La gastronomía como motor afrodisiaco… y déjate de “cachondinas”

Fresa y chocolateCachondina: este era el ingrediente estrella de los chistes verdes de mi adolescencia y juventud. Una supuesta sustancia imaginaria, líquida o en pastillas, que consumida por no importa quién aportaba unas ganas irresistibles de trincarse cualquier cosa que se moviera. Daba igual el género, hombre o mujer; daba igual también el grado de puritanismo inicial… si te ponían cachondina en la comida o en la bebida ya se podía dar por jodido cualquier cosa, animal o persona que se te cruzara en el camino. En los chistes daba mucho juego, lo aseguro. Pero solo en los chistes.

Junto al superpoder de la invisibilidad, el de volar o el de ser indestructible, muchos hemos fantaseado con la posibilidad de tener un bote de cachondina para ponérselo en el plato a nuestro tesoro sexual más reacio. La ciencia también se ha puesto a ello, es decir, se ha puesto a trabajar para buscar esa codiciada sustancia que tantos compradores tendría de existir… pero no la ha encontrado. Ya te lo contaba un día tal como el de hoy de hace un par de años: los alimentos afrodisíacos no existen.

Sin embargo, en el terreno de las pseudociencias hay cachondina para parar un tren, mucha ciencia milenaria, mucha ciencia natural y tradicional que, al final, no sirve para nada salvo para abusar del bolsillo de los crédulos y que no ha podido demostrar su eficacia.

Volviendo a lo más o menos serio, en cierta medida se hace complicado encontrar artículos científicos que traten en concreto de la posible existencia de estimulantes sexuales entre los alimentos, en vez de problemas particulares relacionados con el sexo de uno y otro género (lo más típico la disfunción eréctil en el caso de los hombres o la frigidez en el caso de las mujeres). Además de los artículos citados en la entrada de hace dos años, he encontrado esta revisión que supuestamente explora los remedios afrodisíacos vegetales que se supone están probados científicamente. El artículo, al final se centra en la mención de cerca de 17 remedios Phytoafrodisiacos, que luego no lo son. En la mayor parte de los casos las plantas mencionadas tienen un efecto sobre disfunciones sexuales más o menos frecuentes (impotencia, cantidad de espermatozoides, etc) más que en el efecto de aumentar la libido, que es en esencia de lo que se trata cuando lo que queremos encontrar es la tan ansiada cachondina. O bien, que esa es otra, menciona plantas que al parecer tienen ese ansiado efecto… en estudios realizados en ratas. Es decir, casi nada de nada.

Comida en compañía

Así pues, si lo que nos interesa es… lo que nos interesa, lo que nos queda a título práctico es lo de siempre, a currárselo, ya lo siento. Pero esta realidad no ha de ser motivo de desaliento, más al contrario. Tal y como recogía Manuel Vazquez Montalbán en su libro “Recetas Inmorales”…

No se trata de buscarle tres pies al gato de una supuesta cocina afrodisiaca, sino de concebir el comer en compañía como una situación afrodisiaca en sí misma, sobre todo si la química de los alimentos se corresponde con la de los comensales.

Se trataría por tanto de convertir o de prolongar el acto de comer en un acto de amor. Para ello la gastronomía puede convertirse en un aliado conveniente si se sabe rodear de una cierta distinción, de misterio… y todo ello aliñado con sugerentes insinuaciones. Al final, pocas verdades más ciertas en este sentido como aquella que sostiene Isabel Allende al afirmar que el primer afrodisiaco es el amor.

Además de esta entrada quizá te interese consultar esta otra: ¿Te “alegras de verme” o acaso tomas fitoterapia adulterada?

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Imagen: luigi diamanti y Ambro vía freedigitalphotos.net