Y tú, ¿eres un cocinero “coñazo”?

Cocinero enfadado 2

Te lo pregunto porque yo sí lo soy. Aunque me pese. Para entender a qué me refiero en concreto con lo de cocinero “coñazo” o pelmazo, no se me ocurre mejor ejemplo que el de su análogo, el conductor “coñazo”, figura que la mayor parte de personas no dudan en saber reconocer. Ese conductor al que me refiero (y que seguro tú conoces) es el que cuando viaja de acompañante, en cualquiera de las plazas del vehículo, está constante, insistente y cansinamente dando consejos a quien en ese momento conduce. O más directamente diciéndole cómo tiene que conducir:

cambia de carril…

cuidado con el coche rojo de la derecha…

arranca ya que el semáforo lleva verde dos minutos…

acelera… o frena, etcétera.

¿Ya tienes claro quién es un conductor “coñazo”? Pues el cocinero ídem igual:

espera a que el aceite esté más caliente…

saca ya la pasta del agua que se va a “pasar”…

es mejor cortar la patata así y no asá….

es mejor que a la hora de rebozar en el huevo batido pongas un poco de agua (o de leche)…

el horno no tan fuerte (o más fuerte), etcétera.

Imagino que es en este momento, cuando mi santa esposa lea estas líneas, cuando le esté empezando a gotear el colmillo, mientras se relame con lo que me va a decir cuando me vea. La razón es sencilla de entender, ella es la persona sobre la que suelo descargar mis comentarios más pelmas cuando es ella la que cocina. Que conste que yo suelo cocinar más que ella (aunque es probable que ella discrepe de esta valoración) Ya he reconocido que soy un cocinero “coñazo”. Mea culpa. Pero es que no lo puedo evitar.

Que se me haga tan difícil el reprimirme también es fácil de comprender. Volvamos al tema del conductor. No tengo problemas en reconocer que yo también lo era antes, pero en esto he cambiado, ni dirijo consejos a la persona que conduce y ni tan siquiera los pienso (salvo que sea algo flagrante). No sé por qué he cambiado en este terreno, a lo mejor porque suelo coincidir como pasajero con conductores más o menos hábiles o bien porque, de perdidos al río, ante un posible accidente tengo una suficiente (quizá excesiva) confianza en todos los sistemas de seguridad que hoy por hoy llevan casi todos los coches. Imprudencias aparte. Esas sí que no las tolero.

Que este mismo cambio no se haya producido en mi persona en el marco de una cocina quizá dependa de que ante un plato mal cocinado no hay mecanismos de seguridad que valgan, es lo que hay y te lo tienes que comer. Y como me gusta comer bien (cada uno verá qué considera por comer bien) y en casa nos cuesta mucho tirar algo de comer pues de ahí, quizá, que me cueste refrenarme cuando veo que algo en la cocina va a acabar en un resultado alejado del óptimo.

A quien tengo verdaderamente frita con esto de ser un coñazo en la cocina es a una mujer extranjera que realiza algunas labores domésticas en casa de mis suegros. Entre esas labores figura el cocinar. Pero es que no es para menos. Te cuento, y si quieres puedes reírte como normalmente sucede cuando cuento esta anécdota.

Un buen día (de los primeros en entrar en la casa esta mujer) tenía que preparar unos filetes de ternera empanados que eran enormes, es decir, la pieza  de carne de la que habían loncheado los filetes era muy grande y por tanto los filetes eran larguísimos. Para hacerlos contaba con: aceite, huevo, pan rallado y una sartén de unos 22 cm de diámetro. En estas que en plena faena entro yo en la cocina y me veo a la mujer con medio filete dentro de la sartén con el aceite y la otra mitad, la que sobresalía, sujetándola, en el aire y fuera de la sartén, con un tenedor. Un poco enfadado (no era su primera tropelía culinaria), le digo que no, no y no… que lo que hay que hacer es “cortar” los filetes para que quepan en la sartén (¿sencillo, no?). Creyendo que mis explicaciones serían suficientes como para que entendiera, me fui. Craso error. Al volver a la cocina me encuentro con filetes redondos… precisamente del diámetro de la sartén. Y además con un montón de recortes fruto del redondeo de los filetes XD.

En fin, tengo el consuelo de que ser un cocinero “coñazo” implica al menos ser un tipo de cocinero, es decir, dedicarle un tiempo a la cocina y todo lo que ello implica en el perfil de los menús cotidianos, la transmisión de ese conocimiento a tus hijos, etcétera. Así que, a menos que sea del tipo “malo” te animo a que se pueda decir de ti que eres un/a cocinero/a (“coñazo” o no, de momento eso es lo de menos) y a que dediques más tiempo a estas cuestiones culinarias.

Por cierto, si tienes algún tipo de anécdota culinaria que contarnos, seguro que nos divierte y enriquece. Los comentarios están a tu entera disposición.

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Foto: imagerymajestic vía FreeDigitalPhotos.net