no seré yo quien diga que tras los problemas nutricionales que acogotan a nuestra sociedad, más en concreto, tras la obesidad, hay un problema de pérdida de habilidades culinarias por parte de los ciudadanos. no diré yo que si todos supiéramos cocinar no habría obesos y obesas o no, al menos, con la prevalencia con la que se presenta esta circunstancia en nuestras vidas.
y no lo digo porque es difícil, además de terriblemente arriesgado, hacer este tipo de asociaciones “causales” a partir de la mera observación, y por tanto no lo voy a hacer. pero déjenme decir, eso sí, lo que me pide el cuerpo, que no es otra cosa que transmitir la sensación que se me queda desde esta humilde, pero cada vez más sólida atalaya desde la que observo estas cuestiones.
creo que si prestáramos un poco más atención a las cuestiones culinarias otro gallo nos cantaría, digamos que otro gallo con mejor voz. no pretendo desairar a nadie y, mucho menos al colectivo del género femenino, pero uno de los cambios más radicales que se han producido desde, por ejemplo, hace medio siglo hasta esta parte es que ha desaparecido la ineludible figura que en el marco de una familia, casa u hogar se encargaba de comprar de forma adecuada, preparar los alimentos, cocinar, articular los menús a lo largo del tiempo y, como no de dispensar dichas viandas. que ésa figura de la que hablo fuese encarnada de forma sistemática por una mujer es a lo que no encuentro mucho sentido. pero todavía se lo encuentro menos a que su ausencia haya implicado, en general, un cese en la realización de las funciones mencionadas. lo que quiero decir es que con todo el espíritu de caricaturizar la realidad sin malicia alguna, hoy la gente se casa o se arrejunta y resulta que ni él ni ella (o ni él ni él, o ni ella ni ella) saben por dónde se agarra una sartén. y así el rutinario e ineludible trámite de la comida diaria es solucionado en el comedor de la empresa, con algún chupi plato preparado ready-to-eat adquirido en el súper de la esquina o con un telefonazo a thunderpizza o similar.
les pongo un par de ejemplos. el primero se trata de una cutre encuesta relámpago -a mano alzada- que hice la semana pasada entre 50 alumnos de la universidad. los estudiantes: de enfermería; el curso: 2º; la pregunta: ¿quién sabía hacer un huevo pasado por agua?; la respuesta: 6 manos arriba. un pelín desconcertado por el resultado, repetí quiénes de verdad sabían hacer un huevo pasado por agua, y la respuesta, la misma, 6 de entre 50 estudiantes universitarios de unos 21 años de media sabían hacer un huevo pasado por agua. vaya desde aquí un cariñoso saludo a estos estudiantes.
el segundo ejemplo más mediático. la televisión: “canal extremadura”; el programa: “la tarde de extremadura”; actores: un cocinero profesional y una reportera… una reportera, sin más; la cuestión: rebozar merluza. el resultado el que sigue
una realidad de difícil solución ya que que mientras así andamos nosotros, no se facilita para nada, más bien al contrario, que las cosas cambien. las transformaciones acaecidas en los “tiempos modernos” en relación a las jornadas laborales y escolares, la lejanía de puestos de trabajo y colegios con respecto al lugar de residencia, etc. favorece que cada cual coma fuera de casa, que nuestros hijos no vean cocinar, cocinar de verdad y que, por tanto, en este sentido el futuro no sea demasiado halagüeño. siempre hay excepciones, sólo quería hacer destacar este hecho que en mi opinión representa una tendencia general.
y hablando de “tiempos modernos” no me resisto a dejarles este ilustrativo clásico. un fenómeno.
y por cierto, no me confundan, no. no soy de los que propondría una vuelta a las cavernas con niños, niñas y mamás cavernícolas y aguerridos papás cazadores de mamuts. no van por ahí los tiros. quizá un poco más de tiempo familiar, cuando se disponga de él, e interés parental (tanto del padre como de la madre) sobre estas cuestiones que hoy se mirán con cierto desdén y como “menores” (cuando no lo son) serían parte de la solución.