Desayunar o no desayunar, he aquí la cuestión (insoluble)

… ¿Qué es más digno para el cuerpo, sufrir los retorcijones y gruñidos del hambriento estómago o tomar un “desayuno completo” contra nuestra codiciosa biología y, con sus calorías, acabar con la delgadez?

(Perdón por la broma-adaptación, pero después de poner el título no me he podido resistir)

desayuno (2)La cuestión de si saltarse el desayuno o no tiene un determinado efecto sobre el estatus ponderal sigue siendo motivo de debate. Ya te lo conté en esta entrada ¿Es obligatorio desayunar si quieres adelgazar? que la cosa no estaba nada clara… y un análisis de los estudios que sostienen una y otra postura sigue sin dejar las cosas claras. Ahora bien, este análisis arroja bastante luz al respecto de una realidad incontestable: la opinión generalizada (incluyendo la de no pocos profesionales) es una, bien clara, a pesar de no haber pruebas consistentes que la sustenten. Esta opinión, por resumir, suele quedar sintetizada en que saltarse el hábito del desayuno favorece la obesidad, o incluso que en el tratamiento de la obesidad conviene desayunar si no se te tenía ese hábito.

Pues como digo, la opinión general puede ser una y la evidencia otra. En el reciente estudio Belief beyond the evidence: using the proposed effect of breakfast on obesity to show 2 practices that distort scientific evidence (Creencias más allá de las evidencias: el pretendido efecto del desayuno en la obesidad para mostrar dos prácticas que distorsionan la evidencia científica) se destaca que tanto las investigaciones que tienen algún tipo de sesgo (conflictos de intereses, mal diseño del estudio, incorrecta interpretación de los datos…) como aquellas que no tienen un carácter probatorio (que por su diseño no muestren “causalidad”) suelen ser elementos que influyen a la hora de formarse una idea preconcebida sobre un determinado asunto. Y al mismo tiempo este hecho favorece que las futuras investigaciones sigan por ese camino habida cuenta de los existentes prejuicios. El caso de la relación entre desayunar (o no) y la obesidad es uno de los más claros.

Para ello el estudio en cuestión reunió los artículos más relevantes que en sus planteamientos y conclusiones afirmaban que el saltarse el desayuno aumentaba el riesgo de obesidad, y sus conclusiones fueron bastante claras:

La creencia general de que saltarse el desayuno promueve la obesidad está establecida por encima de lo que la evidencia científica aporta. Los datos científicos se ven alterados en en virtud de: la mala utilización de los datos probatorios por un lado y que en general las investigaciones en este sentido están sesgadas por el otro.

Así pues, en el resumen de hoy sacaría dos conclusiones: en primer lugar que tal y como ya se ha contrastado en otras ocasiones que hay ciertas directrices que se citan más por tradición que por una verdadera constancia en su realidad, así que hay que tener cuidado o al menos adquirir un cierto criterio para ponerlas en tela de juicio. Y en segundo, un poco lo de aquel post al que me refería más arriba, que para organizar un patrón de alimentación coherente es muy probable que planificar un desayuno entre dentro de lo razonable; ya sabes por aquello de que no te “sorprenda” el hambre, la ansiedad… y  en contraposición al ir a salto de mata. Desde luego el análisis de las circunstancias de cada caso particular podrían ayudar bastante en este sentido, y siempre huyendo de aquellas posturas dogmáticas (mal) generalizadas.

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Imagen:  Ambro vía freedigitalphotos.net