¿Fruta por castigo? No, gracias

Todos los miércoles el colegio al que van mis hijas les proporciona a los escolares una ración de fruta.

Supongo que como dietista-nutricionista cualquier acción llevada a cabo en los colegios para mejorar los hábitos alimentarios de los más pequeños debiera parecerme una sana y deseable medida. Y de hecho, formulada así la cuestión, en plan aséptico, me parece una estupenda iniciativa.

Como padre, además, debiera agradarme y mostrar mi gratitud al respecto de que los colegios se preocuparan sobre estas cuestiones, máxime si es el mismo centro el que pone los medios para proporcionar un almuerzo saludable sin solicitar una derrama extra, como es el caso.

Pero la materialización de la iniciativa es lo que no me parece tan correcto, en especial teniendo en cuenta que en el poco tiempo que lleva en funcionamiento lo único que ha conseguido entre los alumnos es más discrepantes seguidores de la fruta que partidarios. Más que si no se hubiera tomado ninguna medida o más que si se hubiera llevado a la práctica de otra (mejor) forma.

A los papás se nos hizo llegar en su día el calendario de las frutas que les serían proporcionadas en miércoles consecutivos. Todo bien “sobre el papel”. En la frutal minuta hay mandarinas, peras y manzanas de distintas variedades, plátanos, cerezas y ciruelas (tomando en consideración la temporada) etc. El caso es que ya desde el primer día el “éxito” fue rotundo; a las mandarinas no había por donde hincarles el diente: secas, sosas y pellejudas… mi hija dijo que no  se la comió, y como ella la mayor parte de quienes las cogieron. No me extraña, en esas condiciones yo tampoco lo hubiera hecho. Llegó el día de la pera, “Conferencia” para más señas, aunque a juzgar por el grosor de su piel (se las dieron sin pelar) y el (no) grado de madurez podrían haber sido peras de la variedad “Sermón inaguantable”. La realidad: que la gran mayoría de las peras acabaron en las papeleras del patio y los niños y niñas con más hambre que el perro de un ciego y echando pestes del día de la fruta.

Y digo yo, ¿qué costaría que loables campañas para acercar el consumo de fruta a los más pequeños se hicieran de forma adecuada? Dinero, contestarán muchos; fruta de más calidad y personal para prepararla, diría yo (que al final, es lo mismo que dinero). Pues eso, que si quieres promocionar hábitos saludables, sean los que sean, y no te llega la infraestructura para conseguirlo en las mejores condiciones, se corre el riesgo de que el tiro te salga por la culata y, por tanto se alcancen objetivos (comportamientos) diametralmente contrarios al perseguido, en este caso, que la fruta tenga una mala imagen.

A ver, se trata de conseguir este tipo de reacciones:

 

Y no estas otras:

 

 

Vaya por delante que no me preocupa el caso concreto de mis hijas, ellas ya sabían, antes de que el colegio se preocupara sobre el tema, cómo saben las distintas frutas y cómo pueden utilizarse, por ejemplo, a la hora de llevarlas como almuerzo. Sí o sí, en casa se ofrece y se consumen no menos de dos raciones diarias de fruta (escogida en función de la temporada, su sabor y convenientemente preparada). Me dan pena todos esos otros niños que no lo sabían (muchos supongo, a tenor de que un colegio decida promocionar el consumo de fruta), los padres de ésos niños y, también el propio colegio que ha invertido una serie de recursos humanos y económicos en promocionar un buen hábito y que le único que ha formado, de momento, son frutales enemigos. Esperemos que también sean frugales enemigos.

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Foto: imcountingufoz