La dieta de las 8 horas, suma y sigue

La dieta de las 8 horas

Como ya he comentado alguna vez, el chorreo de dietas del más variopinto pelaje es incesante. Aunque parezca lo contrario, su originalidad no es especialmente brillante, al menos para quien observa estas cuestiones con una cierta perspectiva.

Así, la penúltima novedad para perder peso que lo está “petando” (o pretende hacerlo) en los USA se denomina, “la dieta de las 8 horas

Su esencia se resume en una especie de semi y mini ayuno diario (las dos cosas a la vez). Te cuento. Esta dieta permite comer “lo que uno quiera” (el maravilloso y recurrente reclamo) durante 8 horas seguidas en un  mismo día. Lo que se quiera tanto en cuanto a los alimentos concretos que se incluyan, como en lo que refiere a su cantidad. La parte restrictiva comienza cuando una vez acabadas estas 8 horas hay que pasar a mantener un escrupuloso ayuno de 16 horas. Por ejemplo, se puede comer lo que se quiera entre las 9 de la mañana y las 17 horas y a partir de entonces dejar de comer hasta las 9 del día siguiente. En resumen: Está permitido comer durante las 8 horas seguidas que uno escoja para ayunar durante las 16 restantes.

Su “justificación”

Son varios los estudios en humanos que han abordado el tema del ayuno o semiayuno intermitente como herramienta para bajar peso. Por ejemplo, en uno de estos últimos ensayos (y que además fue de los más largos y con una mayor cantidad de muestra) se constató que, en el mejor de los casos, los resultados apuntan hacia que una vez establecida la misma cantidad media de calorías, no hay una mayor diferencia sobre el resultado final de la pérdida de peso por comérselas de forma más o menos agrupada, o más o menos dispersa. Otra cosa son los distintos efectos que sobre la ansiedad y la saciedad puedan tener el seguir una u otra pauta. De hecho, al finalizar este estudio, el 85% de los participantes que estaba en el grupo que comía de forma “más normal” sin observar especiales periodos de ayuno o semiayuno manifestó su interés de seguir por su cuenta con esta rutina. Por su parte, en el grupo que si ayunaba, o casi, solo el 58% dijo querer continuar un tiempo con esa metodología.

Además, resulta que en ocasiones se recurre a justificar la validez de estas propuestas dietéticas un tanto disparatadas en base a experimentos realizados en modelos animales. Así, uno de los fundamentos científicos más esgrimidos para afirmar que con este tipo de conducta se puede adelgazar de forma efectiva se centran en un estudio realizado con ratones a los que se les ha hecho seguir este patrón alimentario. Así, se ha observado que en dos poblaciones de ratones, ambas alimentadas con el mismo número de calorías, el grupo que comía toda su ración diaria a lo largo de 8 horas y ayunaba las otras 16 perdía peso o lo mantenía, frente a la otra población de ratones en el estudio que repartía la misma ingesta a lo largo del día y engordaba.

La (posible y racional) realidad

Veamos, que yo no digo que así no se facilite la pérdida de peso entre los ratones, de hecho parece que eso ya está demostrado. Lo que no veo tan inmediato es que este patrón de conducta alimentaria sea extrapolable a los humanos. Y doy dos motivos.

El más inmediato es que es relativamente fácil el hacer ayunar a la fuerza a un ratón el tiempo que se quiera. Que lo quieres hacer ayunar 16 horas, pues adelante, que quieres ver qué pasa haciéndole ayunar 22 horas y 45 minutos, pues bien… o 3 días seguidos, pues lo mismo. Da igual, son ratones y en los ensayos se pueden hacer estas cosas… Pero, ¿será tan fácil conseguir que una persona humana siga este patrón por el mero hecho de decirle que con ratones ha funcionado? Yo creo que no. La alimentación en el caso de las personas está revestida de importantes connotaciones sociales y también hedónicas o placenteras que los animales no tienen, ni tan siquiera los de laboratorio. ¿Qué pasa con las cenas románticas de tu pareja y tú; y con las cenas de empresa; y las de nochebuena y nochevieja; y si te invitan a cenar a casa de unos amigos… y tantas otras? En fin, que la teoría es una cosa y que puede ser muy bonita, y la práctica es otra, que puede que no lo sea tanto.

Ten por seguro que si las personas pudieran ser tratadas en su vida real como son tratados los animales de laboratorio, hoy no habría obesidad. Las personas tenemos familia, amigos, trabajos, aficiones, obligaciones, etc. y las ratas de laboratorio no. A los ratones se les hace ayunar, y las personas han de elegir libremente ese patrón. Esa es una importante diferencia haya o no haya estudios en humanos.

Además, la fisiología de los ratones (en este caso) es diferente de la humana y lo que “funciona” desde el más estricto punto de vista fisiológico en ellos no tiene porqué funcionar en los seres humanos. Si así fuera los fármacos por ejemplo sólo se ensayarían en animales de laboratorio, pero va y no.

En resumen, antes de lanzar las campanas al vuelo con una “nueva” estrategia adelgazante, habría que cerciorarse de su eficacia en humanos. Al menos en este caso no veo tan disparatado el poder plantear un ensayo clínico que observe el efecto de un ayuno diario de 16 horas sobre el adelgazamiento y comprobar si tiene alguna ventaja frente a un patrón de comidas que, con las mismas calorías, sea más convencional.