¿Conoces el mal llamado, pero muy rico, arroz salvaje?

Hoy no voy a despotricar, voy a ser bueno y me voy a centrar en loar las virtudes, más organolépticas que nutricionales, de un producto relativamente poco conocido. Se trata del denominado popularmente como “arroz salvaje”. Siendo puristas, esta nomenclatura no se ajusta a la realidad ya que los granos que normalmente se nos venden bajo esta denominación pertenecen a una especie que si bien es de la familia Poaceae, como el arroz, no comparte género con este. Como bien sabrán el arroz pertenece a la especie Oryza sativa, sin embargo las especies que se nos vendes como “arroz salvaje” pertencen al género Zizania, y más en concreto a dos especies características, Zizania palustris y Zizania aquatica.

 

Como se puede comprobar se trata de otra planta, de otra especie y por tanto de otro producto aunque por su similitud en la forma con el arroz de toda la vida nos referimos a él como “arroz”. Lo cierto es que recibe muchos otros nombres, que sí le son “propios” aunque aquí en España casi no se utilcen. Así, el “arroz salvaje ” se llama en realidad “manomín“, “zizania” o “grano de agua“.

En realidad es un producto poco utilizado y conocido en nuestra cocina diaria pero eso no quita que, al mismo tiempo, se pueda encontrar con cierta facilidad en algunos supermercados. Hace unos años, algunas “marcas blancas” de algunas firmas distribuidoras de alimentos lo comercializaban tal cual y supongo que por el poco tirón de sus ventas, pasaron a comercializarlo mezclado con otros tipos de arroces. Eso sí el precio no lo cambiaron y siendo como es un producto relativamente caro si lo comparamos con el arroz, el que te lo “adulteren” (entiéndase la expresión) con arroz normal, como que no es de recibo. Sin embargo, por lo que yo al menos conozco, aún se puede encontrar “arroz savaje” tal cual y sin más en paquetes de 250g a razón de unos 3€ y pico (ya decía que no es económico si lo comparamos con el arroz).

En mi caso he de reconocer que no lo conozco hace mucho, sólo desde hace unos 5 años, pero me he aficionado a él, cuenta con un aromático perfume (a mí me recuerda al del té negro) y si se cuece de forma adecuada, “al dente”, resulta crujiente y muy agradable. En mi caso lo suelo consumir mezclándolo con otras preparaciones de arroz blanco y/o integral en la misma receta. Combina a la perfección con arroces de verduras (apio, cebolla, zanahoria, pimientos variados, setas…) y me gusta saltearlo con salsa de soja, o acompañarlo con un curry casero o con “ras al honut“. Sirve como entrante, aunque también puede servirse en ensaladas o como acompañamiento de carnes, huevos o pescado, teniendo así un suculento y completo “plato único”.

 

A la hora de cocerlo, como siempre lo acompaño de otros arroces, lo que suelo hacer es ponerlo en el agua “en frío” al tiempo que pongo esta a hervir en la cazuela, luego, cuando hierve, añado el arroz normal, dejo cocer los normalmente 10 minutos que requiere el arroz que habitualmente uso, escurro pasado este tiempo y a saltear como más nos guste, apetezca o podamos (en virtud de los ingredientes que haya por casa)

Desde un punto de vista nutricional de este producto destaca en comparación con el arroz blanco tradicional, por su riqueza en proteínas (hasta un 11% frente al 7% del blanco, todo ello en crudo) y sobretodo por el aporte de fibra: 6,1g de fibra en 100g de “arroz salvaje”, frente a los 0,3g en el arroz pulido y los 1,2g en el integral.

Si gustan, que lo disfruten.

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Foto 1: Fujoshi

Foto 2: Brocco Lee