Pánico a bordo (dietético)

Menú infantil Iberia

Mucho se viene hablando en corrillos diversos, electrónicos o no, sobre la idoneidad de las ofertas alimenticias a bordo de trenes, aviones y demás. Tanto de la de los adultos, observadas de cara a la crítica desde un punto de vista más gastronómico que otra cosa, como de la de los más pequeños, que casi siempre se suelen poner en tela de juicio desde un prisma más dietético que hedónico. El post de hoy está dedicado a los segundos, a la oferta dirigida especialmente para los más pequeños.

Tenemos un ejemplo de a qué me estoy refiriendo en este artículo firmado por Mònica Escudero (@moniquecestmoi) para El Comidista hace apenas un año. Pero es que el asunto ha pasado de castaño a oscuro esta mañana cuando un amable seguidor de twitter (@JPerezRomero1) ha compartido su experiencia en Iberia. Dicen que una imagen vale más que mil palabras…

Lo cierto es que se desconocen algunos de los detalles menores del asunto, tales como si el magnífico menú se ha servido como tentempié (lo dudo por la presencia de la ración de pasta) como comida o como cena. Desconocemos también cuáles de los elementos presentes desempeñan una función concreta… es decir, si las patatas fritas son de primero o lo es la pasta;  si el postre es la barrita de chocolate (Huesitos) o lo es el flan de huevo… o lo es el zumo envasado, etcétera. Me temo que solo en la cabeza del creador de este tutti-guarri hiperazucarado (e hipo-cualquier-otra-cosa) se podría hallar una respuesta a tales preguntas. Sea como fuere y a la vista de la imagen hay que romper una lanza ante la única cuestión que suele dejarse a la elección del comensal o de los progenitores: la bebida, y en este caso es agua. Bravo. No imagino una guinda mejor para terminar de perpetrar este pastel que el haberlo coronado con un “refresco” al uso.

Sea como fuere, esta entrada me va a servir para dos cosas: dar una respuesta más amplia que la que permiten las redes sociales al respecto de la pregunta del autor de la imagen; y también para poner de relieve el grado de ignorancia, ganas de polémica y argumentos desustanciados (= ¿cuñadismo?) de algunos tertulianos twitteros.

¿Por qué este tipo de menús infantiles son tan habituales sin apenas excepción?

No hay una única respuesta válida para esta pregunta. En realidad hay varias y todas son igualmente sinérgicas reafirmando, unas con otras, la idoneidad de este tipo de ofertas.

La primera que voy a citar es la “satisfacción” del cliente. En términos estadísticos es mucho más fácil contentar a un mayor número de niños con este tipo de productos facilones (la pasta con tomate y ya) termosellados y empaquetados (patatitas, barrita de chocolate, zumo y flan) que con un lenguado meuniere o con una ensalada de brotes tiernos con vinagreta de azafrán… por decir algo. Así lo han puesto de relieve varias respuestas a colación de la imagen.

Unas respuestas que entroncan tangencialmente con la cuestión de por qué demonios ha de haber un menú para niños… pero esa es otra cuestión de la que ya hablé en este artículo.

La segunda razón que justifica la existencia de este tipo de menús es el precio. No hay nada en el mundo más barato que la clase de productos que se pueden ver en la imagen. Y no solo me refiero al momento de su compra frente a otros productos (incluso alimentos) que entren dentro del abanico de posibilidades. Su logística es mucho más barata, no suelen tener la necesidad de conservarse en frío, se guardan y apilan mejor, y su fecha de caducidad es semieterna. No hay nada en el mundo que pueda competir en términos de balance de costes con estas porquerías. Y eso, como te imaginarás es un potente motor para decidir las elecciones de este tipo de empresas… o de otras del tipo hospitales o comedores colectivos. ¿Acaso alguien cree que los desayunos de muchos hospitales son así o así porque son la mejor elección dietética para una persona ingresada? No amigo, no.

