El manual de seguridad alimentaria imprescindible en todos los hogares para comer en casa, llevarnos la comida a la playa o la oficina y saber qué pedir en un restaurante sin jugártela
Ese día en el que el trabajo se convierte en regalo
Lo recuerdo perfectamente, fue un miércoles 6 de noviembre de 2019 entre las tres y las cuatro de la tarde mientras circulábamos por la AP-66 entre Oviedo y León cuando Beatriz, henchida de orgullo -y no es para menos- me soltó esa noticia que le quemaba entre las manos:
– ¿Sabes qué? que voy escribir mi primer libro, con Planeta
– Pero… pero ¿qué me dices?… ¡eso es estupendo! -le respondí-
– Y quiero que tú hagas el prólogo…
Ahí es donde pasé de sentirme felicísimo por el -merecidísimo- paso adelante de Beatriz, a sentirme más agobiado que Spiderman en un descampado… era la primera vez que me encomendaban semejante la responsabilidad.
Sea como fuere, el día 15 de enero, a eso de las siete de la tarde en un AVE que se encontraba en algún punto de la línea férrea entre Sevilla y Córdoba, recibí una llamada de Beatriz: el libro ya estaba escrito y el prólogo debía estar listo en poco menos de un mes. Y aunque esto no fue un problema, a mediados de marzo se nos cruzó la puñetera COVID19 -y lo que te rondaré morena- retrasando la publicación de este libro hasta el día de hoy.
Pero el caso es que el libro va de esas cuestiones que en este preciso momento tantos titulares acapara. Me refiero a lo de la higiene, lo de la desinfección, lo de la esterilización… y lo de todas esas cuestiones que siempre han estado tan vinculadas al mundo de la alimentación. Siempre. Y esta es la razón por la que siempre defenderé la idea de que los frigoríficos han salvado más vidas que la penicilina.
Así, entre frigoríficos, perfectas cadenas de suministro, elevadísimos estándares de calidad, trazabilidades infinitas, protocolos de buenas prácticas y demás, se puede decir, sin el menor riesgo a equivocarnos, que hoy por hoy contamos con la mayor seguridad alimentaria que jamás hemos disfrutado. ¿Y se puede mejorar? Pues seguramente sí. Pero esa posible mejora, ya te lo digo yo, está principalmente en tus manos y lo que hagas con ellas. Literal.
Tuya es la responsabilidad de ser un consumidor más consciente, y la de Beatriz la de brindarte la mejor información
En mi opinión y a día de hoy, los grandes avances en materia de seguridad alimentaria, habiendo llegado al estatus que hemos alcanzado, no está en una mejor legislación y mayor control de la misma -que también- sino en la formación de los consumidores en estas cuestiones de puertas para adentro de sus cocinas.
Cocines o no, recuerda que, aunque te “alimentes” a base de pastillas -lo que por cierto es un imposible- eres un “manipulador de alimentos”. Siempre. Puedes ser un manipulador de los alimentos de unas pocas personas (quizá solo tú, que a menos que seas un vegetal manipulas los alimentos para llevártelos a la boca), de un número mediano (tu entorno familiar, por ejemplo), o puedes ser un “manipulador de alimentos” con estatus legal cuando tu trabajo está relacionado con la distribución y preparación de alimentos para colectividades. Pues bien, en esa manipulación está el riesgo o el ‘peligro’. Pero no te creas que eso es algo malo per se. No.
El riesgo solo es malo si se desconoce su existencia o cuando conociéndola no se controla. Y es aquí donde entra Beatriz con todo su conocimiento y saber contar… es decir, con toda su sabiduría, para mostrarte dónde está ese riesgo, y cómo se debe controlar, en las más cotidianas rutinas. Desde la vida útil de un estropajo (un verdadero pandemónium de bacterias y porquería) al misterio de los huevos frescos, esos que encuentras a temperatura ambiente en cualquier lineal de tu supermercado, pero que sin embargo todos los fabricantes de neveras te instan a que los guardes en su interior (típicamente en la parte de arriba de la puerta, y que por cierto no es el mejor lugar).
Pues bien, Beatriz te explicará como gestionar la compra, la comida de la oficina, los estropajos, los útiles de cocina (desde un cuchillo al propio lavaplatos, pasando por la tabla de cortar), las sobras… y, además te ayudará a entender algunos misterios insondables de la higiene alimentaria. Como por ejemplo las enormes diferencias que hay en cuanto al riesgo (otra vez) de pedir un solomillo poco hecho o sangrante (una cuestión exclusivamente relativa a los gustos personales), o pedir una hamburguesa también poco hecha y de nuevo sangrante procedente de la misma pieza de carne que el solomillo anterior. Al margen de los gustos personales la escala del riesgo pasa del verde-clarito (con el solomillo) al naranja-colorado (con la hamburguesa).
El riesgo, o el ‘peligro’, solo es malo si se desconoce su existencia o cuando conociéndola no se controla
Si te interesa contar con un manual imperecedero (e impecable) sobre todos los aspectos que afectan a la higiene alimentaria doméstica, este es tu libro. No lo dudes.
No quiero despedirme sin hacer constar que buena parte de los consejos y recomendaciones que aporta Beatriz proceden, tal cual, de la carrera espacial. Ese es, precisamente, el tema que elegí para el prólogo y cómo todas esas reglas saltaron del entorno de la NASA, primero a las grandes multinacionales de restauración (McDonalds, Domino’s Pizza…) y luego, con absoluta literalidad, a todo el mundo, incluso a tu cocina.
Debes hacerte con él en este enlace http://bit.ly/ComeSeguro
Por cierto, si quieres conocer un poco más de Beatriz, puedes acceder a sus diversos canales en RRSS, por ejemplo, este de Twitter, este de Instagram… o consultar su blog (un imprescindible en el terreno de la seguridad alimentaria) o sus impagables colaboraciones en El Comidista o en la sección ‘Materia’ de El País.
“Come seguro comiendo de todo”. Beatriz Robles. Editorial Planeta. 256 páginas. ISBN 9788408227892