Estoy realmente orgulloso de que una divulgadora como Rocío Vidal me invitara a participar en su vídeo sobre el NutriScore
Había oído hablar bastante de Rocío Vidal, pero sinceramente nunca había seguido de forma consciente ninguno de sus contenidos (al menos sabiendo que era ella).
Todo esto cambio hace un mes poco más o menos cuando, a resultas de uno de mis post en El Comidista sobre el dichoso NutriScore, Rocío se puso en contacto conmigo interesada en publicar un vídeo sobre el tema en su exitoso canal de YouTube, La gata de Schrödinger.
La motivación de Rocío a la hora de llevar a cabo el vídeo debería de ser la prueba irrefutable de la absurdez del sistema NutriScore. Ponte en situación. Rocío es una persona racional, especialmente racional, con un marcado espíritu crítico y que al mismo tiempo se preocupa por su alimentación. Y resulta que, siendo así, cuando llega al supermercado no entiende nada: las distintas notas que ofrece el NutriScore a diversos alimentos no le parecen coherente. Lo primero que se le ocurre es que como no conoce el algoritmo a partir del cual se destila la nota, lo mejor que puede hacer es conocer el algoritmo… y entonces es peor. Porque del algoritmo sin sentido y trasnochado, pasa a la historia de este sistema, y para ello lee y se informa más y más…
¿El resultado? Que no hay por dónde pillarlo. En resumen funciona tan bien como bien funciona un reloj parado, que acierta con la hora dos veces al día. Es decir, sí, el NutriScore, a veces acierta. A veces. Pero no creo que esa frecuencia de aciertos sea la herramienta que deba iluminar y guiar a los consumidores para realizar elecciones alimentarias más saludables. Porque recordemos, esa debería ser la finalidad última del NutriScore.
El NutriScore es, para aquella industria alimentaria de lo más insano, el menor de los males entre los que puede escoger. Por eso lo apoya
En sentido contrario, el NutriScore solo a los interés que tienen las principales multinacionales de alimentación mundiales (las responsables de la mayor parte de las inmundicias nutricionales y ultraprocesadas que hay en el mercado). Estas saben que el denominado etiquetado frontal de los alimentos es una información que más tarde o temprano terminará por implantarse en la UE. Y ellos, claro, saben perfectamente cuál de los posibles sistemas les interesa apoyar. No porque objetivamente lo quieran (en realidad no quieren ninguno) sino porque saben que el resto de sistemas que no son el NutriScore serán aun más dañinos con su imagen y, por tanto, también para su balance de cuentas. El NutriScore es, para la industria alimentaria de lo más insano, el menor de los males. Por eso lo apoya.
Pero bueno, mejor que veas el estupendo análisis de La gata de Schrödinger y que saques tus propias conclusiones. Dentro vídeo.
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