Tres premisas y una pregunta: ¿Por qué aceptar regalos por comer?

Parto de tres premisas que aunque se podrían rebatir habría que ponerse un poco tiquismiquis para ello. Veamos:

Primera: Comer es obligatorio. Es decir, sin comer (entre otras cosas) no podemos vivir. Todos los seres vivos necesitamos de la incorporación de sustancias indispensables para la vida y de energía con el fin de no enfermar y/o morir. En nuestro caso, estas necesidades las cubrimos con los alimentos. ¿Hasta aquí de acuerdo? Vamos con la segunda.

 

Segunda: Comer nos satisface en el plano más inmediato, en el hedónico me refiero. Nos da placer. Si podemos comer cosas que nos gustan, lo preferimos frente al comer cosas que no nos gustan. Obvio. ¿Se puede estar perfectamente nutrido con elementos que no sean de nuestro agrado? Sí, es cierto, pero si podemos, tendemos a comer lo que nos gusta y nos olvidamos de lo que no.

 

Tercera: En nuestro medio, España, siglo XXI y todo eso hay una disponibilidad alimentaria muy amplia, y además comer resulta muy barato (no se alteren, déjenme explicarlo) en comparación con otras zonas del mundo o de otras épocas. Para que se hagan una idea, según datos del Instituto Nacional de Estadística, en los años 50 del siglo XX las familias españolas destinaban cerca del 52% de sus ingresos familiares a la cesta de la compra; hoy en la cesta de  la compra nos dejamos en torno al 16-17% según la misma fuente. Comer es barato y además tenemos una amplia oferta, mayor que entonces, a nuestra disposición.

Supongo que querrán saber la conclusión que saco de todo esto. Pues bien, es claro, ¿por qué tendríamos que aceptar regalos por comer algo que además se nos vende como especialmente barato? Me explico, y supongamos un caso bastante habitual: cadena de comida rápida (lo típico, hamburguesas o pizza) que hace una oferta en unos términos similares a:

“Con el menú individual por 3,95€ puedes llevarte además una colección de figuritas con tus héroes favoritos”

A ver si lo entiendo, según mi opinión esta estrategia de venta podría responder a tres realidades si tomamos en cuenta las premisas anteriores:

1ª Posible realidad: El menú cuesta poco dinero, es rico (sabroso, apetecible), nutricionalmente adecuado y, además, te hacen un regalo “gratis” al pedirlo o;

2ª Posible realidad: El menú es deficiente en algún sentido (pongan el atributo que quieran para cumplir con esta característica de deficiencia: valor vs precio, sabor, contenido nutricional, etc.) y se hace preciso incentivar su consumo con un regalo, ya que de otra forma no lo consumiría nadie o;

3ª Posible realidad: El menú es lo de menos, lo que usted quiere en verdad es el regalo (ya sea porque usted es coleccionista, fetichista o lo que sea) así que lo pide y todos contentos: la franquicia por hacer la venta y fidelizar a un cliente con regalos, no con la comida; y usted contento porque tiene lo que quería, el regalo. Aunque ya que viene con hamburguesa, patatas y refresco, se las come.

Valoren las alternativas, lo dejo en el aire. Aunque yo lo tengo bastante claro, prefiero que sean ustedes quienes saquen sus conclusiones.

Creo recordar que fue Michael Polland (este dato no lo tengan mucho en cuenta) quien dijo en su día que es recomendable huir de aquel distribuidor, productor u oferta de hostelería que te ofrece regalos para que te comas algo. La comida de verdad no suele precisar de ofrecer regalos para que la elijas. Consideren si no con qué tipos de alimentos se hacen regalos, y qué otros alimentos no suelen hacer regalos. Al final, como el propio anunciante del vídeo de arriba promociona, de lo que se trata es de obtener el regalo, no de comer… y es una pena, más en especial cuando se trata de niños.

Y por cierto, esta dicotomía en el “¿es válido todo para que alguien se coma algo?” también tiene su aplicación en casa a la hora de la comida de los más pequeños. Imagínense:

“Pepito, si te comes el pescado te compraré tres sobres de cromos para el álbum de la Liga de fútbol.”

Y a pepito, que es de todo menos tonto como la mayor parte de los niños, el mensaje que se le está mandando es algo así como:

“Pepito, fíjate si es malo el pescado que te hago comer, que como premio por el mal trago te haré un regalo”.

Si yo fuera Pepito, la primera vez aceptaría; y la siguiente, además, negociaría… ¿les suena?

 

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Foto 1: Judy and Jam