Dieta mediterránea (6): parafernalia mediterránea y nutricionismo, la misma historia

Anteriormente en este monográfico sobre la dieta mediterránea:

Parafernalia mediterránea y nutricionismo, la misma historia

Dieta mediterránea para perrosBien, ya has visto de dónde viene y cómo se ha gestado el concepto que a nivel popular tenemos de la dieta mediterránea. Lo demás es fácil de adivinar, más que nada porque lo estamos viviendo en nuestras propias carnes.

La explosión mediterránea ha terminado fructificando en una serie de alegaciones casi paranoicas sobre alimentos, productos y sistemas dietéticos que utilizan como ariete la salud, la cultura, las tradiciones y, en definitiva, el buenrollismo con el fin de derribar las murallas de un siempre mermado espíritu crítico entre los consumidores, para que de esta forma se termine comprando/consumiendo el alimento/producto/sistema de turno.

Pero resulta que la dieta mediterránea no es así o no consiste solo en eso. Bien entendida no es una “dieta” tal y como la población general entiende esta palabra, y sí más como la guisaron a fuego lento el matrimonio Keys. La “dieta mediterránea” en su relación con la salud, alude en esencia al concepto etimológico del término “dieta” que proviene del griego diaita, es decir, “manera de vivir”. No es lo que se come. O mejor dicho, no es solo lo que se come, o lo que se come es tan solo una parte, quien sabe si tan, menos o más importante que el resto de elementos que intervienen en ese estilo de vida con el que al final tratamos de autoreportarnos más salud.

Sin ánimo de mostrarme de acuerdo con todos y cada uno de los consejos clave contenidos en los libros del matrimonio Keys a fin de mantener y/o alcanzar un adecuado estado de salud, pero sí firmemente alineado en su mensaje general, déjame que los enumere (ya te digo de antemano que algunos son muy matizables a la luz de la más reciente evidencia/desconocimiento). Esta es, textualmente, la síntesis que el matrimonio Keys hacía del constructo mediterráneo en aras de la salud en su libro Eat well and stay well. The mediterranean way:

  1. Evite la obesidad; si usted es ya obeso, adelgace.
  2. Restrinja la cantidad de grasas saturadas en los alimentos por ejemplo aquellas provenientes de la carne de vacuno, cerdo, cordero, salchichas, margarina, otras grasas untables, así como la grasa de los lácteos.
  3. Elija los aceites vegetales antes que cualquier otra grasa sólida y, en cualquier caso, no aporte más del 30% de sus calorías totales en forma de grasa (o lípidos)
  4. Promueva el consumo de verduras, hortalizas, frutas y de lácteos desnatados.
  5. Evite el consumo abusivo de la sal y de los azúcares refinados.
  6. Una correcta alimentación no depende de fármacos [entiendo que incluye suple o complementos] ni de sofisticaciones.
  7. Realice una cantidad considerable de ejercicio y procúrese un ocio activo [más que sedentario]
  8. No pierda de vista el tabaquismo, el consumo de bebidas alcohólicas, los excitantes ni el estrés laboral.
  9. Realícese revisiones periódicas en el médico pero tampoco sea especialmente hipocondríaco.

¿Alguien ve en estas “pequeñas claves” alguna referencia explícita a las salutíferas bondades del aceite de oliva, el consumo de vino o de cualquier otro alimento concreto? Y, llegado el caso ¿se mencionan de alguna forma los ácidos grasos mono o poli insaturados, el resveratrol del vino, el licopeno del tomate, los antioxidantes, la fibra y las vitaminas de frutas y verduras y demás zarandajas incomprensibles para la mayor parte de los mortales? La respuesta, no hace falta que me lo digas, es no. No.

Si hay un mérito que a mi modo de ver se les ha de reconocer al matrimonio Keys es la sencillez a la hora de transmitir su legado mediterráneo, realizado sin tecnicismos y sin caer en el nutricionismo, una corriente tristemente tan en boga hoy en día como, casi, en aquel entonces. Hoy, tal y como dice un compañero, ya no compramos naranjas sino vitamina C y así mal vamos.

