Yo soy gordito porque mi papá y mamá son gorditos

Imagínense que le preguntamos al niño del retrato de Botero (de nombre Manolito, por ejemplo) por qué cree él que tiene esa figura, o sea, que porqué es “gordito”, si lo prefieren. Es posible que responda que él es así porque sus padres, sus ancestros, también lo son. Yo, coincidiría con la idoneidad de dicha respuesta.

No obstante, es posible que aun acertando en la respuesta los motivos que se utilicen para llegar a ella sean variopintos, unos acertados y otros no tanto. Es posible que a la hora de justificar la respuesta traigamos a colación (de forma consciente o inconsciente) aquellas clases de ciencias naturales del instituto en las que se nos contaba la curiosa vida de un monje de nombre Mendel, y lo aburrida que debía ser su existencia para dedicarse a observar cómo crecían los guisantes, en vez de dedicarse simplemente a comérselos. Que si de guisantes verdes salían guisantes verdes, los amarillos a su vez de los amarillos, los de piel rugosa de los rugosos y los de piel lisa de los lisos. Fenotipos y genotipos por aquí; caracteres recesivos y dominantes por allá y, en definitiva, lo que terminó dando como resultado las simples, pero eficaces -sobre todo para su tiempo- leyes de la genética de Mendel.

Pues sí, pero no. Por un lado, Mendel tenía razón: los genes (genotipo) de los antecesores de un ser vivo estarán, de una forma u otra, en las generaciones siguientes y su expresión (fenotipo) dependerá, entre otras muchas cosas, del carácter dominante o recesivo de los genes concretos que participen del cruce (en nuestro caso, qué genes tenía el papá que se cruza con una mamá también con sus propia dotación genética, para terminar resultando en un Manolito concreto… y los que vengan de sucesivos “cruces”). Pero de lo que tampoco no cabe duda es del incremento en poco tiempo (apenas unas pocas décadas) de la población obesa en nuestro medio, más si cabe en el caso de los niños y adolescentes.

Entonces, ¿son gorditos estos niños porque sus padres lo son y estos a su vez por que los suyos lo fueron? la respuesta es, a grandes trazos, que no. Y si no pregúntesenlo al gato del cuadro: oye michino ¿tú porqué luces una figura tan hermosa?. Supongo que nadie admitirá la respuesta de que el “gatito” es así de obeso porque comparte genes con el papá o la mamá del cuadro. Sin embrago, lo que sí comparte con ellos (y con el propio Manolito) es su estilo de vida. Esa es la verdadera razón por la que Manolito es “gordito”, la misma por al que el “gatito” lo es.

También gracias a ella hemos visto nacer lo que se empieza a conocer como el “sindrome de gardfield”. Un síndrome que destapa una imprevisible realidad hace años, que hoy en día el 25% de gatos y perros domésticos padezcan obesidad, ¿es la genética? Yo creo que no. Y en el caso de los niños y adolescentes de nuestro tiempo tampoco.

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Foto 1: eliduke

Foto 2: Simon31