Para hablar con propiedad de nutrición necesitamos inventar nuevas palabras (y usar otras viejas)

La gente ansía respuestas concretas, precisas e incluso lacónicas como resultado de sus múltiples preguntas sobre nutrición. Lo cual supone todo un problema. Veámoslo con un ejemplo: cuando alguien pregunta si los productos ultraprocesados son considerados alimento… a estas personas no se le puede responder con un “sí”, un “no” o un “depende”; digas lo que digas te van a buscar las cosquillas… ¡y ojo! te las encontrarán.

El “no” no vale porque si hablas con alguien afín a la industria de lo ultraprocesado te dirá que su basurilla encaja perfectamente, como anillo al dedo, con la definición de “alimento”. El “sí” tampoco vale porque valiente castaña de alimentación tendría uno si abrazara con las manos llenas esa clase de productos. Y el “depende” tampoco sirve porque como digo nuestro interlocutor suele demandar respuestas totalizadoras, ultraprecisas, y lo que sabe que viene después del “depende” no le suele molar nada, es decir, una amplia explicación difícil de seguir para la que hoy en día no se suele tener tiempo ni ganas.

Este joven preguntó y recibió una respuesta con una única frase copulativa
Actitud de un joven que preguntó si los torreznos tienen más calorías que los mantecados y recibió la respuesta con una única frase copulativa

Así pues, creo estar convencido de la necesidad de que nuestra Real Academia Española de la Lengua adopte en su Diccionario expresiones como “Nso”. Veamos cómo funciona:

¿Son los productos ultraprocesados considerados alimentos?

Dices “Nso”; y te quedas tan ancho.

Pero hay más ejemplos en los que podemos usar esta nueva partícula, veamos:

¿Hay que contar calorías si queremos mantener un adecuado estatus ponderal?

“Nso”; y tan a gusto.

Al mismo tiempo también es cierto es que podríamos buscar otras variantes a esta expresión. Por ejemplo ante preguntas del tipo ¿aporta hierro el bollycao enriquecido en hierro? Se puede contestar “Sni” que tendría a todos los efectos en esta clase de preguntas una validez muy similar, por no decir idéntica, al ya comentado “Nso”.

"Nso" y "Sni" son también útiles a la hora de no tener que llegar a las manos
“Nso” y “Sni” son también útiles a la hora de no tener que llegar a las manos

Lo que voy a contar ahora, puede parecer una broma o que me lo haya inventado. Pero no es ni una cosa ni otra. Mientras escribo estas líneas he recibido el correo de una periodista que me ha pedido colaborar en un artículo que está escribiendo sobre el azúcar en los yogures. En respuesta a una de sus preguntas un servidor ha empezado ya a usar esta clase de recursos y le he dicho que “Sni”. Me imagino que querréis conocer la pregunta. Pues bien, esta ha sido la primera, y literalmente hablando, sin añadir ni quitar una coma era… ¿cree que es peligroso tomar yogures? Pues eso, que “Sni” y llegado el caso pues “Nso”. Ya me diréis ahora si esta mi propuesta es válida o no. Creo que está sobradamente justificada y que tristemente le daríamos bastante juego. He decidido que al menos yo las voy a usar en plan metralleta cuando proceda.

Palabras viejas pero muy útiles

Pero no todo a la hora de responder lacónicamente cuestiones de nutrición ha de pasar por la invención de nuevos términos. Otra solución a la hora de explicar preguntas y cuestiones diversas en este campo podría pasar por el uso de palabras o términos que reconocidos en nuestro Diccionario generalmente son desconocidos por una buena parte de la población. Y creo que sería bueno empezarles a dar más uso. Esto sí que sería un win-win que se dice ahora en toda regla, al mismo tiempo que respondemos cuestiones de nutrición, la población también amplía sus recursos de gramática.

