La guindilla vasca o piparra, una auténtica delicatessen

IMG-20130717-WA008Como bien sabes si frecuentas este blog, son pocos los alimentos que se ven honrados con una entrada propia en el mismo. Y es que, como sabrás, no estoy muy por la labor de glosar las virtudes nutricionales de alimentos concretos haciendo que parezcan maná sin los que no se pueda vivir. Eso se lo dejo a otros a los que estas cuestiones se les da mejor que a mí.

De todas formas, y más o menos, si vives de Tudela hacia arriba, de Santander hacia la derecha y de Jaca hacia la izquierda hoy te doy permiso para saltarte la lectura: seguro que ya conoces esta especie de manjar con el que los dioses nos regalan el mes de julio y (si te atreves) parte del de agosto.

Se trata de las piparras o guindillas vascas. Quien más y quien menos ya las conocerá en su formato encurtido. Pero hoy me estoy refiriendo a las frescas, a las que se fríen y sirven de aperitivo y/o acompañamiento de platos diversos en temporada, esta precisamente.

Supongo que como he comentado conocerás su versión encurtida, con las que se elaboran esas maravillosas banderillas o pintxos a base de interponer en un palillo los trocitos de estas guindillas con trocitos de anchoas, palillo que suele terminar tocado con una aceituna, para regarlos generosamente con un buen aceite de oliva virgen extra (alias “gilda”). Pues bien, tal y como sucede con los espárragos de lata y sus homónimos frescos, a pesar del nombre, el producto no tiene nada que ver el uno con el otro.

No creo que te sea especialmente fácil encontrarlas si no vives en el somero triángulo geográfico que he esbozado a grandes trazos más arriba (si, lo sé, siempre habrá excepciones). Pero puedes llevarte alguna sorpresa, como por ejemplo yo este año que las he descubierto en mi mercado de Zaragoza. Otros años era mi madre la suministradora oficial.

Tal y como te decía la temporada fetén es la actual, quizá un poco antes, desde inicios del mes de julio hasta la primera mitad del mes de agosto. Ahora bien, cuanto más tardías más probabilidad de que te encuentres alguna de un picor ciertamente inconveniente. Por que lo cierto es que a pesar de la creencia general que asocia guindilla a picor, estas en principio no pican o tienen un suave y agradable matiz picante. Su sabor es, para mí, bastante original. Se parecen, como es previsible, a los pimientos verdes, a los pimientos de padrón, pero con matices “a huerta” absolutamente genuinos. Si estás pensando si es un alimento adecuado para tus hijos hijos, no lo dudes, mis hijas matan por ellas (y yo, evidentemente, les dejo hacer).

Si las encuentras y te apetece probarlas te sugiero que las frías en abundante aceite de oliva esperando a que se doren. Tras sacarlas y escurrir su aceite tan solo hay que sazonarlas al gusto. Las puedes consumir solas, tal cual, a modo de aperitivo o acompañando por ejemplo, volviendo al tema de la temporada, de una ventresca de bonito a la plancha. Si por el contrario (o además) eres más amante de esos grandes placeres gastronómicos pero sencillos (a los que desde luego un servidor no les hace el menor asco) te sugiero lo siguiente: un par de buenos huevos fritos, piparras fritas y un pan de hogaza genuino para untar y disfrutar… pondrás los ojos en blanco, te lo aseguro, #slurpslurp