hace pocos domingos volvía por la tarde a casa con la familia después de haber pasado un día por ahí. había que comprar pan para la cena (en mi casa se consume no poco pan) y en estas que me fui a ver donde podía encontrar un pan más o menos decente siendo que mi panadería “de siempre” estaba ya cerrada.
dirigí mis pasos hacia una de esas franquicias que tiene el pan como centro y reclamo del negocio, pongamos que se llama chupipán y que además no hace mucho ha diversificado su oferta con una nueva línea de panes, pongamos que se llama good-baking… tradición, calidad, mayores valores nutricionales y todo eso como justificación. tienda vacía. entro y se establece el siguiente diálogo con la “panadera” (textual):
– hola, buenas tardes quería pan… un buen pan ¿qué es lo que tienen o les queda?
– uuuuy, muchas cosas, nuestra línea good-baking es estupenda y maravillosa… tenemos un pan “multicereales”, este de aquí, muy rico; también tenemos la barra “tradición” sin ningún tipo de aditivos… pero el mejor de todos es este de aquí, el “pan de espelta”, es el mejor porque quita todos los dolores…
yo no sé o no puedo levantar una ceja y aportar a mi cara un aspecto circunspecto e inquisitorial (cosa que siempre me ha dado mucha envidia), así que no tuve otro remedio que intervenir de palabra
– ¿perdón…?
– … (silencio)
– ¿dice usted que este pan “quita todos los dolores”?
– sí, sí, de reúma, de las articulaciones, de espalda, etcétera, cualquier dolor
– ¡vaya! entonces ¿habrá que cerrar las farmacias, no?
– no hombre no, no te quita los dolores inmediatamente sino que si se consume de continuo, a la larga, produce esos efectos…
– perdone mi osadía, ¿pero eso como lo sabe?
– aquí vienen todos los días personas mayores pidiendo este pan porque se lo ha recomendado su médico o su nutricionista… y claro si ellos lo recomiendan será por algo.
– yo soy nutricionista
– ¡ah! estupendo, entonces sabrá de lo que le estoy hablando…
– no, ni idea, ilústreme
– bueeeeeeno (serás un nutricionista de medio-pelo, debió pensar) es que la espelta es un cereal ancestral y natural que tiene muchos nutrientes… ¿es que usted no lo recomienda?
– no. bueno, no se preocupe demasiado por mí, que es domingo y no conviene… deme dos barras del de tradición por favor, ya le pondré yo los “aditivos”. ¿qué le debo?
– 2,20 euros (con cara de no haberla pillado, pero mosqueada)
– gracias, buenas tardes.
a continuación de vuelta hacia casa me topé con una heladería de las de antes y pensé, qué demonios, un día es un día, vamos a ver qué helados tienen y les doy una sorpresa a mis chicas (mujer y dos hijas, preciosas todas)
– hola, buenas tardes ¿qué le pongo?
– hola buenas, déjeme que eche un vistazo por que desde luego hay que ver la variedad que tiene usted aquí (realmente, no suelo frecuentar las heladerías, y cuando lo hago siempre me asombra como han evolucionado los sabores que yo recordaba de otro tiempo: fresa, limón, chocolate, vainilla, nata… y poco más)
– ¡caramba, veo que tiene usted helado de bayas de goji!
reconozco que venía un pelín calentito de la panadería y con cierto espíritu de cachondeo, así que lancé mis redes a ver si pillaba algo en río revuelto… y me llevé una (agradable) sorpresa:
– ¿qué es eso de las bayas de goji? pregunté
– sinceramente una chorrada más que al parecer ahora tiene bastante tirón por aquello de la salud
– ¿a sí? ¿y qué beneficios se le atribuyen?
– imagínese cualquiera… pues ése que tiene en mente se le atribuye, cualquiera.
– ¿y funciona?
– ¿habla en serio?
– ¿está rico?
– a mí no me gusta nada
– entonces, ¿porqué lo hacen?
– porque se vende más o menos bien… estoooo, bueno, ¿va a querer algo o no?
– sí, sí, perdone. mire, me va a poner dos tarrinas pequeñas mezcladas, una de helado de jerez con pasas y helado de galleta; y la otra con helado de limón y fresa a partes iguales.
– ¿qué le debo?
– 4,80 euros
– ay disculpe, póngame también cuatro cucuruchos de barquillo… ¿qué le debo?
– ya le he dicho: 4,80€
– ¿no cobra el barquillo?
– no
– muchas gracias
– gracias a usted, adiós
en el camino a casa pensaba en estos dos breves encuentros y la muy diferente forma que tenían dos comerciantes de dirigir sus negocios a pesar de la aparente similitud. todo ello teniendo en cuenta que casi a buen seguro la “panadera” era una empleada y el de la heladería el propietario. ya sabes lo que opino de estas cosas así que no te sorprenderá la nota que en su labor comercial atribuiría uno y otro trabajador.
para la empleada de chupipán un 7 sobre 10: entrega, ganas de vender, proactiva. no le pongo un 10 porque evidentemente sus argumentos eran simples y, llanamente, mentira. al propietario de la franquicia de chupipán un 0 sobre 10: no tiene ni puñetera idea o intención de formar a sus empleados de forma adecuada dando un servicio y un producto digno con una información veraz. al empleado, y todo apunta que propietario de la heladería, un 10: tenía pinta de ser uno de esos tipos con el que, al menos un servidor, se iría bien a gusto de cañas.
nota final: el pan estaba razonablemente bueno, la textura, olor y sabor eran bastante aceptables o incluso como digo buenos, el aspecto podría ser mejorable (la corteza inferior presentaba esos puntitos de rejilla que no soporto). lo mejor del pan: que al día siguiente seguía manteniendo la compostura. y en cuanto a los helados… increíbles, no te cuento como estaba la mezcla del helado de jerez con pasas con el de galleta. y eso que sobre el papel a mí no me gustan demasiado los helados. las nenas quedaron encantadas; y que te diré yo de cómo me quedé después de recibir sus besos y abrazos.
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imagen: rakratchada torsap vía freedigitalphotos.net