La tercera y última razón que voy a sugerir es el de la seguridad alimentaria. Con este tipo de productos envasados, esterilizados y sin mayores requerimientos de conservación las probabilidades de una toxiinfección alimentaria son cercanas a cero. Algo que, como se puede imaginar cualquiera, se trata de evitar a toda costa ya que sus repercusiones mediáticas, de producirse, supondrían un importante revés para la compañía.

Ya en tono de broma ha habido quien ha  sugerido que este tipo de menús responden también a una cuestión de seguridad aérea… imagínate de otro modo a un grupo de chavales cabreados a los que se les ha servido a bordo un plato de verdura (lo que entronca al mismo tiempo con el primer argumento de esta lista)

Del ‘cuñadismo’ al ‘nopasanadista’

Como en todos los aspectos de la vida, y este no es una excepción, no faltan quienes sienten la necesidad de saltar a la palestra para poner el grito en el cielo y recriminarle a uno por haber puesto el grito en el cielo ante este tipo de abominaciones dietéticas. Los razonamientos son de lo más variopinto, imaginativo y argumentativo (como diría un abogado ante un fiscal fogoso): que si por un día que el niño coma así en el avión no pasa nada; que a saber qué le darán sus padres fuera del avión; que si esto está ya muy extendido; que si nos pasamos de exquisitos, etcétera. Veamos:

Lo más gracioso del asunto es que a poca réplica que se les dé, muchas de estas personas, al final, terminan coincidiendo con el mensaje inicial: la basura del menú en cuestión (oh sorpresa) y su poca adecuación dietética. Y si bien es cierto que este tipo de menús podrían ser una excepción en una circunstancia también excepcional, creo que a estas alturas todo el mundo es bastante consciente de que cuando el niño baje del avión y vaya a un restaurante, se le van dar pocas alternativas muy poco diferentes, o cuando se monte en un tren, o cuando vaya a un cumpleaños o… cuando en el puñetero día a día, y así un día tras otro, en el que el acceso y oportunidades para comer de estas cosas hagan que el menú del avión en cuestión no tenga nada de excepcional y se convierta en un siempre igual, en un vuelta la mula al trigo infinito (en este caso al azúcar, más que al trigo).

Las soluciones

No se trata de una solución como tal o al menos inmediata, pero lo primero que toca es ejercer nuestra responsabilidad como padres o cuidadores de los más pequeños y quejarnos al responsable, en este caso Iberia. Se puede hacer de dos formas, por la oficial, con una hoja de reclamaciones o bien como es el caso de hoy (desconozco si se ha optado por la primera vía) recurrir a las redes sociales. A buen seguro esta segunda opción tendrá más impacto, y lo más seguro es que un comunity manager nos haga llegar una respuesta educada y complaciente (como ha sido el caso).

Pero esta vía no se agota aquí, hay que insistir y por ejemplo solicitar a la aerolínea que se retrate y que dé una respuesta práctica…

Y que no pase lo que todo el mundo sospecha que vaya a pasar… porque me parece que no van a responder…

Otra solución (esta sí) es hacer un ejercicio de previsión y sabiendo las circunstancias en las que vamos a estar ante la posible oferta de menús, insisto nada descabellado dada la actual tendencia en este sentido, llevar desde casa opciones más saludables. Si es un avión y por cuestiones de seguridad será preciso informarse antes de qué se puede subir a la cabina, qué duda cabe. Y a partir de ahí dejar volar la imaginación, o si no te apetece demasiado, tomar en consideración los consejos de Laura Saavedra (@laurascasanova) incluidos al final de este post (ya mencionado).

Por último, no estaría de más que en este caso Iberia tomara nota de las ofertas de otras aerolíneas y, aunque seguro que tiene recursos para ello, aquí tienen la interesante sugerencia de una comentarista del esperpento…

Ánimo señores de Iberia, a poca intención que tengan de mover ficha en este campo el resultado será mejor que  el actual. Si no tienen un dietista-nutricionista entre su personal o entre los empleados de sus subcontratas de cáterin (cosa que me extrañaría) contrátenlo. Y si lo tienen contratado, lo mejor que pueden hacer en este sentido es sacarlo del sótano, desatarlo, quitarle la mordaza y dejarle hacer un poco.

