas dan poco juego desde el punto de vista gastronómico.

La segunda, otra revisión de 2010, bastante mejor trabajada que la anterior, pero que de nuevo hacía especial hincapié en la disfunción eréctil. No obstante, me gustaría trear a colación alguno de sus contenidos que me parecen bastante esclarecedores de cómo se suele abordar el tema sexual-alimenticio. En los resultados de la revisión se dice (casi) textualmente: Existe escasa evidencia en la literatura [científica] para recomendar el uso de afrodisíacos naturales para la mejora bien del deseo y/o bien el rendimiento sexual. Los datos sobre la eficacia de la yohimbina no es compatible con el amplio uso de esta droga [no alimento], que sólo tiene efectos leves en el tratamiento de la disfunción eréctil psicógena. Aunque hay una tendencia positiva hacia la recomendación de ginseng como un afrodisiaco eficaz, se precisa de más estudios y en mayor profundidad para abarcar este amplio tema y su mecanismo de acción antes de sacar conclusiones definitivas. Los datos sobre el uso de afrodisíacos naturales en las mujeres es limitada”. Y en  las conclusiones dice: “El conjunto de la actual evidencia con respecto a las pruebas objetivas existentes indica que no existen los afrodisiacos naturales como un tratamiento efectivo para las disfunciones sexuales masculinas o femeninas. Ya se trate de  hombres “potentes” o de hombres con disfunción eréctil la búsqueda de afrodisíacos naturales continuará a pesar de los decepcionantes datos actuales sobre su efectividad”.

En resumen, la compañía, el marco, la complicidad, la intención, etc. son los verdaderos motores afrodisiacos de una relación. A ver si con un ejemplo me explico mejor: El consumo de un bocadillo de tortilla de patatas maridado con Pepsi-Max compartido con una morbosa pareja que albergue idénticas y lubricas intenciones que las propias terminará casi seguro en el sofá, la cama, la cocina, el ascensor o el garaje con el disparo de fantásticos cohetes artificiales. Sin embargo, un menú a base de ostras, algas exóticas, pezones de fruta (= fresas) con caviar y champagne francés Dom Perignon “disfrutado” junto a un adefesio y que además este adefesio esté de mala gaita acabará casi seguro en dolor de cabeza por alguna de las partes.

En definitiva, el alimento en sí mismo no es el elemento importante, sino más bien la intención o la compicidad con la que se eligen, se preparan, se comparten, se decora la mesa, se prepara el entorno, la música, etc. y como no, las expectativas de la pareja al respecto.

Que ustedes se disfruten.

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Foto: Dremstime free stockphotography.