A estas alturas ya no sé dónde leí la analogía que hoy traigo a colación y que viene a explicar de forma gráfica cómo es el avance del conocimiento científico. Científico o humano, por que si es verdadero conocimiento creo que sólo debería haber uno: El Conocimiento.
Lo más probable es que fuera en algún número de los históricos “Muy Interesante” que guardo como oro en paño, es decir, de cuando merecía la pena guardarlos. Me remonto, creo, a mediados de los ochenta, casi ná.
Aunque el escrito se refería al avance del conocimiento científico en general, yo lo he adaptado su contenido al mundo de la nutrición que, como bien sabéis, da mucho juego. Empecemos.
Justificación de la explicación
Son muchas las personas, yo mismo hasta hace un tiempo, las que nos preguntamos por qué hoy se dice una cosa y ayer se decía otra con respecto a un mismo tema. Y no me refiero a los “estudios” puntuales de una determinada cuestión, me refiero a lo que entonces decían las más elementales recomendaciones sobre nutrición y salud, y que ahora son al contrario, o por lo menos diferente. Por ejemplo, ¿alguien se acuerda cuando el consumo de pescado azul era poco menos que pecaminoso; recordáis cuando el aceite de oliva no era tan bueno; porqué antes era bueno suplementar con vitaminas y hoy no lo es o se matiza mucho más, etc.? Bueno, pues entender estos y muchos otros cambios en las recomendaciones, (y los que supongo y espero vengan) Asimov hacía la siguiente analogía con una maleta.
Me acabo de dar cuenta que es posible que no todo el mundo sepa quién fue Isaac Asimov; un bioquímico y prolífico escritor especializado en ciencia ficción, en divulgación científica y en historia (entre otros temas). Es una pena que el nombre de Asimov ya no sea de dominio popular. Recomiendo encarecidamente la lectura de casi todo lo que dejó escrito, de un volumen asombroso. Es más, Asimov fue uno de las primeros que utilizó el termino “negro” para referirse a aquellas personas que supuestamente escriben para uno y que luego firmas esos escritos como tuyos. Escribió tanto y de temas tan diversos que de forma irónica (o no) el mismo no dudaba en manifestar que tenía un sótano lleno de “negros” escribiendo para él.
La maleta de Asimov
Para Asimov todo lo que a día de hoy se sabe a ciencia cierta, El Conocimiento humano y por tanto aquel al que se accede a través de la investigación, puede verse como el contenido en una maleta de viaje. El viaje representa el paso de los años y la ropa que contiene la maleta el conocimiento en sí. Así, conforme pasan los años la ropa de la maleta se va renovando, envejece, se adquiere otra nueva; pero en general con una tendencia clara: el volumen de ropa en la maleta aumenta. Además, esta se adapta a las circunstancias de tal forma que, cuando se hace un nuevo descubrimiento y se comprueba como cierto, esa ropa, ese conocimiento entra en la maleta. Por tanto, hay ocasiones en las que cuando un nuevo “conocimiento” entra, otro ha de salir. Sale porque habitualmente el nuevo conocimiento, la nueva ropa, es más válido que el anterior, es más completo. Por ejemplo, si en la maleta guardamos un abrigo de fieltro y “descubrimos” un abrigo de goretex (por decir algo) no compensa conservar los dos abrigos ya que la nueva prenda cumple mejor el cometido que la vieja, en este caso cobijarse del frío. Y de ahí los cambios relativos a las recomendaciones en salud que antes podían ir en un sentido y ahora pueden ir en otro, e incluso en el futuro ir en otro distinto.
Quizá uno de los ejemplos más claros y conocidos por todos son las recomendaciones de la postura de un bebé a la hora de dormir y su relación con el riesgo del “síndrome de muerte súbita del lactante“… que han sufrido numerosas adaptaciones a lo largo de los años (para desquicie de los padres que han tenido hijos en distintas edades y a los que el pediatra les ha aconsejado protocolos diferentes). Pues con los alimentos igual.
¿Cómo se renueva la ropa en la maleta de Asimov?
La velocidad y el método para seleccionar la ropa han evolucionado con el paso de los años. Si mal no recuerdo, creo que en su escrito Asimov mencionaba que el contenido de la maleta del conocimiento científico se “reemplazaba” en un 80% cada 50 años. Eso decía él en la década de los años 80, posiblemente a día de hoy este proceso de renovación se realiza en mucho menos tiempo, más rápido.
Además el método también ha cambiado bastante. A lo largo de la historia de las ciencias en general y en las de la salud en concreto se ha pasado de un proceso de toma de decisiones frecuentemente basado en la tradición, la superchería, la autoridad, la experiencia personal o las opiniones de profesionales considerados como “expertos”, a un modelo basado en evidencias científicas explícitas y contrastables empíricamente, procedentes de la investigación rigurosa que conducen a la obtención de pruebas lo más objetivas posible. Es decir, a día de hoy, antes de meter nada en esta maleta los conocimientos se etiquetan en base a su nivel de evidencia. Si el nivel de evidencia de algo es bajo no entra en la maleta, o bien sólo podrán hacerse recomendaciones poco fiables (con un pequeño grado de recomendación). Si por el contrario la evidencia es alta, el grado de recomendación será también elevado y estaremos más seguros de estar haciendo lo mejor con la información que contamos.
Sobre cómo se obtienen estos niveles de evidencia me temo que será tema para otra entrada.
foto 1: ‘rowena morrill’
foto 2: alex von auslösen