Huelga de hambre

En tan señalado día, me ha parecido adecuado el relacionar la palabra que va a estar hoy en boca de todos, la huelga, con las cuestiones alimentarias y la mejor forma que se me ha ocurrido es comentando, aunque sea de forma somera, algunas de las implicaciones fisiológicas y metabólicas que implican el llevar a cabo una huelga de hambre.

Una huelga de hambre es, en general, la abstinencia voluntaria del consumo de alimentos que se lleva a cabo durante un tiempo concreto o con carácter indefinido, como medida de presión hacia quien puede conceder lo que se pide al tomar esta medida. Como es lógico las de carácter indefinido suelen acabar mal, con el fallecimiento del huelguista cuando no se accede a sus peticiones y/o no se le atiende en sus últimas fases.

¿Cuánto puede durar con vida una persona en huelga de hambre indefinida? La respuesta es muy variable ya que depende del estado inicial de cada individuo. En la literatura científica vienen documentados algunos casos de muerte por inanición tras seguir una huelga de hambre. Meyers AW, en 1917 documentó una víctima por huelga de hambre. En aquel caso un hombre perdió el 40% de su peso corporal inicial (75 kg) y murió tras 63 días de rechazar la alimentación, su peso al morir fue de tan sólo 36,4 kg, con un índice de masa corporal de 12,3 kg/m2. Por su parte, Elia M. en 1991 publicó un artículo en el que describía el fallecimiento de algunos prisioneros de Irlanda del Norte en 1981 en un lapso de tiempo de entre 57 y 73 días en huelga de hambre. Estos resultados concuerdan con la opinión general de que en los mamíferos de peso normal la muerte normalmente sobreviene cuando hay pérdidas del 40 al 50% del peso corporal inicial. De todos estos datos se desprende que en función de que el sujeto objeto de la huelga de hambre tenga más reservas energéticas en forma de tejido adiposo, (a medida que sea más obeso) se puede sobrevivir a ayunos por períodos de tiempo proporcionalmente más largos que los sujetos delgados o normopesados. En el artículo mencionado, Elia M., sugirió un tiempo de supervivencia de alrededor de 60-70 días para sujetos delgados y de en torno 200 a 300 días para personas obesas sometidas a ayuno estricto. En el caso de las mujeres, se podría hablar de cifras similares ya que un estudio de Thomson y colaboradores en 1966 puso en evidencia el caso de dos pacientes de sexo femenino con obesidad mórbida que soportaron un ayuno durante un máximo de 249 días durante los cuales descendió su peso un 30% del inicial (en este caso, es cierto, ya no se estaría hablando de huelga de hambre si no del tratamiento de la obesidad a partir del ayuno estricto).

Sea como fuere en el proceso de ayuno se distinguen tres fases de distinta duración a medida que avanza el tiempo. En resumen:

  • Las primeras 24 a 48 horas de ayuno constituyen la primera fase e implica un rápido consumo y práctica desaparición de las reservas de glucógeno almacenadas en los músculos y en el hígado. Resultado de esta situación, disminuye de forma importante la glucemia (glucosa en sangre) y se pierde una cantidad importante de líquidos (y por tanto de peso) debido a que las reservas de glucógeno mencionadas, al utilizarse, “liberan” una cantidad importante de agua que servía para mantener retenidas esas reservas. En esta fase, al principio la sensación de  hambre es intensa y va decreciendo a medida que se da paso a la segunda etapa.
  • En una segunda fase, el elemento principal del cual se obtiene energía son los ácidos grasos (almacenados en el tejido adiposo) que son transformados obteniendo más glucosa y, en esta situación, además, cuerpos cetónicos. La presencia en la sangre de estos “metabolitos” los cuerpos cetónicos, favorece la aparición de algunos síntomas como mal aliento, olor intenso (a acetona) de la orina, etc. señales inequívocas de la sobrecarga a la que se puede estar sometiendo determinados órganos, más en concreto los riñones y el hígado. En esta situación se tiene una cierta sensación de apetito, pero no es tan extrema como en la primera fase.
  • En una tercera fase, sobre el día 15, aunque esto depende en gran medida de la situación inicial y de las reservas de grasa, la masa muscular esquelética comienza a ser utilizada en gran medida como fuente de energía. Aumenta de forma importante la sensación de hambre y la sensación de fatiga y debilidad es extrema. Aumenta la concentración de proteína circulante en sangre y ya sólo depende del “aguante” del individuo que sobrevenga el desenlace fatal. La muerte en la mayor parte de los casos responde a fallo cardiaco, renal o falta de riego en el cerebro.

Todo lo dicho, se entiende, sin una especial restricción hídrica.

Por último, quiero hacer constar el importante legado en materia investigadora en este terreno de algunos científicos de renombre internacional en las décadas de los años 50 y 60 del pasado S. XX como es el caso del Dr. Ancel Keys (el “padre putativo” de la manida “dieta mediterránea” y de la que daremos cuenta en este blog) y del Dr. Francisco Grande Covián, sobre el que sobran las presentaciones.

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Foto 1: iuelviso

Foto 2: Pachinee Buathong