Para gustos los colores y las opiniones (de nutrición)

 

No es nada infrecuente qué, ante determinadas circunstancias, sintamos el estímulo casi irrefrenable de expresar nuestra opinión aunque no seamos tan conocedores del tema objeto de debate como sí lo podrían ser otras personas. Es entonces cuando una vocecita surge de nuestro interior para expresar el parecer sobre temas en los que en muchas ocasiones no somos especialistas. Algunas de las materias en las que tradicionalmente esto sucede son ya clásicas: el fútbol y la nutrición. Parece como si dentro de todo el mundo habitaran tanto un entrenador nacional en potencia, como un consumado dietista-nutricionista y, en circunstancias concretas, nos sentimos libres de enunciar nuestro parecer, en ocasiones además con no poca vehemencia. Y opino que no está mal que así sea, somos libres de hacerlo siempre y cuando estas opiniones no se traduzcan en imposiciones o nos lleven al menosprecio, o peor aún, a la agresión verbal de terceros o de los posibles interlocutores. Lo que ya no me parece tan normal es que los no expertos, cuando se les contradice, cuestionen incluso violentamente la opinión de los sí expertos.

Esta -mí- opinión es compartida por algunos entendidos en la materia (y me refiero ahora a las cuestiones relacionadas con la nutrición, alimentación y salud), por ejemplo, por D. Roberto Sabrido, exdirector de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) que en 2011, en el prólogo de “Recomendaciones nutricionales basadas en la evidencia para la prevención y el tratamiento del sobrepeso y la obesidad en adultos” sostniene que: “pocas personas se atreverían a ofrecer recomendaciones sobre cómo puede construirse un cohete espacial; sin embargo, en nutrición ocurre todo lo contrario […]. Este hecho favorece la existencia de multitud de mitos y prejuicios, incluso entre profesionales sanitarios, así como la proliferación de dietas milagro”.

Que las dietas de adelgazamiento son controvertidas todo el mundo lo sabe; los intereses comerciales, la autoafirmación personal de que “la mía es la buena”, el “amimefuncionismo”, etc. son poderosos motores para que se hable de nutrición con el mismo énfasis que podría utilizar un anacrónico dictador. Pero no sólo se opina cuando se tratan las dietas de adelgazamiento. La alimentación, la nutrición y su relación con la salud despierta el debate sea cual sea el tema. Por ejemplo, hay un aspecto del mundo de la nutrición que no sé por qué suscita tanta polémica y tan acaloradas discusiones cuando sale a colación, se trata del vegetarianismo. Veamos, los vegetarianos no hacen mal a nadie por haber optado por ése estilo de vida y llevarlo a la práctica; de hecho no es que no hagan mal a nadie, sino que además, están contrastados los beneficios del vegetarianismo sobre la salud cuando “el plan” está bien estructurado; y digo lo de “bien estructurado” porque también hay claroscuros en algunas dietas vegetarianas cuando son mal entendidas (muchas veces cuando se relacionan con cuestiones más esotéricas o filosóficas que científicas). Por tanto, como digo, me choca la furia con la que en no pocas ocasiones se cuestiona este tipo de opciones personales. Bueno, me choca a medias, ya que también suele ser habitual que dicha furia sea directamente proporcional a lo absurdo de los argumentos utilizados (más se grita, agrede y menosprecia verbalmente, a medida que los “razonamientos” ganan en irracionalidad).

Al final va ser cierto eso de que las opiniones (de nutrición) son como el ano (o sea, el culo), que todo el mundo tiene uno. Pero en el caso de las opiniones, y a diferencia de los culos, esta variopinta diversidad es problemática, sobre todo cuando no coinciden. Genera graves casos de “infoxicación” o intoxicación de la información.

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Foto 1: theogeo

Foto 2: Mike Babcock

Foto 3: GasBombGirl