Si es así, de entrada puede haber dos alternativas, que estés en lo cierto, o que no. Es decir, que efectivamente tu malestar (que ese sí que es cierto, tú mejor que nadie lo sabe) esté ocasionado por algún elemento de tu dieta, o que no y que se deba a otros elementos sobre los cuales no has reparado todavía. Cabe también la posibilidad de que tus molestias tengan un origen psicosomático (algo así como que te imaginas que hay algo que te ocasiona el malestar y, aunque no lo haya, el malestar lo sientas igual).
En cualquier caso lo primero que te recomendaría es que te pusieras en manos de un buen profesional de la salud, sensato, que sepa analizar tus circunstancias y darte una respuesta racional.
Por si las cosas se van perfilando hacia un origen alimentario, tal y como sospechas, creo que no estaría de más que echaras un vistazo a las distintas posibilidades diagnósticas que se abren ante ti.
Bajo el término “intolerancia alimentaria” se engloba un amplio abanico de alteraciones relacionadas con los alimentos con independencia de su origen. de forma breve, en la denominación genérica de intolerancia alimentaria se reúnen todas aquellas reacciones adversas a un alimento o a un aditivo (alimentario) en cuyo desarrollo no existe, o bien no se ha demostrado la presencia de un mecanismo de base inmunológico.
A su vez, estas intolerancias alimentarias se pueden dividir, en esencia, en dos grandes grupos:
- Intolerancias alimentarias de origen funcional, generalmente causadas por un desorden enzimático o metabólico aislado. El ejemplo, el más frecuente sería el de la intolerancia a la lactosa, aunque hoy otras muchas intolerancias de este tipo: a la fructosa, al sorbitol, a la trealosa, a la sacarosa, a la galactosa… como ves muchas de ellas relacionadas con intolerancias a determinadas moléculas de origen hidrocarbonado, aunque no son las únicas (por ejemplo: fenilcetonuria, la homocistinuria o la leucinosis) e;
- Intolerancias alimentarias farmacológicas, causadas por sustancias químicas presentes de forma natural o añadidas en los alimentos. Habitualmente este tipo de intolerancias son dosis-dependientes y pueden necesitar de la presencia de distintos cofactores por lo que no siempre aparecen con cada exposición al alimento en cuestión. Los componentes más frecuentemente involucrados en estas intolerancias son: las aminas vasoactivas (histamina, tiramina, noradrenalina, feniletilamina, triptamina, serotonina y dopamina); las metilxantinas presentes en el té, café, cacao y hierba mate (para que nos entendamos, a la caféina, aunque cuando está presente en otros alimentos distintos del café reciba otro nombre, pese a ser la misma sustancia); la capasaicina y el alcohol.
Llegados a este punto es de crucial importancia que se sepa distinguir claramente las posibles intolerancias alimentarias de otros trastornos conocidos como “reacciones de alergia alimentaria”. En este último caso la patogenia del proceso está mediada por mecanismos inmunológicos. Por último dentro de esta genérica clasificación hay que distinguir también las reacciones tóxicas a los alimentos debidas a la acción de toxinas de origen bacteriano, vegetal o fúngico. Para que puedas hacer un resumen visual de todas las posibles reacciones adversas a los alimentos tienes este esquema con la nomenclatura propuesta por la academia europea de alergia e inmunología clínica.
Clasificación de las reacciones adversas a los alimentos según la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica
El diagnóstico de las posibles reacciones adversas a los alimentos
dejando a parte las reacciones tóxicas (las de la izquierda en el esquema) veamos de qué herramientas dispone hoy la ciencia médica para diagnosticar el resto de posibles reacciones adversas. Que sean estas que ahora voy a relatar y que no incluya otras quiere decir que si en algún momento te proponen la realización de cualquier otra que no encaje en estos patrones, lo más probable es que te estén planteando un sistema ineficaz o inseguro (o las dos cosas) y, por tanto, se esté abusando de tu credulidad mientras se juega con tu salud (y tu dinero).
- Si se sospecha de una alergia las pruebas de diagnóstico validadas para el estudio de las reacciones alérgicas a los alimentos son las pruebas cutáneas, pruebas de determinación de IgE específica y pruebas de exposición.
- Por su parte en el caso de una sospecha de intolerancia alimentaria las pruebas diagnósticas con evidencia clínica son técnicas por imagen, incluyendo la endoscopia, pruebas histológicas, más frecuentemente del epitelio intestinal, evaluación de heces y/o del aire expirado (para la determinar la presencia de hidrógeno, fruto de un componente no digerido y degradado por la flora bacteriana).
Hay que tener claro que, en el caso concreto de las intolerancias no existe una única prueba que determine la supuesta tolerancia o intolerancia de una persona a múltiples alimentos o componentes de los alimentos. Ni a través de la bioresonancia ni a través de un análisis de sangre por muy conocida que sea la empresa, renombrado el “profesional” o famoso el centro que promueva este tipo de pruebas diagnósticas.
Habiendo dedicado ya dos entradas el tema de la bioresonancia (esta de aquí y esta otra) creo que en breve fecha será el momento de abordar la cuestión de aquellos supuestos análisis de intolerancias que se realizan en base a pruebas de citotoxicidad. por el momento, ya adelanto, que tienen una escasa, por no decir nula, evidencia clínica.
Continuará.
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Fuentes consultadas: European academy of allergology and clinical immunology; Los tests de sensibilidad alimentaria no son una herramienta útil para el diagnóstico o el tratamiento de la obesidad u otras enfermedades: declaración de postura del grupo de revisión, estudio y posicionamiento de la asociación española de dietistas-nutricionistas (grep-aedn)