El etiquetado de alimentos: todo lo que necesitas saber

Nunca como hasta ahora hemos disfrutado de un entorno alimentario tan garantista en lo que refiere a la seguridad y al conocimiento de aquello que comemos

El conocimiento es poder o, dicho en latín, ‘scientia potentia est’. Ya sea que la originalidad de la frase pertenezca a Sir Francis Bacon o a Thomas Hobbes (hay cierto debate sobre dicha atribución), el caso es que tener información y conocer los datos de todas aquellas cuestiones que nos preocupan nos empodera a la hora de realizar elecciones informadas. Y en lo tocante a los alimentos contar con esa información es algo bastante relevante además de cotidiano. No es que haya muchos estudios que aborden cuánto tiempo de nuestro día a día dedicamos a pensar en la comida, pero algunas publicaciones indican que, de media, lo hacemos de 15 a 18 veces mientras estamos despiertos (por cierto, una cifra muy similar al número de veces que, a diario, pensamos en el sexo).

Fuente: Campaña #Safe2EatEU

Sea como fuere, diariamente realizamos centenares de elecciones alimentarias ya sea de forma consciente o no. Entre aquellas que sí lo son, las motivaciones que terminan en escoger uno u otro alimento, pueden variar de forma considerable entre los distintos consumidores. Según el Eurobarómetro de 2022 sobre seguridad alimentaria en la Unión Europea, el precio es el factor que más influye (un 54%) en las decisiones de los consumidores, seguido por el sabor (51%), la seguridad alimentaria y el origen (ambos 46%). Además, el 40% de los consumidores considera muy importante la composición nutricional hasta el punto de guiar sus elecciones, mientras que el 16% señala que en dichas elecciones tiene en cuenta el impacto medioambiental y climático y un 15% de consumidores tiene en consideración su ética y creencias (en relación a la naturaleza, forma de producción y distribución del alimento).

El Reglamento Europeo 1169/2011 regula la información facilitada al consumidor

Tanto es así que esta normativa europea publicada en 2011 se titula tal cual, y contiene todos los aspectos que de forma obligatoria han de estar presentes en el etiquetado en los alimentos, tanto en el fondo (apartados y condiciones que han de incluirse) como en la forma (aspecto, unidades, tamaño de letra, disposición, etcétera). Gracias a esta normativa los consumidores europeos se encuentran entre los ciudadanos mejor protegidos e informados del mundo en lo que respecta a los alimentos de los que disponen.

Así, y sean cuales sean los factores de compra de cada consumidor, podemos tener la seguridad de que el etiquetado de los alimentos aportará la información necesaria para responder a esos criterios.

Tal y como se puede comprobar de forma sintética en la campaña “El etiquetado cuenta mucho” (con un maravilloso doble sentido) puesta en marcha por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), la información del etiquetado en los alimentos se puede agrupar en tres grandes bloques:

  • Información básica, que incluye la denominación del producto (identidad), la composición (ingredientes) y el origen (fabricante) entre otras características.
  • Información de protección y uso seguro, relativa a su duración (ya sea fecha de caducidad o fecha de consumo preferente), condiciones de almacenamiento o conservación y presencia de alérgenos.
  • Información nutricional relativa al valor energético, cantidad de carbohidratos, azúcares, grasas, grasas saturadas, proteínas y sal (u otros nutrientes en función de las características del producto), además de otros datos para consumidores con necesidades dietéticas especiales.
Fuente: El etiquetado cuenta mucho (AESAN)

La información obligatoria de los alimentos que se comercializan envasados incluye:

  • La denominación legal del producto y si esta no existe, debe ofrecer una denominación habitual o, en su defecto, descriptiva para poder saber de qué se trata en todo momento.
  • La lista de ingredientes enumerados de mayor a menor peso lo que incluye todas las sustancias o elementos que se utilizan en la fabricación del alimento y que permanecen en el producto final.
  • Indicación de los alérgenos de forma destacada en la lista de ingredientes con el fin de indicar al consumidor de la presencia de todas las sustancias usadas en la fabricación y presentes en los productos causantes de alergias o intolerancias. Tienes más detalles en este enlace.
  • La cantidad neta de producto en dicho envase expresada en litros, centilitros, mililitros, kilogramos o gramos, según el tipo de producto.
  • La fecha de caducidad o de consumo preferente en tanto el envase no sea abierto y, además, puede incluir información sobre la “segunda caducidad”, es decir, sobre cómo conservar y en cuánto tiempo consumir el alimento una vez que haya sido abierto el envase. Tienes más detalles en este enlace.
  • Las recomendaciones de utilización siempre que esta no sea evidente o sea difícil usar el producto sin estas recomendaciones.
  • Nombre o razón social y dirección del fabricante, para poder localizarlo en caso de necesidad; además del lote que garantiza una trazabilidad. La indicación del país de origen o el lugar de procedencia será obligatoria cuando su omisión pudiera inducir a error al consumidor.
  • La cantidad de alcohol presente si se trata de bebidas con más de 1,2 grados alcohólicos, es decir cuando el porcentaje en volumen de alcohol es igual o superior al 1,2%.
  • La información nutricional relativa al valor energético y cantidad de ciertos nutrientes clave. Tienes más detalles en este enlace.

