“Grasas vegetales” como ingrediente… tenéis los días contados (¡por fin!)

No me digas que no estás harto de la indefensión que te genera el leer en una lista de ingredientes eso de “grasas o aceites vegetales” sin mayores explicaciones… ¿Grasas vegetales… de qué? ¿es que acaso el fabricante no sabe que tipo de grasas en concreto ha empleado para su producto? Claro que lo sabe; lo que ocurre es que no quiere decírtelas. Bendita industria. Alimentos típicos en los que esto sucede bastante a menudo son los snacks dulces y salados, la bollería, la galletería, los platos preparados… y demás alimentos gloriosos cuya mayor parte los puedes encontrar en la cúspide de la pirámide alimentaria (y encima, no te lo pierdas, ir de guays con esa ubicación)

El caso es que te guste o no esta terminología es en la actualidad legal. Por tanto, veamos las posibles razones para que un fabricante recurra a este subterfugio (de momento). Son típicamente dos:

 Que sepa que aquello que está poniendo dentro del alimento no es una opción especialmente saludable, y que sepa además que la percepción que se tiene de ese ingrediente por parte del “consumidor medio” no es especialmente buena. Es decir, el fabricante sabe que es algo poco saludable frente a otras opciones (normalmente más caras) y también sabe que tú lo sabesEn ese caso oculta esa información y cubre el trámite de mencionarlo con una definición genérica del ingrediente en cuestión: grasas o aceites vegetales. Este es el típico ejemplo de todos aquellos productos que supuestamente incorporarían aceites y grasas con un perfil lipídico menos saludable: ácidos grasos saturados (lo típico de aceite de coco y palma) o ácidos grasos trans procedentes de la hidrogenación de los aceites vegetales. Como tienen mala prensa y no quiere retratarse, pues va y te engaña. Sí, te engaña, por que en este caso la ocultación de información se hace con todo conocimiento y sabiendo que lo que incluye el alimento es a priori peor que el uso de otras opciones (que no usa porque, supongo, le salen más caras)

2ª Que el aceite que está colocando en su producto sea aceite de colza. Seamos sensatos: el aceite de colza es un aceite perfectamente válido para su consumo y que tiene unas interesantes propiedades nutricionales (que no de palatabilidad). Es el aceite vegetal con más ácidos grasos poliinsaturados en su composición, con más omega tres y más vitamina E de entre los aceites de uso común. De uso común allende nuestras fronteras, porque en España sigue siendo imposible encontrar ni una sola botella de aceite de colza en los lineales de nuestros supermercados, pero sin embargo es un aceite que se adquiere con absoluta normalidad en otros países europeos. Antes de que te lances a la yugular, te ruego no malinterpretes mi mensaje. No digo que el aceite de colza sea mejor que el de oliva; que el de girasol o que el de pepitilla… de uva; lo que digo es que desde el punto de vista de la salud, su consumo no solo no tiene por qué reportar mayores perjuicios sino que además tiene interesantes propiedades nutricionales. Unas propiedades al parecer imposibles de orear en nuestro entorno a causa de los desafortunados acontecimientos relacionados con el “síndrome del aceite tóxico” de los años 80 y sus luctuosas secuelas; y por supuesto, me imagino, por la presión que en la actualidad hacen los productores de aceite de oliva en el sector, que parece que tiene a todos cogidos por las pelotas (y si no mira a ver qué sentido tiene la ley anti-aceiteras para la hostelería de aplicación solo para un producto: el aceite de oliva)

Sea como fuere, el caso es que al parecer la industria alimentaria considera que la población sigue demasiado afectada por aquel “síndrome del aceite tóxico” y no se la juega ante la posibilidad de contar que lo ha puesto en su alimento, no sea que no lo compres… en fin.

Así pues, hay dos posibles hechos cuando nos enfrentamos ante una etiqueta que luce entre sus ingredientes “aceites o grasas vegetales”

1º El aceite que han puesto NO es de oliva ni de girasol… y la razón es clara, si los llevaran el fabricante no tendría mayor inconveniente en contártelo y con ello ponerse una medalla.

 Lo que han puesto es, o aceite de coco o palma; o grasas hidrogenadas con una alta proporción de ácidos grasos trans; o aceite de colza… o, lo más probable, una mezcla de todos ellos. He de recalcar que si el “aceite o grasa vegetal” fuera colza no habría mayor problema cara a la salud… si los consumidores supiéramos lo que se supone que se tiene que saber de este aceite y que sabe cualquier ciudadano de la UE. Menos los españoles, claro.

El ocultar se va a acabar

Pero este tipo de prácticas tiene sus días contados, afortunadamente. Y va a ser gracias a la entrada en funcionamiento el próximo 13 de diciembre del Reglamento Europeo 1169/2011 Sobre la información alimentaria facilitada al consumidor. Tal y como os comenté en esta entrada, este Reglamento viene con muchas sorpresitas tanto para el sector de la hostelería como para el de la industria alimentaria. En concreto en lo que se refiere a la declaración de ingredientes este texto de su anexo VII lo deja muy claro:

Los aceites refinados de origen vegetal [si bien] podrán agruparse en la lista de ingredientes con la designación “aceites vegetales”, [deberán ir] seguida inmediatamente de una lista de indicaciones del origen específico vegetal, y podrán ir seguidos de la indicación “en proporción variable”. Si se agrupan, los aceites vegetales se incluirán en la lista de ingredientes, de conformidad con el artículo 18, apartado 1, en función del peso total de los aceites vegetales presentes.

Que ganas tengo de que esta práctica de ocultar información, más fea que pegar a un padre,  llegue a su fin. En cualquier caso determinadas empresas de la industria ya están maniobrando para ver como puede seguir metiéndosela doblada al consumidor, cumpliendo la normativa, eso sí, pero aportándole una información… digamos que poco útil para sus intereses: a mis oídos (y a mis ojos) ha llegado la información que una importante multinacional del sector está haciendo “sus pruebas” con aquellos productos suyos que llevan aceite de colza (como si fuera malo), así está trabajando en dos líneas. Por un lado la de tratar de sustituir ese aceite con otro y, por el otro lado la de poner en algunas de las lista de ingredientes “aceite de nabina”… una terminología para referirse al aceite de colza que aquí en España no distingue casi nadie. Otra vez la fea estrategia de jugar al escondite con el consumidor.

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imagen: whitebox vía wikimedia commons