a raíz de la entrada del otro día en el que describía el bizarro asunto de aquella señora que promociona un sistema adelgazante consistente en rociar el entorno de las comidas más tentadoras con un espray pestilente (y de esa forma terminar por abortar todo intento de comérselas), algunos comentarios juguetearon con esta idea de los olores y aromas pero, esta vez, con una aplicación más positiva. planteaban si sería posible idear y crear un spray que en vez de provocar el rechazo a un alimento facilitara su consumo.
sobre el papel este tema puede tener su enjundia. imagínate, que resulta que a alguien no le gusta y le cuesta comer… lo que sea, pero que al mismo tiempo se ve en la “obligación” de comerlo ya que es muy “sano” y conveniente comerlo. pues ¡zasca! rociada con el spray aromatizado a lo que sea (rico y agradable) y asunto arreglado. paradigma de esta situación es la de nuestros hijos y el ejemplo típico de las verduras, el pescado… ¿que resulta que no les gusta y no quieren comer brócoli? pues nada, buena chorretada de spray de chocolate por encima y a correr… ¿qué no hay forma de que se coman esa maravillosa merluza a la romana que has preparado? no hay problema, chufletada de espray con aroma de algodón de azúcar y todos contentos… ¿no?
pues no. al menos un servidor no piensa así. no digo que este tipo de espray no terminara por triunfar desde un punto de vista comercial, creo muy posible que tuvieran un notable éxito. lamentablemente, no lo puedo negar. pero mi rechazo para darle el visto bueno al espray como tal se debería a que no me parecería una adecuada herramienta para educar a nuestros hijos. al igual que tampoco me lo parece ese otro tipo de conducta parental consistente en servir o permitir acompañar la comida de los más pequeños con cantidades industriales de la salsa de turno más persistente, lo más típico, ketchup. aunque hay muchas otras posibilidades, mayonesas, salsa rosa y hasta, pásmate, nocilla (sí, eso lo he visto yo con estos ojitos míos: nocilla con alcachofas, y en ese orden más que en el contrario)
volviendo al tema del aerosol perfumante, como digo, creo que podría llegar a triunfar pero seguiría siendo tan mala estrategia como la del ketchup. conste que no tengo nada en contra de este alimento, siempre que ocupe su sitio y no se descontextualice su uso. es más, el ketchup me gusta y no poco… pero solo cuando es “del bueno”.
la varita mágica para que el nene se coma lo que “se tiene” que comer
además, como habrán podido comprobar muchos papás y mamás, hay veces que ni con el ketchup “el nene” se termina por comer lo que los padres quieren que se coma. así, resulta, que la presunta “varita mágica” no lo es tanto y falla más que una escopeta de feria. en realidad no hay “varitas mágicas” en este asunto de que los niños coman. bueno sí que las hay, pero no se pueden poner encima de un plato o guardar en el frigo o en la despensa. esas varitas mágicas a la que me refiero se llaman amor y buen hacer. buen hacer para dedicar tiempo a la cocina, para comer lo mismo que los niños comen, para comer con ellos, para involucrarles a la menor oportunidad en los procesos de planificar el menú, comprar los ingredientes, cocinar… y amor, mucho amor para, dentro de una adecuada oferta saludable de alimentos dejarles decidir qué comer y qué no (creo que a estas alturas sería conveniente que le eches un vistazo a la entrada: “¿que tu hijo come de todo? no te preocupes, ya cambiará”). con respecto a los alimentos menos recomendables, eso sí, estaría muy bien que siguieras la fantástica máxima de julio basulto “no ofrecer, no negar” localizada en el libro “se me hace bola”. es decir, no dárselos habitualmente, pero tampoco ser tan fundamentalista como para quitárselos de las manos si ya han caído en ellas.
por cierto, ya que estamos, y antes de despedirme déjame que te anuncie el título de la próxima entrada, para que veas que nada más alejado de mi intención el criminalizar el uso del ketchup. el próximo post tendrá por título: “ketchup heinz: para algo que me gustaba de mcdonalds, va y lo quita”.
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imagen: grant cochrane vía freedigitalphotos.net