“El etiquetado cuenta mucho” es una iniciativa de la AESAN para educar sobre toda la información que se incluye en el etiquetado

A su vez, los alimentos que no se comercializan envasados o que se suministran a través de colectividades (restaurantes, comedores escolares, laborales, etcétera) tienen algunas obligaciones distintas de las anteriormente mencionadas, pero nunca se obviará aquella información relativa a la seguridad de los consumidores finales.

Fuente: Junta de Andalucía (adaptada) https://www.consumoresponde.es/art%C3%ADculos/el_etiquetado_general_de_los_alimentos

Saber localizar toda esta información -y poder leerla- es clave

Una encuesta realizada por la OCU en 2023 puso de relieve que menos de la mitad de los españoles lee con atención el etiquetado cuando compran un alimento por primera vez. No sé a vosotros, pero a mí este me parece un dato inaudito, y no creo que sea por mi particular profesión de dietista-nutricionista. Soy consciente de que un servidor dedica más tiempo que la media a estas cuestiones; podría decirse incluso que disecciono la mayor parte de las etiquetas de los alimentos, muy en especial cuando los adquiero por primera vez. Pero de mi extremo, al otro, el de no prestarle la menor atención al tema del etiquetado, me parece que hay muchos grises, que hay muchas formas de demostrar cierta responsabilidad en lo que se adquiere. Si todos los consumidores leyéramos esas etiquetas es posible que, a la postre, no pocas personas se ahorraran muchas sorpresas sobre aquello que han adquirido.

Volviendo a la encuesta de la OCU, entre las razones que expresaron los participantes para justificar la poca atención que se prestaba al etiquetado alimentario destacan, el tamaño de la letra (52% de los encuestados) a pesar de que está regulado un tamaño mínimo, el tiempo que requiere hacerlo (29%), no tener ese hábito (29%), ser difícil de entender (27%) y no encontrar lo que se busca (12%). A pesar, insisto, de que el RE 1169/2011 establece un tamaño mínimo de letra que se supone que debiera ser suficiente para facilitar la legibilidad, me sumo a la opinión de no pocos consumidores cuando manifiestan que la letra es, en ocasiones, pequeña. A mis 54 años de almanaque, me cuesta leer no pocas etiquetas y coincido en que podría ser una cuestión que se debiera revisar (tal y como opinan varias asociaciones de consumidores). No obstante, no termino de estar de acuerdo con el resto de motivos para no leer las etiquetas ya que la práctica, al final, termina por ahorrar ese tiempo que se reclama, entender la información y encontrar aquel dato o datos que se buscan. Recordemos, tal y como empezaba, que el conocimiento, la información, es poder… poder hacer elecciones mejor alineadas con nuestros intereses y necesidades.


Nota bene:  Este contenido ha sido redactado en el marco de un convenio de colaboración con la campaña #Safe2EatEU, impulsada por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y las respectivas autoridades nacionales de seguridad alimentaria de toda Europa, en nuestro caso la AESAN. El objetivo de #Safe2EatEU es capacitar a los consumidores europeos a descubrir más sobre la seguridad alimentaria en Europa y ayudarles en la toma de decisiones fundamentadas sobre qué alimentos comprar, comer y disfrutar cada día de forma segura y saludable.


Agradecimientos: A Francisco Ojuelos, abogado especialista en derecho alimentario y sanitario por atender eficaz, puntual y cariñosamente mis dudas (como siempre).

6 comentarios en “El etiquetado de alimentos: todo lo que necesitas saber

  1. Pues yo con casi 48 años, también empiezo a tener problemas para leerlas. Y entiendo que la reglamentación debe ser tal que haga que se pueda leer, y que quepa todo… y supongo que además, darle algo de margen al uso propiamente comercial de la etiqueta (que te den ganas de comprarlo). Y todo eso, en un bote pequeño de tomate frito, igual no es fácil. Pero es una cuestión de prioridades. El tamaño es pequeño, y le causa dificultades a casi cualquiera que se acerque a los 50 años, y eso, en nuestra sociedad, es mucha gente (diría que la mayoría de los que hacen la compra), de modo que no creo que pueda discutirse mucho que es algo que debe revisarse.