Un ejemplo podría ser el uso cotidiano del término “añagaza” (dícese del artificio para atraer con engaño). De este modo cuando alguien nos pregunte sobre la necesidad de tomar leche para cubrir nuestras necesidades de calcio le podremos decir que “nso” y que esa es una añagaza de la industria (láctea) para promocionar sus productos. Quizá se sorprenda alguien al saber que los usos de “añagaza” son casi infinitos en nutrición al considerar la publicidad de ciertos productos. Por ejemplo, hablar de los beneficios de la hidratación en el consumo de refrescos es una añagaza como una catedral. Lo mismo sucede al hablar de la riqueza de proteínas referida en el uso de las salchichas de Frankfurt (añagaza); de la salud cardiovascular y el consumo de vino (añagaza); de la “tradición” en el contexto del uso del pan en nuestra dieta (añagaza); o de la energía que necesita el cerebro para poner al azúcar en un pedestal (añagaza).

Aludir al contenido de proteínas y fósforo en unas salchichas de Frankfurt es una añagaza para embucharte con ellas
Aludir al contenido de proteínas y fósforo en unas salchichas de Frankfurt es una añagaza para embucharte con ellas

Cuento con dos ejemplos más para demostrar la utilidad de empezar a usar palabras en desuso por el bien de la nutrición. Uno de ellos es “valladar” (dícese del obstáculo de cualquier clase para impedir que sea invadido o allanado algo). Así si alguien nos pide opinión sobre “mi primera galleta Hero” (un producto ultraprocesado destinado a ser introducido en los primeros meses de vida de un bebé) le podemos decir que su existencia es un auténtico valladar para nuestros intereses en materia de salud. Algo similar a lo que ocurre con “mi primer danone” o “mi primer colacao”. Se podría decir por tanto que estos productos constituyen un importante valladar, óbice o cortapisa para los intereses de nuestro bebé. Términos que a todos los efectos son lo mismo, una jodienda, pero dicho en plan finolis.

La última de las palabras que me gustaría aportar es “eutrapelia” (dícese de la virtud que modera el exceso de las diversiones o entretenimientos). Creo que hace poca falta explicar la forma de aplicarla toda vez que asumamos que el acto alimentario, además de servir para cubrir ciertas necesidades fisiológicas, también implica un importante disfrute en el momento que se practica (y según se practique). Para ello baste considerar la esencia de uno de los pecados capitales, la gula, en el que el exceso forma parte de la definición. De esta forma, para responder a esas preguntas tan puñeteras como habituales relativas a ¿cómo hemos de comer para hacerlo saludablemente? (recordemos que lo último que espera nuestro interlocutor es una respuesta demasiado extensa) le podemos responder que nuestra alimentación ha de ser mucho más eutrapélica que lo que habitualmente suele ser. Y que arree. Que busque en el diccionario. Y que aprenda.

En fin, no creo que mis propuestas tengan demasiado éxito, pero ahí queda dicho mi planteamiento. Por si cuela.

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5 comentarios en “Para hablar con propiedad de nutrición necesitamos inventar nuevas palabras (y usar otras viejas)

  1. Hola Juan!! Me has alegrado la mañana con tu artículo. Ja,ja,ja.
    Soy nutricionista también y la verdad es q me cuesta tomarme con tanto humor las “añagazas” y las recomendaciones que lees por ahí de actores, entrenadores y otras personas que no han estudiado nutrición.
    Sigue con tus perlas y nuevos palabros a ver si así sacamos algo en claro. Gracias !!!

  2. Buenas Viejoven,
    Pues me alegro en el alma, compañero. Millones de gracias por pasarte por aquí a comentar.
    A seguir remando!

  3. Voy a dar uso a estos términos a partir de ya. Me ha parecido muy divertida la entrada. Saludos.

  4. Juan, sugiero otro termino que últimamente uso mucho, contraponiendolo con uno que nos llega de fuera (fake) y que es *filfa* que recoge el DRAE y que significa “mentira, engaño”. Le dices a alguien que lo de que el cerebro necesita que consumamos azúcar para funcionar es una filfa y una añagaza…y lo dejas flipao 😉

    Muchas gracias por enseñanos tanto, tan bien y con sentido del humor.

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