Con aspectos muy matizables a día de hoy con respecto a sus recomendaciones, los Keys nos hicieron llegar un mensaje sencillo, en líneas generales válido, que ha sido completamente desvirtuado fruto, la mayor parte de las veces, de los intereses comerciales y sus habituales descontextualizaciones.

Por lo que a mí respecta, el método mediterráneo, la dieta mediterránea si lo prefieres se puede sintetizar en tres grandes consejos:

  • Muévete (más de lo que hoy lo haces).
  • Come lo justo (menos de lo que hoy lo haces) y disfruta haciéndolo. Si en algo se hacía hincapié en los libros de los Keys aparte de su particular guerra anti-grasas saturadas, era el tema de la frugalidad.
  • Incorpora más alimentos de origen vegetal.

Bien, ya lo he dicho. Ya puedes lapidarme si quieres.

Frente a esta síntesis particular que hoy hago yo tenemos snaks o aperitivos mediterráneos que, por ejemplo, no han visto ni de lejos el aceite de oliva o que lo único que aportan es sal de Formentera como único aliciente mediterráneo. Tuvimos otros snaks mediterráneos que sobre el papel sí que tienen aceite de oliva, pero que ya ves tú la mediterraneidad del asunto. Tenemos (o tuvimos ya no lo sé) refrescos mediterráneos a base de gaseosa. Tenemos aromas de yogur mediterráneo para que la industria “aromatice” sus productos con ese toque mediterráneo tan particular (que vete a saber cuál es). Tenemos yogures con zumo de frutas mediterráneo. Tuvimos una IGP de carne cordero (Ternasco de Aragón) que osó tildar en anteriores acciones publicitarias su producto como “el cordero mediterráneo”. Tuvimos una empresa que comercializa pizzas a domicilio en cuyas cajas se podía leer textualmente: “queso, cebolla, tomates, aceitunas, pimientos, champiñones, harina de trigo…: ¡esto es dieta mediterránea! Hoy tenemos pizzas industriales “mediterráneas”. También tenemos unos aberrantes sistemas de detección de intolerancias alimentarias basados en la dieta mediterránea… tenemos, tenemos, tenemos… por tener, tenemos incluso comida industrial para perros basada en la dieta mediterránea y tenemos, como no, la versión que de la dieta mediterránea hacen muchos consumidores, valga el ejemplo de Manolo (¿te acuerdas de Manolo?)

Y por tener tenemos incluso una tentativa de poner letra al himno de España con la dieta mediterránea como leitmotiv cuando este tipo de iniciativas cobró cierta importancia hace años. ¿Quieres verla? Bien, tú lo has querido

Paaaaaan con aceite, morcilla y jamón, viva la dieta del mediterráneo. Gazpacho, lentejas, buen vino de la tierra, atún y boquerón; marisco y chuletón; dulce de almendras y miel, fruta fresca, brandy, orujo, cava y siesta en el colchón…

[Qué grandes… no me extrañan nada los despistes de Manolo]

¿De verdad crees que todas estas cosas, y muchas otras que por cuestiones de espacio no cito, tienen algo que ver con el verdadero espíritu de la “dieta mediterránea”? Yo no.

Acabo el capítulo de hoy no sin antes emplazarte a la última entrega de esta larga saga mediterránea en la que abordaré las cuestiones culturales. Cuestiones en las que las tradiciónes, el legado cultural, la alianza de civilizaciones y demás sensiblerías (incluidas algunos más que cuestionables aspectos religiosos) terminan haciendo juego en este extraño tutifruti mediterráneo para mezclarse con la salud, los datos epidemiológicos y demás. Terminaremos, tal y como anuncié en la UNESCO

Continuará…

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Imagen: Gentileza de @EstoNoEsComida vía Twitter (¡gracias!)

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