    El resto de puntos en mi opinión están casi todos enlazados. Se ve mal, por lo que me lleva tiempo leerlo mientras entrecierro los ojos a ver si llego, además, no entiendo la mitad de lo que pone, por lo que me cabreo, no encuentro ni la fecha de caducidad, dejo de hacerlo, no tengo por tanto el hábito…

    Y desde luego, y como para tantas cosas, influye MUCHO la incultura científica que desgraciadamente existe en este país. Por supuesto que no pretendo culpar a la gente, es simplemente un hecho constatable. Estoy bastante seguro de que muchísima gente no entiende realmente lo que quiere decir que un producto tenga, por ejemplo, un 30% de “preparado de tomate”, en el que a su vez, el 60% es tomate, y el 35% es aceite. Y así otras cosas, como la mera comprensión de ciertas palabras y demás.

    Y sabemos todos a lo que nos lleva eso. Los que sí lo saben (las empresas), lo van a utilizar en su beneficio. De ahí la utilidad de algún sistema de sellos. Que funcione, claro…

    Gracias por el post!
    Saludos.
    Javi

    1. Muchas gracias por tus comentarios, Javi
      Coincido plenamente con tus reflexiones que argumentas a la perfección. Lo de los sistemas de sellos a los que te refieres (en realidad el FOPL, el denominado etiquetado frontal) es un melón que está ahora mismo y desde hace unos años encima de la mesa de la Comisión de la UE, y que cada vez que se abre genera controversias. Más que nada por ¿”la presión” el la palabra? que ejercen los impulsores del NutriScore, un sistema del que, como ya sabrás, tengo algunas discrepancias.

      Abrazos!

  2. Muchas gracias Juan Revenga
    Últimamente uso vuestra aplicación en todo lo que compro .Sólo leyendo los ingredientes pensaba que acertaba y pasando vuestra aplicación me he llevado muchas sorpresas porque pensaba que el alimento era saludable cuando en realidad no lo era.
    Gracias por vuestra labor

    1. Hola Emilia, gracias por tu confianza

      Como decía Javi más arriba en otro comentario, uno de los problemas no es la falta de información, porque estar, está, si no que muchos consumidores no tienen el conocimiento necesario para interpretarlo. Gracias por usar GoCoCo, pero recuerda, que aun mejor que nadie te diga cuánto de saludable es un alimento, mejor es que tú tengas la formación necesaria para no necesitar de ninguna aplicación que, entre tú y yo, incluso esta, ofrece en ocasiones resultados cuestionables. Es lo que tienen los dichosos algoritmos, que es muy difícil hacerlos “a prueba de fallos”.

      Abrazos!

      1. Soy de los que piensan que mientras haya un algoritmo, habrá maneras de usarlo en tu favor. Podrás llevar a los límites los contenidos de ciertos ingredientes, añadir, quitar… Difícilmente se podrá llegar a hacer un algoritmo tan robusto como para que eso no suceda. Totalmente de acuerdo en que es mucho mejor tener la información interiorizada. Y usar la idea que casi nunca falla: si parece que te quieren confundir para que parezca bueno, o simplemente enfatiza mucho lo bueno que es, muy posiblemente no lo es. Llamadme desconfiado 😉

  3. Justamente esta misma tarde he tenido que ir a una óptica a por unas gafas premontadas de 1 dioptría para poder leer las etiquetas del supermercado… Me lo llegan a decir hace unos años y no me lo habría creído. No entiendo cómo se supone que unos abuelitos van a saber interpretar una etiqueta si incluso personas de edad media con formación en nutrición tenemos dificultades. Tampoco comprendo cómo es posible en un mundo digitalizado como el nuestro que no sea posible utilizar algún sistema como podría ser un código QR o un código de barras para, utilizando el omnipresente móvil que a todas partes nos acompaña, poder acceder el una tipografía de tamaño adecuado podamos leer la información nutricional. Por supuesto, el redactado del listado de ingredientes es de todo menos interpretable para un usuario digamos “estándar”. En fin, es de agradecer que haya campañas que tengan como target al consumidor, pero creo francamente que hay aún MUCHO trabajo por hacer. Gracias por el post, Juan!

    Un saludo,

    Isa

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