Los alimentos ecológicos, esos alimentos

En la breve pero intensa trayectoria de este blog aun no había tenido la ocasión de tratar el tema de los alimentos ecológicos. Y ya toca. El tema en sí, tal y como sucede con el de los alimentos transgénicos, no suele dejar indiferente a nadie. Es más, y ya que menciono a los transgénicos, se suele dar una curiosa asociación de opiniones: quien se manifiesta abiertamente antitransgénico suele ser al mismo tiempo entusiasta proecologista (siempre en relación con los alimentos)… así que me temo que la entrada de hoy será polémica.

Lo cierto es que tenía material para haber abordado la cuestión ecológica mucho antes de hoy, pero la reciente noticia de la publicación de un artículo científico en el que se aportan datos sobre el valor nutricional de los alimentos ecológicos hace idónea la entrada de hoy.

¿Qué es un alimento ecológico?

Según la legislación vigente (REGLAMENTO (CE) NO 834/2007 DEL CONSEJO de 28 de junio de 2007 sobre producción y etiquetado de los productos ecológicos y por el que se deroga el Reglamento (CEE) no 2092/91) se considera que:

“La producción ecológica es un sistema general de gestión agrícola y producción de alimentos que combina las mejores prácticas ambientales, un elevado nivel de biodiversidad, la preservación de recursos naturales, la aplicación de normas exigentes sobre bienestar animal y una producción conforme a las preferencias de determinados consumidores por productos obtenidos a partir de sustancias y procesos naturales. Así pues, los métodos de producción ecológicos desempeñan un papel social doble, aportando, por un lado, productos ecológicos a un mercado específico que responde a la demanda de los consumidores y, por otro, bienes públicos que contribuyen a la protección del medio ambiente, al bienestar animal y al desarrollo rural.”

En resumen, se trataría de un tipo de producción agrícola a la que suele atribuirse la calidad de “natural” (sea lo que sea que este término pueda sugerir en el imaginario popular) y que se caracteriza por no utilizar ningún producto químico de síntesis tales como pesticidas, herbicidas “químicos”, hormonas de crecimiento o fertilizantes “artificiales”. Este tipo de agricultura tiene a gala el utilizar materiales orgánicos, “naturales” y/o reciclados y el trabajar bajo el principio de la rotación.

 

Pero lo que en verdad nos interesa: ¿son mejores, son más nutritivos?

Si hubiera tenido que responder a esta pregunta hace uno o dos años hubiera dicho lo mismo que hoy, que no, y para apoyar esta respuesta me habría remitido a las conclusiones de la revisión sistemática de Dangour y colaboradores del año 2009 que puso bajo la lupa los estudios que se cuestionaban el valor nutricional de los productos de origen ecológico en comparación con los “convencionales” o no ecológicos. En esta revisión de la literatura científica sus conclusiones dejan poco margen para la duda:

“En base a esta revisión sistemática de aquellos estudios de suficiente calidad [científica], no hay pruebas de que existan diferencias en la calidad de los nutrientes entre los alimentos orgánicos y aquellos producidos de manera convencional. Las pequeñas diferencias en el contenido de nutrientes se podrían explicar fácilmente a partir de las esperables diferencias  biológicas y dependen de los diferentes métodos de producción.

Pero además, a día de hoy (y pasando por encima de otros artículos con similares conclusiones) contamos con más evidencia que, de nuevo, vuelven a coincidir en los resultados anteriores. Se trata de otra revisión sistemática de la literatura científica que en este caso aborda una doble cuestión: Averiguar qué se sabe actualmente en cuanto a lo seguro y saludable que son los alimentos ecológicos en comparación con los convencionales: “Are Organic Foods Safer or Healthier Than Conventional Alternatives?: A Systematic Review” de Smith-Spangler y colaboradores. Y las conclusiones, también bastante claras:

“Según la literatura [científica] publicada no existe evidencia alguna de que los alimentos orgánicos [o ecológicos] sean mucho más nutritivos que los alimentos convencionales. Por otro lado, el consumo de alimentos orgánicos puede reducir la exposición a los residuos de plaguicidas y de bacterias resistentes a los antibióticos.

Es decir, pese a haber sido (y seguir siendo) un argumento “de venta” frecuente, los alimentos ecológicos no son más nutritivos que aquellos convencionales.

¿Y son más seguros?

Y en cuanto a su seguridad pues es una mera cuestión de estadística. Es cierto que el día a día nos deja con más alertas alimentarias motivadas por alimentos convencionales que las ocasionadas por los ecológicos, pero cuando se divide la cantidad de alimento producida (según el tipo de producción) por el número de alertas que genera, resulta que los ecológicos salen perdiendo a todas luces, es decir, proporcionalmente generan más alertas que los convencionales. Y con frecuencia más graves… o si no en qué tipo de producción creen que se originó la crisis de los pepinos del pasado año.

En resumen

No estoy en contra de los productos ecológicos ni mucho menos, pero tampoco me voy a creer todas las sandeces que sobre ellos se dicen sin mayores pruebas que el interés del productor por venderlos. A mí también me molaría que la idealizada imagen que muchas personas tiene de “la naturaleza” fuera real y pudiéramos vivir todos en este planeta (más de 7.000 millones de almas) en idílicas cabañas al pie de lozanas praderas, junto a ríos cantarines de aguas cristalinas y que pudiéramos ir descalzos en un eterno y primaveral día soleado a beber el agua de dicho río mientras saludamos de forma jovial a los osos y a las ardillas que del bosque salen a nuestro encuentro… Como decía, también me molaría, pero no es posible. En algún momento habrá que darse cuenta que las utopías son eso, situaciones irreales (aunque chulas) y que sale a cuenta (la de la salud, la de la cartera, la del bien común, etc.) ser un poco más pragmático.

 

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Foto 1: smith

Foto 2: Donald Macleod

Foto 3: Wolfram Burner