A la espera de la nutrición personalizada tenemos… dieta mediterránea

Leía el otro día una entrevista que le hacían a José María Ordovás en la sección ‘La última’ del periódico Heraldo de Aragón (del 18 septiembre). Con motivo de su paso por el 20º Congreso Internacional de Nutrición que tuvo lugar la semana pasada en Granada y a colación evidentemente del reciente lanzamiento de su libro “La ciencia del bienestar”.

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Me gustó mucho, dejando algunas perlas de sabiduría sobre las que creo todo el mundo debiera tomar buena nota. Apuntes racionales, sabios consejos, que no por lo evidente dejan de hacer necesario el recordarlas de tanto en tanto. Máxime si vienen de la mano de tan notable y reconocida figura mundial en las cuestiones que muchas veces ocupan temática en este blog.

En especial, me llamó la atención la pregunta con la que se cerró tal entrevista y, claro está la respuesta del Sr. Ordovás.

P: A la espera de la nutrición personalizada ¿hay alguna pauta genérica que sirva como base para nuestra alimentación?

R: Seguir la dieta mediterránea, con su gran variedad de productos, y a la cabeza su aceite de oliva, en concreto el virgen que es el que contiene todos los componentes saludables que hemos encontrado. Esta dieta le va bien a todo el mundo: a unos mucho mejor que a otros, pero a todos bien. Ahora a los alimentos les exigimos que nos hagan más listos, más guapos, más altos… Les estamos pidiendo más de lo que en realidad están preparados para hacer, que es mantenernos sanos.

¿Lo ves? algo tan “sencillo” como seguir la dieta mediterránea (y esta vez no voy con segundas). Algo que si lo entendemos bien, más o menos como lo puse de relieve en esta entrada (leer la “síntesis”), nos puede resultar muy beneficioso. En especial si nos dejamos de tanta zarandaja (leer penúltimo párrafo), tanta descontextualización y tanto nutricionismo. Dieta mediterránea y punto.

Que sí, que la  carga genética y también la epigenética están ahí; pero más como una esperanza de futuro que como una realidad práctica. Una futura esperanza que muchos sistemas comerciales (una vez más) nos están haciendo creer que es una realidad a día de hoy (desde hace unos cuantos años). Dicho esto, también habremos de ver en qué queda, aunque un servidor tiene depositadas unas especiales expectativas a estas líneas de investigaciones.

Todo el mundo sabe que nacemos con una cierta variabilidad interpersonal a la hora de hacer frente a distintos tipos de dietas y, más en concreto, en la forma que nuestro organismo va a reaccionar a cada modelo dietético. Pero lo bueno es lo bueno y poco más se puede decir. Me explico, en la misma entrevista el Sr. Ordovás lo expone de forma primorosa:

Si practicas unos hábitos de vida saludables, aunque tu carga genética te predisponga a la obesidad o a la diabetes, consigues planchar las arrugas que tienes en tu genoma de manera que ya no aparecen. Si empiezas por buen camino y lo sigues puedes cancelar todo ese riesgo añadido. Pero al nacer no venimos con el libro de instrucciones y no sabemos qué gasolina nos tenemos que poner. Si te pones la mejor gasolina vas bien independientemente de tu genoma, pero si a un motor que está un poco cascado le añades combustible de mala calidad, no te va a durar mucho. Lo mismo ocurre con nosotros.

Me parece que está suficientemente claro. Así pues, vamos a dejar de preocuparnos por los aditivos (los nutrientes en este caso) y vamos a ponernos la mejor gasolina que a día de hoy sabemos que tenemos a nuestra disposición. Y esa gasolina, ya lo he mencionado antes, es la dieta mediterránea. Lo dice uno de los mayores expertos del mundo (por no decir el más) en nutrigenómica y así me parece que es. Más claro agua.

Nota bene: Debería ser innecesario recordarlo a estas alturas, pero no me resisto: el papel de la actividad física en la “dieta” mediterránea es tan o más importante que el papel de los alimentos.