Y tú, ¿también prevés los excesos?

Hoy va de fábulas, unas fábulas inventadas por mí, así que no me lo tengáis mucho en cuenta. Yo las he llamado, por un lado “la fábula del conductor y el Guardia Civil”, y por el otro “la fábula de la periodista y el nutricionista”. Se trata de fábulas sincronizadas, es decir, los hechos de ambas se desarrollan en el mismo punto espacio-temporal. La peor parte de esta entrada es que ambas alegorías están sin acabar, así que a ver si apelando a vuestro bondadoso y fraternal espíritu navideño, que ya empieza a tocar, me ayudáis a terminarlas. En fin, la primera comienza de la siguiente manera:

Fábula del conductor y el Guardia Civil

Un buen día un señor que se llamaba Prudencio se acercó hasta un cuartel de la Guardia Civil y pidió hablar con el responsable al mando de las cuestiones de tráfico. El Capitán García, que así se llamaba, recibió a Prudencio de inmediato y le dijo: “Usted dirá”. Y Prudencio le contó: “Mire, lo que yo quería es pedirle consejo, tengo un problema y confío en que usted como especialista que es y ya que cuenta con una dilatada experiencia pueda ayudarme. Se trata de lo siguiente: por motivos que no vienen al caso en fechas próximas he de hacer un viaje en coche entre Zaragoza y Madrid por la noche. El caso es que pretendo hacerlo con las luces apagadas y además, como lo voy a hacer por la autovía, la A-2 para más señas, esta vez lo quiero hacer por la vía que transcurre en sentido contrario, para variar. Es probable además que vaya mamado, perdón, bebido. Como sé que puede entrañar cierto riesgo, pretendo hacerlo a todo gas, mi coche tiene una velocidad punta de 223km/h, así que trataré de hacer el recorrido a tope. Confío que al correr más, tarde menos en realizar el recorrido y así pueda minimizar los posibles riesgos derivados de las circunstancias anteriores (sin luces, dirección contraria, bebido…). Así que, como le decía al principio, mi Capitán, usted dirá: ¿qué me podría aconsejar…?

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Fábula de la periodista y el nutricionista

El mismo día y a la misma hora que los hechos relatados en la anterior fábula, Guantanamera, una reportera muy dicharachera, llamó por teléfono a la consulta de un conocido nutricionista llamado Craso. Y le digo: “Buenas tardes D. Craso, le llamo del periódico de Valdespartera y estamos haciendo un especial de Navidad y quería pedirle consejo dada su especialidad y experiencia”. El nutricionista se puso a su servicio y le dijo: “No faltaba más, usted dirá”. Guantanamera pasó a explicarle: “Como usted ya sabrá se acercan las navidades y mucha gente las observa temerosa porque a lo mejor engorda y gana peso. Según mis datos la ingesta media de una persona en la cena de navidad es de una 3.500 kcal, todo un exceso. Claro, eso en la noche del 24, porque además están, la comida de navidad, la cena de nochevieja y la comida de año nuevo que tienen un perfil similar. Además, a todo esto hay que sumar que en estas mismas fechas suele haber una, dos o incluso tres cenas o comidas de compañeros de trabajo o de amigos del gimnasio o de colegas de la peña quinielista en las que también se suele incorporar una cantidad de calorías importante (muchas de ellas con la bebida). No es infrecuente que incluso en el entorno de los navideños festejadores haya una tentadora y omnipresente abundancia de turrones, mazapanes, chocolatinas, polvorones, roscones de reyes etc. así como abundantes bebidas alcohólicas. Así que, como le decía al principio, me gustaría, D. Craso, que me diera algún consejo para abordar los excesos navideños

 

Como os decía al principio, me he quedado estancado con ambas fábulas, así que si alguien es tan amable que me eche una mano para acabarlas.

Sea como sea que las acabéis, vosotros diréis, quiero comentar que en el ideario festivo de la población general hay dos errores recurrentes:

El primero es prever el exceso y, además tener las narices para preguntar de antemano qué hacer para minimizar o no sufrir las consecuencias. “Me voy a poner hasta las trancas… ¿qué me sugieres?” o “Me voy a agarrar una melopea de órdago… ¿tienes algún secreto para no tener resaca?“, etc.

Y el segundo error es dar por sentado que como se va a celebrar algo hay que excederse. No hay, al parecer, celebración que se precie si no se excede uno.

Los excesos se pagan. Más tarde o más temprano (ver esta entrada) pero por lo normal siempre se pagan. El principal error de este posicionamiento es hacer previsión de los excesos que se van a cometer. Se puede celebrar, en este caso la navidad, y además, hacerlo con salud y disfrutando. Veremos algunas propuestas para estas fechas, aunque ya os adelanto que la clave no está en estos días en concreto (que a fin de cuentas se repiten todos los años) ni en vuestros cumpleaños, bodas, santos, aniversarios, jubilaciones, fiestas del pueblo, graduaciones, etc. La clave está en el día a día. Incluidas las celebraciones. En especial, no haciendo la previsión de cometer excesos… por que si no, lo más probable, es que haya alguna consecuencia no deseada, empezando por la del exceso de peso.

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Foto 1: portaldelsures

Foto 2: Photos o’ Randomness