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Actualización 30 de agosto, 2017:

Pese a lo que un servidor hubiera apostado, @Iberia ha movido ficha (o al menos su community manager en twitter) y en menos de 24 horas tras la publicación de este post ha saltado a la palestra para comunicarme que “están trabajando en ello”. Esto es, literalmente, lo que han dicho:

Un servidor no suele utilizar mucho el transporte aéreo, todo hay que decirlo, y menos con mis hijas (que por cierto no toman menús infantiles)… uno, quizá dos vuelos por año; así que no voy a tener la posibilidad de comprobar in situ la puesta en marcha del avance de todas estas medidas. Así que propongo un par de cosas: 1º que los usuarios habituales me informen de su experiencia futura y, 2º que la propia compaía me transmita todos los cambios que se produzcan en este sentido (en especial sobre los menús infantiles) y el aquí firmante se compromete a dedicarles un post ipso facto. Señora o Señor community manager de @Iberia, la pelota queda en tu balcón. Quedamos a la espera. Y gracias!

8 comentarios en “Pánico a bordo (dietético)

  1. Esto no solo pasa en iberia, yo me he quejado por primera vez a air France este año por la mala calidad de la comida y de la racaneria en las porciones en un viaje a EEUU. Actualmente solo las aerolíneas del Golfo y algunas asiáticas te ponen algo decente en clase económica. Las líneas aéreas se están pasando con la comida y con las incomodidades que los pasajeros tenemos que soportar. Las comidas que sirven deben tener un coste real de 5 euros, ¿nos tendremos que llevar bocatas inmundos comprados en el aeropuerto?, ya que si llevamos algo de casa te lo pueden requisar por razones de seguridad ¿o comer noodels como en los aviones de ryanair? esto es ridiculo, yo estoy al límite.

  2. Para mí la única diferencia que debería existir entre el menú infantil y el de adulto es el tamaño de las ración. En el de adultos, en mi experiencia, siempre he tenido fruta y ensalada aparte del plato principal.
    Viendo esto animo a padres a que a la hora de reservar el vuelo pidan menú de adulto para sus hijos.

  3. Gracias Ofelia, Noelia, María y Gorka por vuestros comentarios,
    Estoy totalmente de acuerdo con vuestras propuestas, demandas y desquicies.
    Saludos cordiales

  4. Desde 1975 hasta 1990 he volado por todo el mundo y en muchas compañías . Siempre los menús, en clase turista, fueron bastantes buenos.
    Recuerdo que el mejor fue el de las lineas aéreas de Tailandia, con cubiertos de acero, pescado excelente y champán francés. Además las auxiliares de cabina eran guapísimas.
    La comida peor en un vuelo de Xian a Sanghay en 1980, en una compañía china. Unas empanadillas grasientas en una caja de cartón y sin cubiertos. La grasa había empapado el cartón y había que tener cuidado de no mancharse la ropa, pues lo servían sin bandeja. Para colmo de males el avión era muy antiguo y de fabricación rusa. Por la puerta de emergencia entraba un poco de agua. Una odisea de vuelo.

  5. Hace dos años volamos con Lufthansa. Menú infantil no había (ni lo pedí ni se me ocurrió, porque a mi hijo no le damos lo que no nos comeríamos nosotros. Lo malo es que en el menú para todos, como plato principal, había una pasta con muchíiiiiisima pimienta, pero de la picante picante. A mí, que me gusta el picante, me lloraban los ojos. No se a la gente que no le gusta o no pueda tomar picante. Imaginaos a mi hijo ¡de cinco años! El pobre tuvo que conformarse con todo lo de alrededor del menú (supongo que colines, dulces industriales, etc). Y la vuelta de Múnich, otra vez la pasta picante…
    Luego claro, venga todos a beber y beber bitburger o parecida (el niño no). Luego hay motines a bordo…
    Por cierto, odio el concepto “menú infantil”. Es, por definición, asqueroso. Si salimos, a mi hijo le pedimos medio plato de comida normal y punto, sobre todo de pescado (y no se crean que no ha sido fácil acostumbrarlo en este sentido, pero el que algo quiere…)
    Un saludo!!

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