El cajón “desastre” de las enfermedades crónicas intestinales (inflamatorias o no)

Dolr de estómago retrete_David Castillo DominiciLa denominación genérica de “Enfermedad Inflamatoria Intestinal” (EII) acoge dos dolencias con características comunes y definidas: ambas cursan con una inflamación del tracto digestivo (demostrable a través de distintas pruebas diagnósticas) y, además son de carácter crónico. Estas patologías se conocen más frecuentemente como la Enfermedad de Crohn (EC) y la Colitis Ulcerosa (CU). La principal diferencia entre ambas es la zona de afectación, mientras en la EC la totalidad del tubo digestivo puede estar afectado (desde la boca hasta el ano), en la CU dicha inflamación se centra casi exclusivamente en el colon, la parte final del tubo digestivo.

Además de los mencionados trastornos, EC y CU, existe también el denominado Síndrome de Intestino Irritable (SII), que aunque comparte gran parte de la sintomatología de la EC y la CU, existe una gran diferencia con ellas: En el SII la medicina no encuentra anomalías en las exploraciones objetivas que se realizan sobre los pacientes. Es decir, en estos casos la inflamación no queda patente. Así, los pacientes de este SII se sienten especialmente desesperados y según muchos de los afectados por este problema manifiestan que cuando se les diagnostica de SII se les hace pasar a una especie de cajón de sastre al que van a parar aquellos pacientes que, aunque aquejados de unos síntomas bien definidos, se quedan sin un diagnóstico definitivo por falta de evidencias objetivas. Dicho de otra forma, normalemente el diagnóstico de SII suele reslizarse tras un descarte de otras enfermedades. Al menos en el caso de EC y de CU parece que tras la inflamación característica subyace una reacción auto-inmune de origen aun desconocido; sin embargo, en el caso del SII, al no haber inflamación aparente las causas son todavía más inciertas.

Uno de los mayores problemas que presenta el tratamiento de estas enfermedades es que sus síntomas son extremadamente variables. Tanto entre los distintos pacientes como en un mismo paciente a lo largo del tiempo y consisten generalmente en dolor abdominal, diarreas con o sin moco y sangre, estreñimiento, fisuras y úlceras, cansancio, falta de apetito, fiebre, pérdida de peso y distensión abdominal. Si bien, como ya se ha comentado, no hay ningún tratamiento que por el momento asegure una curación, en la mayoría de los casos los síntomas sí pueden ser bien controlados a través de la medicación y de las recomendaciones dietéticas (que variarán de persona a persona y del momento en el que se halle).

Como las EII y el SII afectan al tracto digestivo los pacientes que padecen estas enfermedades pueden presentar con no poca frecuencia diversas deficiencias nutricionales. Éstas carencias son debidas fundamentalmente a que muchos enfermos comen poco y mal porque la enfermedad les quita el apetito o bien porque exista cierto miedo a comer ya que al hacerlo los síntomas rebroten. Así mismo, y debido a la alteración de la función intestinal las deficiencias pueden deberse a problemas de asimilación de los distintos nutrientes. Ya sea por cualquiera de las causas mencionadas o por combinación de ellas, las deficiencias nutricionales se pueden poner de manifiesto de múltiples maneras, en forma de pérdida de peso, anemia, descalcificación de los huesos, falta de vitaminas, retraso del crecimiento en niños y adolescentes, etc. En consecuencia, los aspectos dietéticos del tratamiento de estas enfermedades adquieren gran importancia, en especial, cuando en muchos casos los pacientes limitan su dieta sin una base científica sólida.

Partiendo de la base de que la dieta por si sola no puede curar ni controlar las EII ni el SII, existen ciertas modificaciones en el tipo de alimentación que podrían ser efectivas siempre en relación con cada caso y en determinados momentos.

Recomendaciones en los periodos de remisión o “tranquilidad”

En líneas generales la mayor parte de los pacientes aquejados con cualquiera de estas enfermedades pueden y deben seguir una dieta normal, salvo que cuenten con una prueba concreta positiva en relación a alguna intolerancia, alergia, etc. Dado que no existe ninguna prueba científica que de modo general relacione la ingesta de un determinado alimento o grupo de alimentos en el desencadenamiento de las EII ni en el SII, la mejor recomendación que se puede hacer en este sentido es seguir un patrón de alimentación equilibrado, al estilo de la conocida como dieta mediterránea. En cualquier caso, se pueden seguir dietas de exclusión en función de experiencias anteriores bien argumentadas. Probablemente, la única excepción a esta forma de comer libre la constituyan los pacientes de EC con estenosis intestinales persistentes en los que es aconsejable una alimentación baja en residuos (sin fibra insoluble y baja en fibra soluble) incluso en las épocas de tranquilidad.

Recomendaciones durante los “brotes”

Los enfermos aquejados de EC, CU o SII deberán evitar sólo aquellos alimentos que de manera indudable aumenten sus síntomas, comprobado a través de una experiencia personal bien documentada y consultando con su médico. Esto es así porque la aparición o empeoramiento de síntomas tras la ingestión de un alimento concreto puede ser una pura casualidad. Por lo tanto, si invariablemente se “le echa la culpa” de todo síntoma al alimento previamente ingerido, se corre el riesgo de acabar haciendo una dieta excesivamente monótona además de deficitaria.

En relación a estas exclusiones sistemáticas hay dos tipos de alimentos que son motivo de muchas dudas entre los pacientes: los lácteos y los alimentos ricos en fibra.

Los lácteos están frecuentemente en el ojo del huracán de estos pacientes por que la intolerancia a la lactosa que padecen algunas personas comparte, frecuentemente, los síntomas de estas dolencias (pesadez, hinchazón, gases, diarreas, etc.). Según el conocimiento científico actual ningún componente de la leche es capaz de favorecer la inflamación intestinal característica de estas enfermedades, desencadenar un brote y, mucho menos, causar la enfermedad en sí misma. Para salir de dudas, aparte de la experiencia personal, sería muy recomendable realizar una prueba concreta de intolerancia a la lactosa.

Con respecto a la fibra sucede parecido, ya que no se ha demostrado que la misma (soluble o insoluble) esté en la causa de la enfermedad o de los brotes. La fibra insoluble produce un bolo fecal abundante poco hidratado, cuestión que puede favorecer la obstrucción intestinal y el estreñimiento en pacientes predispuestos, por lo que en el tratamiento sintomático de estas dolencias que cursen con estreñimiento es recomendable limitar las fuentes de fibra, especialmente la insoluble.

Consejo: Actualmente existen distintas asociaciones de pacientes aquejados con este tipo de dolencias. Si estas en esta situación o conoces a alguien que pudiera estarlo, sería una idea a valorar el contactar con ellas. Este es el enlace a la Confederación de Enfermos de Crohn y Colitis Ulcerosa de España; y este a la Asociación Española de afectados de Síndrome de Intestino Irritable

Nota: Esta entrada no sustituye la consulta con un profesional de la salud. Está confeccionada sólo a título informativo y con la intención de motivar la reflexión.

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Foto 1: David Castillo Dominici vía freedigitalphotos