Dos historias de indios para entender la cocacolonización

Vaya por delante que el término Cocacolonización no es de mi cosecha (ver Cocacolonización). Sirve para que muchos autores y una buena parte de la comunidad científica hayan propuesto una relación ¿causal? entre el avance económico, industrial y social de una población y el aumento de la obesidad, la diabetes mellitus tipo 2 y otras enfermedades metabólicas en dicha comunidad. Vean, por ejemplo, este artículo publicado en el prestigioso “Journal of Internal Medicine” titulado “Globalization, coca-colonization and the chronic disease epidemic: can the doomsday scenario be averted?”  y que se podría traducir como “Globalización, cocacolonización y la epidemia de las enfermedades crónicas: ¿puede evitarse el día del juicio final?”

En Kenia, la Coca Cola es más barata que el agua

Aunque con este nombre se pone de forma clara a una conocida marca de refrescos en la picota, el tema es mucho más complejo y, evidentemente, abarca más a un determinado estilo de consumo que a marcas concretas.

Para ilustrar la cuestión cocacolonizante hoy traigo dos historias, ambas bastante bien documentadas con una extensa bibliografía científica y luego cada cual que saque las conclusiones que quiera.

Los indios Pima divididos en dos ambientes

La primera de ellas es la curiosa, por no decir dramática, historia de los indios pima y la diabetes.  Resulta que, en su origen, estos indios americanos estaban establecidos en un relativamente extenso territorio que ocupaba lo que hoy día es la frontera entre Estados Unidos y Méjico. Fuera como fuera que se desarrollaran los acontecimientos que terminaron por delimitar los límites de los dos países, el caso fue que esta raza de indios especialmente endogámica (es decir, con pocas diferencias genéticas entre sus individuos) terminó dividida, viviendo una parte en el estado de Arizona de los usa y la otra en Méjico entre los estados de Sonora y Chihuahua.

Estando así las cosas y quedando las dos poblaciones de indios de la misma raza sujetos a distintas condiciones ambientales, resultó que en los años 60 del pasado siglo xx los estudiosos de estos temas identificaron una serie de diferencias más que significativas entre ambas poblaciones, sobre todo en lo referente a la prevalencia de determinadas enfermedades, más en concreto de obesidad y de diabetes. La población asentada más al norte, en USA, y viviendo en reservas al más puro estilo american way, mostraba una mayor prevalencia tanto de obesidad como de diabetes en comparación con sus vecinos del sur que, al no vivir en reservas, aun conservaban en cierta medida el modo de vida de sus antepasados y seguían manteniendo un estilo de vida mucho más activo, practicando la caza y la recolección para proveerse de sustento. Las diferencias en cuanto a su estilo de vida se resume en los múltiples estudios de los que han sido objeto estos indios. Las más patentes son que el Pima mejicano dedica 23 horas a la semana al trabajo físico intenso y que su alimentación se caracteriza por seguir un patrón más tradicional. Por el contrario, la población Pima de Arizona vive como muchos de los norteamericanos modernos, realizando actividad física sólo dos horas a la semana y siguiendo una dieta más “industrial”. Resumiendo que los del norte fueron cocacolonizados, sufriendo las consecuencias que en principio ello conlleva, y los del sur no.

(Inciso curioso: ¿Se acuerdan da la peli de Clint Eastwood “Banderas de nuestros padres”? Pues bien, uno de sus protagonistas, uno de los soldados que alzó la bandera norteamericana sobre el monte Suribachi en la isla de Iwo Jima, fue supuestamente el soldado Ira Hayes que era de origen indio, en concreto Pima –en la peli encarnado por el actor Adam Beach-)

Los nativos de nauru en la micronesia.

Otro ejemplo, anterior en el tiempo al de los pima, se ha observado en los nauruanos, habitantes de una pequeña isla del pacífico sur, Nauru (aunque los datos son similares cuando se comparan las poblaciones nativas de esta amplia región en base a que hayan recibido o no la influencia de la “occidentalización”). Sus pobladores vivían tranquila y despreocupada en cuestiones de salud hasta la llegada de la colonización occidental y con ella un patrón de alimentación superabundante y desequilibrado, que convirtió a sus habitantes en la población más obesa del planeta (hoy por hoy, casi 8 de cada 10  nauruanos son obesos) y con una alta prevalencia de diabetes. Y es que este tipo de poblaciones son, por su genotipo, especialmente vulnerables en un ecosistema de sobreabundancia alimentaria. Sobre el porqué unas poblaciones son más sensibles que otras a este tipo de cambios en su entorno tiene respuesta en el llamado “gen ahorrador” del que seguro hablamos en otra entrada.

Estos dos casos muestran que al mismo tiempo que cambian una serie de condicionantes socioculturales y económicos (disponibilidad de alimentos, características de los mismos, etc.) Se produce un cambio en el perfil patológico de las dos poblaciones observadas. Es cierto que de esta observación no se puede derivar una causalidad cierta, pero qué duda cabe que pese a no poder establecerse esta causalidad la explicación de los mecanismos de las causas se presenta bastante coherente y sólida. Un ejemplo perfecto de las razones por las que de un estudio observacional no se han de extraer conclusiones precipitadas lo pueden encontrar en este irónico post de Alimmenta en el que se postula (insisto, de forma irónica) que el crecimiento de la obesidad está relacionado con el uso de lentillas correctoras, a fin de cuentas el aumento en el uso de este elemento corrector y el crecimiento de la obesidad en el mundo corren paralelos.

Para finalizar este cocacolonizador viaje creo que es necesario volver la vista hacia nuestro entorno y percatarse de que independientemente que sus habitantes seamos más o menos genéticamente sensibles al exceso gastronómico y al sedentarismo, de un tiempo a esta parte estamos sufriendo un incremento de las cifras de sobrepeso y obesidad (con todas sus consecuencias metabólicas: diabetes, hipertensión, etc.) resulta doloroso reconocer, al tiempo que paradigmático, que esta civilización que en su día fue cuna de la dieta mediterránea haya sido también cocacolonizada.

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