Carta abierta a los ministros de sanidad y consumo: retiren el Código PAOS

En España “disfrutamos” de un sistema que se ha revelado peor que inútil para proteger a la población infantil de la publicidad de alimentos insanos: el Código PAOS que, además, pretende “reforzarse” tras 15 años de manifiesto fracaso

 

El ministro de Consumo, Alberto Garzón, anunció recientemente que el Código PAOS se va a reforzar en profundidad. Se trata de un sistema de autorregulación por parte de las empresas que a su manera -la autorregulación- pretende controlar la publicidad de alimentos destinadas a la población más indefensa, sensible y desprotegida cuando se habla de estrategias de márquetin y publicidad: aquella que se dirige a los menores.

Los efectos del Código PAOS son palpables (recreación)

Las cifras relativas a la obesidad infantil apenas han cambiado en los últimos 15 años. Recordemos que 15 es esa cantidad de años que nuestra administración de consumo y sanitaria lleva desarrollando la estrategia NAOS para la prevención de la obesidad infantil, y el mencionado código PAOS. Sin ir más lejos, los últimos datos del estudio ALADINO revelan que el 40,6% de los niños y niñas de 6 a 9 años de nuestro país padecen exceso de peso: el 23,3%, sobrepeso; el 17,3%, obesidad y el 4,2%, obesidad grave. Y esto son datos, no una opinión.

Tampoco es una opinión el poner de relieve algunos de las cifras que han encontrado algunos estudios al respecto de la eficacia del Código PAOS:

  • Casi nueve de cada diez comunicaciones comerciales (o tres de cada cuatro, dependiendo de los canales) de alimentos y bebidas dirigidas a niños, incumplen alguna norma del PAOS, y un tercio de las mismas incumplen tres en una sola tacada (fuente 1 y fuente 2)
  • A pesar de las cuantiosas infracciones, el número de sanciones impuestas por estos incumplimientos es especialmente bajo (fuente)

El problema -que no se pretende atajar sino retroalimentar- es en resumen el siguiente: las normas del PAOS se infringen de forma cotidiana y no hay sanciones porque quien tendría que velar por su cumplimiento e imponer las respectivas sanciones, son los mismos que cometen dichas infracciones. Por eso la solución no debería pasar nunca por poner “la zorra al cuidado de las gallinas”, por mucho que a “la zorra” le parezca una medida estupenda.

Más del 40% de las notas A o B del Nutri-score se corresponde a productos ultraprocesados

Además, entre las peores estrategias que se pudieran interponerpara estos fines, figura el poner en valor al Nutri-score, como se propone, para que fuese esta la herramienta que serviría como “punto de corte” con la que decidir qué se puede y qué no publicitar para los menores. Más allá de las contadas limitaciones y debilidades del Nutri-score, resulta que más del 40% de los productos contabilizados en este estudio que contaban con notas de Nutri-score A o B, eran al mismo tiempo ultraprocesados. Y por lo tanto, de aplicarse este criterio, susceptibles de publicitarse sin ninguna limitación hacia los menores.

Hay una solución encima de la mesa y requiere de tu compromiso  

Así las cosas la Alianza por la Alimentación Saludable junto a la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), ha enviado una carta al ministro de Consumo, Alberto Garzón, y al ministro de Sanidad, Salvador Illa, para pedir la protección de la población infantil frente a la publicidad de alimentos y bebidas insanos con una norma con rango de ley.

Según destaca la Alianza en su carta, el derecho a la protección de la salud de la población infantil ha de prevalecer sobre los intereses de algunas industrias alimentarias y de la publicidad, porque el interés superior de los niños y niñas ha de ser el principio inspirador de las actuaciones públicas.  El sistema Nutri-Score, planteado con otros objetivos y con limitaciones no resueltas en su método de clasificación, no resulta apropiado para regular la publicidad dirigida al público infantil. Con el sistema Nutri-Score, muchos productos ultraprocesados con perfiles nutricionales insanos, como refrescos edulcorados o diversos lácteos con azúcares añadidos, obtienen una alta valoración (A o B); mientras que productos tan saludables como el aceite de oliva o las conservas de pescado en aceite son clasificados con C o D.

Por estas razones, se solicita que aquellas personas que estén de acuerdo con este planteamiento y crean que hay otra forma (mejor) de hacer las cosas, que firmen la carta.

TE INVITO A QUE, COMO YO HE HECHO, FIRMES LA CARTA EN ESTE ENLACE


 

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