Millares de millones de euros: coste anual de la obesidad para el erario público

Dinero medicinaLas cifras marean. Este estudio realizado en el Reino Unido pone de relieve que el sobrepeso y la obesidad son, entre las enfermedades no transmisibles y dependientes del estilo de vida, de las situaciones patológicas que más impacto económico tienen sobre la sanidad pública. Más en concreto son 6.430 millones de euros los destinados anualmente al tratamiento del sobrepeso y la obesidad en aquel país, frente a los 4.150 millones de euros/año destinados al tabaquismo, la misma cifra aproximada dedicada al tratamiento del alcoholismo, o los 1.130 millones de euros/año destinados a la enfermedades derivadas de una escasa actividad física.

Además, como sabes una buena parte de estas situaciones están relacionadas de forma bastante estrecha: el padecer obesidad o sobrepeso está relacionado con practicar poca actividad física y con tener una dieta deficiente. De hecho, este último concepto, las consecuencias negativas de seguir una “mala dieta”, implica un gasto aun mayor que el de la obesidad y el del sobrepeso considerados de forma aislada: 7.130 millones de euros al año es la cantidad que destina la sanidad británica a hacer frente a los problemas derivados de “comer mal”.

¿Y en España, cuánto cuesta la obesidad a las arcas públicas?

Según datos aportados por la desaparecida Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) hoy AECOSAN, en España y en 2012 el 7% del gasto sanitario anual estuvo relacionado con el tratamiento del sobrepeso y la obesidad. Un valor relativo que en cifras absolutas arroja la friolera de 5.000 millones de euros al año. Unos números muy similares a los del Reino Unido teniendo en cuenta la diferente población de ambos países (unos 64 millones de habitantes en UK frente a los cerca de 47 millones de españoles). Además hay que tener en cuenta que tanto en uno como en otro país estamos a partir un piñón, es decir, en los puestos de cabeza europeos, al respecto de la incidencia de la obesidad entre sus ciudadanos.

Con estas cifras, de verdad que no sé cómo las administraciones sanitarias, así, a título general, o los ciudadanos en el particular no se ponen las pilas de una forma más efectiva y distinta en relación a lo que hasta ahora se ha hecho o hace. A este paso, con la obesidad aumentando día a día (y sus comorbilidades asociadas), con el tema de las pensiones, con la edad media de una población cada vez más envejecida y con todos los datos relativos a la economía que me imagino conoces, de verdad que no sé cómo vamos a acabar. Bueno, sí: mal. Acabaremos mal.

La solución: la seria implicación personal

Cada vez estoy más convencido que el abordaje de este importante problema ha de hacerse desde la implicación personal, reconociendo que si bien el entorno obesogénico que nos rodea no ayuda nada a la hora de aportar soluciones (al contrario, solo sirve para agravar más el problema en una espiral que parece no tener fin) al mismo tiempo, también ofrece las herramientas, si uno quiere usarlas, para hacer mejor las cosas. Pero hay dos elementos que lo dificultan… uno es la falta de cultura general; y el otro la, en principio, falta de recursos para ponerse manos a la obra. La primera se pone de manifiesto cada día cuando por ejemplo se observa que es en las clases más desfavorecidas, desde un punto socioeconómico y cultural, en las que con mayor saña parecen cebarse las cuestiones del sobrepeso y la obesidad. En cuanto a la segunda, estoy firmemente convencido que el alejamiento de los fogones y el inversamente proporcional acercamiento a las pantallas de plasma (por citar un ejemplo paradigmático) tiene mucho que ver. Estamos perdiendo con pasos de gigante una cultura, la culinaria, en la que el uso de alimentos “originales” es cada vez más infrecuente y es sustituido por otras soluciones… la telecomida, los platos preparados, las infinitas opciones de una industria alimentaria “sensibilizada” con el problema, etcétera que, en definitiva, no hecen sino arrojar más leña al fuego.

A fin de ser positivo, merece la pena tener en cuenta que la solución, no sin cierto esfuerzo (en cuanto a lo que a la implicación se refiere) está en nuestras manos. Nuestro entorno ayuda más bien poco, eso es cierto, pero es preciso considerar que hay mejores opciones que las que habitualmente se nos meten por los ojos o los oídos a partir de la publicidad.

Hay opciones, apunto; solo hay que “molestarse” en implementarlas.

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Imagen:  Baitong333 vía freedigitalphotos.net