Habitualmente pensamos que las influencias dietético-sanitarias que nos llegan desde Estados Unidos son siempre negativas y sin embargo hay muchos aspectos en los que deberíamos fijarnos de cómo hacen las cosas y aprender.

Uno de ellos, entre tantos, lo podemos contrastar al observar como la semana pasada distintas instancias de la administración norteamericana han aunado esfuerzos para presentar cargos contra más de cien empresas que se dedican a la fabricación y comercialización de suplementos alimenticios encaminados a la pérdida de peso o a la ganancia muscular y que, a pesar de lo que rezaba en su envase y publicidad….: o no se les podía atribuir ese efecto o su composición estaba adulterada (a sabiendas) incluyendo sustancias y principios activos no declarados en su composición.

Lo de incluir sustancias no declaradas con actividad farmacológica ya lo he contado en varios artículos, por ejemplo este de aquí y este otro, tristemente es un clásico que también se puede ilustrar a partir de la experiencia patria.

Así, en Estados Unidos El Departamento de Justicia se ha asociado con otros actores de la administración, en concreto con la Comisión Federal de Comercio y con la Agencia de Alimentos y Medicamentos (más conocida como FDA), para realizar una revisión continua de los suplementos dietéticos y de este modo poner en evidencia los productos y los fabricante que utilizan alegaciones ilegales o que mienten al respecto de su composición incluyendo ingredientes fraudulentos y peligrosos.

En cualquier caso, con el artículo de hoy no pretendo hacer referencia al tema de la adulteración, no por que no sea peligroso (quizá sea el que más en este orden de cosas) sino más bien a los más abundantes casos, quiero pensar, de alegaciones falsas que hacen pensar al consumidor que está ante un producto que le va a ayudar a adelgazar.

A pesar de que muchos productos “adelgazantes” hoy a la venta en cualquier farmacia o parafarmacia (o supermercado) tratan en apariencia de guardar las formas y ceñirse a la legalidad vigente en cuanto a las alegaciones visibles en su envase, el caso es que en la inmensa mayoría de los casos, se termina haciendo una referencia clara a su poder adelgazante per se, algo que está textualmente prohibido tal y como se recoge en nuestra legislación (artículo 4.2).

De este modo, creo que nuestras autoridades sanitarias deberían tomar cartas en el asunto y siguiendo el ejemplo norteamericano, ponerse manos a la obra para frenar esa vergonzosa estampa que supone ver anaqueles y  estanterías llenas de los más variopintos “productos adelgazantes” y que así mismos así se definen.

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Imagen:  Stuart Miles vía freedigitalphotos.net