¿Hay un desayuno “ideal”?

DesayunoA la hora de desayunar la mayor parte de la población se suele encajar en dos grupos típicos: los que no desayunan habitualmente y los que sí. A su vez, entre estos últimos se pueden distinguir, en general, dos patrones: los que siempre desayunan lo mismo o muy parecido (una mayoría) y los que se las trae al fresco el qué desayunar, el caso es hacerlo (los que menos). Al individuo que desayuna y se enmarca en el primer grupo yo le llamo el “desayunador constante” y al del segundo el “desayunador ecléctico”. Yo soy de los últimos.

Resulta curioso observar como la mayor parte de las personas mostrarían su hastío si a la hora de comer o de cenar se les ofreciera siempre lo mismo, pero sin embargo esto no sucede a la hora del desayuno: Café con leche y tostadas, todos los días igual, o leche con chocolate y galletas o sea lo que sea… siempre lo mismo, todo lo más con pequeñas variaciones sobre estas bases. Las bases de cada uno, claro. Mi santa es así; sea día de labor, festivo, desayune en casa o fuera, el desayuno es siempre igual: café (mucho café) con leche (poca), pan y aceite de oliva… siempre antes de la ducha nada más levantarse. Yo no, como digo yo soy más improvisador. De entrada, por norma (nada rígida por otra parte) prefiero después de la ducha. Y el qué… pues qué quieres que te diga, dejémoslo que es altamente variable, hasta tal punto que como te digo “ecléctico” le encaja mejor. No sé si habré desayunado dos veces lo mismo en mi vida (es un decir).

Buscar una perfección nutricional en el desayuno tiene el mismo sentido que buscarla en una comida concreta. Ninguna. Su adecuación dependerá de cómo tenemos normalmente organizadas el resto de las ingestas, de nuestros gustos, de las costumbres sociales y en definitiva de los denominados “hábitos alimentarios”. Unos hábitos que pueden observarse con mayor o menos detalle. Es decir, los hábitos alimentarios de una casa, o de una determinada población o incluso de un país. Al final siempre habrá denominadores comunes que distinga unos hábitos alimentarios de otros.

Hablando de desayuno en nuestro entorno distinguimos de forma clásica dos grandes tipos de desayunos: el denominado continental y el anglosajón. El primero, más básico, consiste en esencia en algún lácteo (típicamente en forma de café con leche), tostadas (con algún tipo de grasa para untar o empapar) y en su más arquetípico concepto, zumo (en especial de naranja). El de estilo anglosajón, más generoso, suele incluir lo antedicho más huevos revueltos o al plato y algún tipo de complemento animal especialmente graso (bacon, salchichas…) e incluso un guiso de alubias aunque en realidad las tostadas suelen ser habitualmente sustituidas por los cereales o las gachas (alias porridge, más o menos).

Misho soup

Sin embargo, hay otras poblaciones que estando más alejadas de nuestra área de influencia desayunan de forma totalmente diferente (vuelta otra vez a los hábitos alimentarios). Por ejemplo, en Japón, nos sería bastante difícil de distinguir un desayuno como tal de lo que comimos la víspera a la hora de cenar, a grandes rasgos: arroz glutinoso (es el equivalente de nuestro pan), sopa de miso y pescado… ¿desayunador constante… serías capaz de desayunar esto? A ti desayunador ecléctico no te pregunto, sé que sí. Al menos yo sí que podría, y sin problemas. De hecho, uno de mis desayunos preferidos son los bocatas, en especial los de merluza del día anterior. Si además lo puedo acompañar de pimientos rojos asados y mostaza de Dijon… #slurpslurp

Pero no te creas que soy el único rarito (entiéndase “diferente”, y además no tanto) mi colega de blog @_spanjaard me consta que tiene unos patrones desayunadores bastante particulares. No sé si hasta el punto de desayunarse como es mi caso, un arroz con lentejas y piparras encurtidas o unos garbanzos con bacalao o un gazpacho o un trozo de pizza o una porción de tortilla de patatas o con cualquier otro ingrediente o una ración de ensaladilla rusa… (siempre sobras del día anterior y por separado, que conste) pero sospecho que sí.

De todas formas, una de las cosas que más me llama la atención con esto del desayuno es cómo con independencia del grupo al que pertenezcas (me refiero solo a los grupos del no desayunador y al del desayunador constante, no al de los eclécticos) el momento de estar de viaje y enfrentarse a un desayuno buffet supone un motivo insalvable de cambio. Es entonces cuando el no desayunador desayuna, y el desayunador constante varía (a excepción de mi santa, eso sí). Normalmente además se aprovecha para comer como si fuera ese desayuno la última ocasión que tendremos de comer en nuestra vida. Desaforadamente. Supongo que se deberá a una mezcla entre las reminiscencias de la ley del pobre (reventar antes de que sobre) y la curiosidad. Lo que no deja de ser una materia digna de observación. ¿Por qué algunas personas solo toman fruta en los desayunos buffet y no en sus casas? Por pereza creo yo. En su casa les da pereza prepararla y no la comen, no porque no tengan recursos sino porque no quieren. Sin embargo en el hotel, ya cortadita y preparadita se la cogen. Curioso. Y este de la fruta es solo un ejemplo.

Bueno, me despido. Antes de hacerlo me gustaría dejar aquí un consejo, mitad fruto de mi experiencia profesional y mitad fruto de la personal (así que si no te gusta puedes hacer con él lo que mejor quieras). Organiza tus ingestas, no improvises. Una forma más o menos adecuada de controlar tu hambre y tu ansiedad (no son lo mismo) consiste en no dejar pasar demasiado tiempo entre que te levantas y la realización de la primera ingesta del día. Así, cuando te desayunes, procura realizar tus elecciones alimentarias entre un catálogo saludable de alimentos. Con independencia del resto de alimentos, tu desayuno es una muy buena ocasión para incorporar una o incluso dos raciones de alimentos de origen vegetal… ¿te acuerdas?

Y ya que estamos en ello, anímate y cuéntanos a todos tu estilo de desayuno preferido y porqué.

———————————————-

Imágenes: Apolonia y samuiblue vía freedigitalphotos.net