Dejar de beber, dejar de fumar y dejar de follar

Algunos comentarios de los lectores en entradas diversas de este blog, más en concreto en aquellas que mencionan la cuestión de las bebidas alcohólicas o de la comida rápida, me recuerdan un par de viejos chistes que quiero compartir con vosotros.

Los dos son de la serie “va un tío al médico y dice: doctor, doctor…”; el primero de ellos dice tal que así:

Va un tío al médico y dice:

  • Doctor, doctor, ¿qué tengo que hacer para vivir 100 años?

El médico, que era toda una eminencia, se queda en blanco y le dice que va a mirar en libros, internet, consultar colegas y que le respondería pasado un día. Al día siguiente el médico le dice:

  • Mire, me he vuelto loco buscando y solo le puedo decir que no fume, que no beba alcohol y que no folle.

El paciente absorto le pregunta:

  • ¿Y así seguro que viviré 100 años?
  • Pues la verdad es que no tengo ni puta idea, pero se le va a hacer de largo como si lo fueran.

 

El segundo va de lo mismo, pero tiene sus matices.

  • Doctor, doctor, ¿qué es lo mejor que puedo hacer para mejorar mi salud?

Este otro médico, otra eminencia pero que en su caso no necesitaba consultar nada, le responde:

  • Lo mejor que puede hacer por su salud es dejar de beber, dejar de fumar y dejar de comer comida rápida

El tío, tras pensarlo unos segundos le dice

  • Ya… gracias… ¿y lo segundo mejor?

 

Estas dos historietas ilustran, cada cual a su manera, lo costoso que es desprenderse de ciertas conductas que con un impacto notable en nuestra salud, nos resultan placenteras. (Nota: lo del “follar” del primer chiste es un mero adorno, desde luego, que yo sepa y espero que nadie me saque del error llegado el caso, el sexo –siempre que sea seguro, claro está- no tiene una relación  perjudicial para la salud, bien entendido quizá más al contrario)

Quiero aclarar que en esas entradas en las que muchos interpretan una “censura” con respecto a determinadas conductas alimentarias que son agradables para muchos, incluso en ocasiones para un servidor, no están hechas con el fin de amargar a nadie, sino de informar. Es algo así como el papel de la DGT a la hora de advertir de los riesgos que se asumen cuando se quiere coger un coche. Es evidente que hay un riesgo intrínseco y que hay una serie de conductas que minimizan o reducen las posibilidades de tener un accidente.

Es decir, hacer un uso informado de los distintos alimentos es mejor, creo yo, que hacer un uso inconsciente de los mismos. Lo más “gracioso” es que al mismo tiempo, y pese a estar debidamente informados y mantener una conducta acorde con las recomendaciones nadie nos garantiza el evitar ese accidente o evento no deseado y no previsible. El riesgo cero, para las cuestiones de salud como para muchas otras cosas, es difícil de asegurar por no decir imposible. Ahora bien, hay conductas que reducen las posibilidades de determinados accidentes.

Considero importante el tener en cuenta que, además, no por adoptar esas mejores conductas se ha de asumir que se va a  vivir menos “placenteramente” o menos intensamente. Si se entiende bien la vida quizá sea más al contrario.

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Foto 1: Erik K Veland

Foto 2: Tobias Higbie