Guía de supervivencia para las comidas navideñas

Muchas personas afrontan el tema de la navidad con verdadero temor en relación a los kilos de más que pueden llegar a acumular. Algunos estudios apuntan que si bien es cierto, que hay una significativa ganancia de peso, el aumento real en este periodo no es especialmente alarmante y no llega al medio kilo entre aquellas personas que tienen un peso más o menos adecuado. Sin embargo, este promedio se dispara entre aquellos individuos que parten de una situación de sobrepeso u obesidad previos, en los que la media de peso ganado en el periodo navideño alcanza los 2,3kg.

Sea como fuere me he decidido a aportar una serie de observaciones que podrían ser de utilidad para aquellas personas que estén especialmente preocupadas con esta cuestión. Algunas son más o menos conocidas, pero no por ello dejan de ser útiles, en cualquier caso la idea es hacer de esta guía un corolario de consejos prácticos y más o menos originales:

1. Si un día concreto hay una celebración prevista en torno a una mesa, no se te ocurra saltarte las comidas previas. Dicho de otra forma, no dejes de comer por hacer una previsión de la gran comilona a la que te vas a “enfrentar”. Al contrario, trata de no llegar con hambre. La mal entendida ley de la compensación es un error que a la larga (que es lo que a ti te interesa, supongo) no suele funcionar y acaba peor que el plantear hacerlo de otra forma.

2. Y de forma recíproca, tampoco parece tener mayor sentido el saltarse comidas tras haber disfrutado de un gran banquete. Si no tienes ganas tampoco es preciso forzarse a comer, pero la errónea ley de la compensación normalmente se traduce en una redescomepensación de tu desequilibrio dietético. Pasar de la gran secada a la gran remojada o viceversa (como decía mi abuela) nunca ha sido una buena estrategia para casi nada, y desde luego no lo es para estas cuestiones.

3. La planificación del menú festivo no siempre depende de uno mismo, ya seas anfitrión o invitado, pero si te dejan tener algo de mano en su preparación no te olvides de incluir recetas en las que los vegetales sean los claros protagonistas (ensaladas más o menos exóticas, agradables cremas o sopas con alimentos de temporada: cardo, alcachofa, coliflor, etc.) al mismo tiempo que los incorporas en las guarniciones de los segundos platos. La clave del éxito de un menú festivo no tiene por qué estar en lo extravagante de sus recetas o ingredientes sino que muchas veces está en cómo se han preparado, en el “punto” que se les haya dado o incluso en los detalles que les acompañen.

4. Si has podido hacerlo así o has tenido la suerte de que así ocurriera, recuerda que diversos estudios apuntan a que en las ocasiones en las que se empieza  a comer con un plato de ensalada o de verdura se incorpora un número de calorías totales inferior a cuando se hace de otra forma.

5. Cuando estés ya frente a una típica comida de celebración procura servirte tú, en vez de que lo hagan otros. No siempre es posible, y si no lo es, presta atención cuando te estén sirviendo, deja claro qué quieres y qué no quieres.

6. Come de manera pausada, saborea, disfruta del momento, no estás en una competición de grandes comedores, estáis ahí para pasarlo bien, para compartir, reuniros, etc. Hay quien dice que es una buena estrategia el dejar los cubiertos en el plato mientras se mastica… a mí me parece un tanto ridículo, pero desde luego no así el comer consciente de lo que se está haciendo, no engullir y aprovechar la situación para paladear la comida y mantener una agradable conversación con el resto.

7. No es recomendable comer grandes cantidades de nada. Ni tan siquiera de aquellos alimentos que se consideran saludables. Ahora bien, ten presente más las proporciones que las cantidades absolutas. Habrá alimentos más recomendables (porque tengan más fibra, menos calorías…) que otros (porque sean más grasos, más calóricos, etc.); pues bien de los primeros más cantidad que de los segundos. Pero de ninguno “grandes cantidades”. Para ello es bueno que aprendas a distinguir la glotonería (la gula, si lo prefieres) del hambre de verdad.

8. Antes de repetir de cualquier plato, deja que los demás vayan acabando (a fin de cuentas, recuerda que ya te serviste una cantidad que consideraste apropiada). Deja pasar unos minutos antes de pedir repetir, con 4 ó 5 es suficiente. Si sigues queriendo hacerlo, adelante, no te cortes.

9. Una vez acabada la comida o la cena de celebración procura que no haya más comida al alcance, o al menos no demasiada (turrones, peladillas, mazapanes…). Esta circunstancia es posible que no dependa sólo de ti, dependerá de en qué casa estés comiendo, si es la tuya o no, de los gustos y apetencias del resto de comensales y demás factores. Pero ten en cuenta que hay muchas calorías extra en este picoteo tras haber acabado los postres.

10. Ni que decir tiene la influencia de las distintas bebidas alcohólicas presentes en la celebración. Si no se quiere prescindir de ellas (ya conocéis mi opinión al respecto) sugiero que sean un motivo de deleite en la mesa, más que una fuente de bebida (nunca de hidratación). Por tanto, ten cerca el agua y no la “abandones”.

11. Además hay otras buenas medidas que puedes tomar en consideración más allá de las que se refieren a la mesa en sí. Si has estado invitado y las circunstancias lo permiten no estaría mal que volvieras a tu casa dando un paseo, aunque como te digo eso va a depender mucho de la distancia, de que haya niños pequeños o no, de la hora a la que se acaba… Si la fiesta ha sido en tu casa, además de tocarte recoger, a lo mejor puedes acompañar un trecho de ese recorrido a algunos de tus invitados.

12. ¿Ha sobrado mucha comida, te han dicho que todo estaba estupendo y riquísimo? Entonces, ¿por qué no repartes parte de las sobras entre tus invitados?

Recuerda que no hay fórmulas mágicas contra los excesos (no estaría mal que las hubiera, pero no las hay). Si pretendes mejorar tus hábitos alimentarios recuerda que el mejor aliado lo tienes, si quieres, en ti mismo.

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Foto: Arnaud Abélard