Los alimentos no engordan

 

Cuando decimos el plátano, el pan, el beicon, los bombones, la fabada, las uvas etc. (o el alimento que ustedes quieran poner en su lugar) engorda mucho, decimos mal, ya que ninguno de estos alimentos considerados (ni ningún otro) engordan como alimentos que son.

Las cosas suelen ser lo que parecen. Pero otras no. A veces, la expresión oral (o escrita) que empleamos habitualmente no se ajusta a la realidad y, por lo tanto, asumir esa forma incorrecta de hablar implica arriesgarse a cometer otros errores que no se producirían si nos expresáramos mejor.

Los únicos susceptibles de engordar son los seres vivos, los alimentos no. Engorda un caballo, engorda un gato, un perro y engorda una persona, pero los alimentos no. Al hablar sin tener en cuenta esta propiedad se corre el riesgo de demonizar el consumo del alimento al que nos referimos, o si hablamos en contrario (por ejemplo: “la patata cocida no engorda mucho”) de divinizarlo si este fuera el caso. Con ello se propicia la proliferación del ya abundante universo de mitos relacionados con la dietética y la nutrición.

Un hecho inherente a todos los alimentos (menos uno, el agua) es su capacidad de aportar energía tras los procesos de digestión, absorción y metabolización. En este sentido, la caloría es la unidad de energía habitual para referirse a los alimentos y, por tanto, todos los alimentos contribuirán a aportar calorías. Unos más y otros menos.

El error de “los frutos secos engordan”, por ejemplo, consiste en atribuir al alimento los efectos que van a causar en quien se lo coma. Y aunque no cabe duda que va a haber “efectos”, sobre el resultado final (en este caso que el individuo engorde o no con el tiempo) coindicen distintos aspectos que van a tener que ver mucho con ése resultado. No son pocas las ocasiones en las que estos aspectos se pasan por alto o en las que no se les da la importancia que realmente tienen, estos elementos son: la naturaleza del alimento, la frecuencia de consumo, su cantidad, la forma de preparalo y acompañarlo y, como no, las circunstancias concretas del comensal; así a bote pronto.

Por tanto, es más recomendable no usar expresiones como: “Tú no sabes lo que engorda ese plato de espaguetis” o “la cerveza engorda muchísimo” y cambiarlas por el alimento tal o la receta pascual tiene tantas calorías o aporta un valor energético alto, bajo o intermedio.

Para hablar así, algo totalmente recomendable, se hace preciso contar previamente con una cierta formación que nos haga disponer de un punto de referencia sobre el que poder calificar el valor o aporte energético de los alimentos como alto, bajo o intermedio. Hecho que lleva a plantear la pregunta (retórica) de ¿cuál es el alimento que más calorías aporta del mundo? o bien ¿de qué dependen las calorías de un alimento?. Lo hablamos otro día.

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Foto: Dreamstime