Los espárragos blancos frescos no crecen en las latas

Pelar espárragos

¡Mediados de mayo y yo aun sin escribir sobre los espárragos!

Ya sabes que en este espacio no te vas a encontrar monográficos de alimentos que hablen de sus virtudes nutricionales y todas esas cosas. Por eso, el volver a hacer protagonista a un producto concreto debiera ponerte sobre la pista del particular aprecio que le profeso.

Pero es que no me resisto, en especial cuando queda patente que a mí alrededor una buena parte de la población no entiende por “espárragos” lo mismo que un servidor. Lo digo por que la mayor parte de la gente sabe que hay dos tipos de espárragos, los verdes y los blancos, eso está claro; sin embargo muchos de ellos se debe creer que los blancos crecen en las latas o se ponen blancos por estar en ellas. Tengo algunos conocidos cercanos que afirman que nunca (repito, nunca) han comido espárragos blancos que no sean de lata o bote, es decir, no conocen los espárragos frescos. Te pongo un ejemplo real como la vida misma.

Supermercado abarrotado de gente, pasillo de las conservas (muy próximo a la zona de frutas y verduras frescas). Entonces, a mí espalda, oigo cómo una mujer joven se dirige a su interlocutor, varón, diciéndole:

¡Mira cariño, ya hay por fin espárragos!

Como eran principios del mes de abril no pude por menos que sorprenderme (difícil encontrar en esa época espárragos de temporada y menos este año que empezó tan tarde) y me di la vuelta. Esta mujer, con su “por fin hay espárragos” se refería a ¡los espárragos de lata!

Más cercano tengo el caso de mi vecina de blog “En busca de una segunda oportunidad” que practicando un recomendable vegetarianismo de baja intensidad (o flexitarianismo) me confesó el otro día que nunca había probado espárragos blancos frescos… frescos solo los verdes.

Aprovechando que este año aun tenéis tiempo si queréis probarlos (el espárrago fresco tiene una temporalidad francamente efímera) quiero dejar claro mi parecer al respecto del valor gastronómico-culinario de los espárragos blancos frescos.

En mi opinión el parecido gastronómico que hay entre los espárragos frescos y los de lata o bote es de un orden de magnitud similar al que se puede establecer en el parecido entre un huevo y una castaña o entre un rodaballo salvaje al horno y los “palitos de cangrejo”, o entre una McHamburguesa y un solomillo de cerdo ibérico a la plancha por poner solo unos pocos ejemplos. Como ves, cosas que a pesar de tener un relativo mismo origen, al final, no tienen nada que ver. Absolutamente nada que ver.

Si quieres probarlos, y te animo a ello, te recomiendo que vayas a una verdulería o a ese tipo de supermercados que se suelen caracterizar por tener “de todo”. La temporada habitual para comprar espárragos frescos va desde principios de finales de abril, principios de mayo hasta mediados de junio. Te sugiero que optes por los espárragos de Navarra, a mi juicio nada que ver con los espárragos frescos de otro origen. Se distinguen porque habitualmente los de Navarra se presentan más “feos”, con una buena parte del tallo (no solo las puntas) y no es infrecuente que aun conserven cierta cantidad de tierra adherida. Calcula cerca de 400g por comensal.

Una vez adquiridos, un precio razonable es de entre 3 a 7 €/kg habrá que lavarlos y pelarlos. Una vez lavados se trata de seccionar los 2 ó 3 últimos centímetros del tallo (por arriba) y sin terminar de producir el corte estirar hacia la punta (hacia abajo) quitando esa parte de la piel. Una vez que el espárrago te haya “dicho” cuánta piel quitar con ese primer corte habrá que pelar desde arriba y hacia abajo el resto de la superficie de cada ejemplar (nota: conforme te acerques a la punta del espárrago hay que eliminar menos piel, las puntas se quedan intactas)

Ya pelados se ponen en una olla exprés y entre 20 y 30 minutos después (dependiendo de su grosor) ya los tendrás listos.

Espárragos (640x233)

 

A los puristas nos gusta comerlos sino calientes al menos si tibios. Para ello, mi forma preferida consiste en poner una ligerísima capa de aceite y vinagre (ambos de la mejor calidad) en la superficie de un plato, servir los espárragos tibios bien escurridos de su agua y acompañar de una buena mayonesa casera… a partir de ahí a disfrutar y a entornar los ojos en cada bocado. Ya me contarás tú si hay o no diferencia con el mejor de los espárragos en conserva.

Por cierto, no tires el agua. Te servirá para hacer otra exquisitez, la crema de espárragos que podrás consumirla tanto en frío o como en caliente. Para ello pon a cocer 3 ó 4 patatas grandes y peladas en el agua hasta que se abran. Añades un chorrito generoso de aceite de oliva, una “nuez” de mantequilla, sal y pimienta al gusto… y a disfrutar de nuevo. Ha de quedar clarita pero al mismo tiempo con cierto cuerpo.

Para los más sibaritas comparto con vosotros una receta que me pasó el otro día mi santa madre por teléfono. Consiste en tener la crema ya caliente, hacer a parte un huevo escalfado, añadírselo a la crema y poner por encima unas gotitas de aceite de oliva aromatizado con trufa. Si además te has reservado unos pocos espárragos para trocearlos e incorporarlos a la crema, mejor que mejor. Creo que me dijo mi madre que esta receta se la oyó o vio o yo que sé a Martín Berasategui.

Y ahora sí que sí #slurpslurp. Vaya que sí.

Crema de espárragos

 

¡Buen provecho!

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Foto 1: franky242 vía FreeDigitalPhotos.net