¿A falta de angulas, buenas son “gulas”?

Pues habrá para quien sí y habrá para quien no. Yo soy de los segundos. Las “gulas” son un sucedáneo de ese otro alimento, las angulas, que presentan una originalidad inimitable. En ellas no es precisamente el sabor lo que más destaca sino más bien su genuina textura ligeramente crujiente cuando se muerde, y de tacto un tanto resbaladizo. Al ser relativamente neutras en sabor, cuando se preparan de forma hábil (tampoco hace falta mucho) con ajo y guindilla tanto las angulas como las gulas se dan un aire… hasta que te acercas, y sobre todo hasta que te las metes en la boca. Ya digo que en ambas preparaciones domina por encima de todo el ajo y un cierto sabor a producto de la pesca, pero es en especial la textura la que marca la diferencia.

Antes de continuar es preciso mencionar que el término “gulas” deriva de “La Gula del Norte” una marca comercial perteneciente a “Angulas Aguinaga” que fue la primera allá por 1991 en comercializar este producto. Después de ella y gracias a su notable éxito vinieron otras marcas que no incluyen la palabra “gula” en su denominación comercial más que nada por que la primera de ellas tuvo la precaución de “reservar su dominio”. Eso no quita para que a día de hoy, y aunque se haga mal, a cualquier sucedáneo de las angulas obtenido a partir de surimi se le denomine “gulas”, sean de la marca que sean (como ocurre por ejemplo con los Kleenex y los pañuelos de papel; o con el Tipp-ex y cualquier otro corrector de su género y tantos otros)

Bueno que me enrollo y esta no es la esencia de esta entrada. El caso es que mi cuñado me comentó recientemente que en su casa, por Navidad, es inexcusable la presencia de este tipo de producto en la cena de Nochebuena, y más en concreto de una determinada marca y nunca de otra… porque la diferencia es, según su madre, significativa.

¿Es significativa, tú crees? Yo creo que no, le comenté. Y si quieres hacemos la prueba. Como quiera que este aceptara el reto y que hoy mismo nos vamos a sentar a cenar en la misma mesa por Nochevieja, le he propuesto la realización de un pequeño análisis sensorial doblemente cegado.

Se comprará un envase de cuatro marcas diferentes de sucedáneos de angulas. Entre ellas estará la marca que, según mi cuñado, es la mejor; otra primera marca y dos marcas blancas más distintas (o de distribuidor). Todas ellas en el mismo formato, es decir refrigeradas y sin preparar con otros ingredientes, nunca congeladas. La noche de la cata a ciegas se entregará estos sucedáneos numerados junto a cuatro cazuelas de barro idénticas a una cocinera (la bendita de mi madre) ya sin su envase característico para que las cocine de igual modo todas y las sirva al mismo tiempo con su correspondiente numeración. Así, un panel de cata compuesto por 6 adultos (tres varones y tres mujeres con edades comprendidas entre los 35 y los 72 años)  y 2 niñas (de 8 y 4 años) emitirá sus valoraciones organolépticas con respecto a las cuatro marcas de “gulas” (el caso es que hay más niños pero mucho me temo que el producto en sí no sea de su especial agrado). Tras las campanadas de medianoche se procederá al análisis estadístico de las valoraciones y, una vez concluido, se descubrirá qué código corresponde a qué marca… con su precio correspondiente.

Vamos que el que se aburre es porque quiere. Creo que este año le voy a pedir a los reyes mi OCU-CEFA particular (con permiso de la OCU y de Cefa-Toys). Así que el 2 ó el 3  de enero os contaré los resultados.

Que os aproveche y que tengáis una feliz entrada en este 2013.

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Foto 1: Jexweber.fotos

Foto 2: twistingdesign