Por qué el queso huele a pies… ¿o era al revés?

PiesTodo el mundo se ha preguntado alguna vez por qué muchos quesos (no todos) huelen pies o a la inversa, un hecho incontestable que se pone de relieve cuando en ocasiones nos referimos a los “quesos” para referirnos a esa parte de nuestra anatomía que solemos vestir con zapatos. De hecho, hay quien afirma que “lo bueno” de la llegada de la primavera es ese olor a queso rancio y leche cortada tan habitual en el transporte público.

Sea como fuere la explicación de este hecho es muy conocida y lógica al mismo tiempo. Tanto en los quesos de verdad como en nuestros pies hay una serie de ecosistemas bacterianos muy similares con estirpes microbiológicas muy emparentadas. Así, en la elaboración de los distintos quesos intervienen bacterias y mohos que comparten género, cuando no son de la misma especie, que aquellas que habitan en nuestros pies. Estos micorganismos, tanto los de los quesos como los de los pies terminan por producir una serie de metabolitos especialmente aromáticos muy similares, por no decir idénticos que son los que asociamos tanto al producto que nos comemos como cuando estamos ante un par de buenos pinreles, especialmente si no se ha observado una mayor higiene sobre ellos. Entre otras, la sustancia que quizá más caracteriza ese olor es el ácido isovalérico. (Si quieres ampliar y profundizar en estas explicaciones te sugiero que visites esta entrada con un título prácticamente idéntico en el genial blog “Gominolas de petróleo@gominolasdpetro).

Esta respuesta como digo se conoce desde hace bastante tiempo, pero resulta que recientemente una encantadora microbióloga, Christina Agapakis, ha llevado la teoría a la práctica y ha realizado una propuesta artístico-científico-sensitiva un tanto ecléctica no apta para todas las sensibilidades. Ha elaborado una serie de quesos utilizando para ello cepas bacterianas obtenidas de distintas partes de la anatomía humana. Una de esas partes fue, evidentemente, los pies… pero también elaboró otros quesos con bacterias obtenidas del ombligo, las axilas y la nariz.

La propuesta no es más que un juego en el que se exhiben los distintos quesos que en ningún caso se elaboran con el fin de consumirse. En él, la elaboración de “queso humano” invita a los ciudadanos a reflexionar sobre los prejuicios de los alimentos, sobre todo en Occidente.

Te dejo aquí uno de sus vídeos más explicativos, aunque puedes ver mucho más de esta entusiasta micobióloga siguiendo este enlace (están en inglés y sin subtítulos, pero afortunadamente esta mujer habla bastante clarito) .

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Nota: Tuve el placer de conocer esta clase de trabajos en el reciente encuentro NAUKAS de la mano de Ignacio López Goñi en su genial ponencia “Prepara tu propio pintxo de microbios”.

Imagen: FrameAngel vía freedigitalphotos.net