NutriScore: estos son mis principios, y si no le gustan tengo otros

El caso del aceite de oliva y el NutriScore es el mejor ejemplo de cómo, en ocasiones, “cierta ciencia” es capaz de plegarse a los intereses políticos y económicos

En poco más de dos años el conocido como NutriScore, y el gobierno de España que le acoge, han pegado tres importantes volantazos al respecto del tratamiento que esta herramienta nutricional hace de los aceites de oliva gracias a su algoritmo. Si no sabes conjugar el verbo NutriScore (no te culpo, no se puede estar a la última) te sugiero que antes de continuar leyendo te metas entre pecho y espalda: “Todo lo que necesitas saber del Nutri-Score y nadie te contaba” (te adelanto que es largo, pero muy sabroso).

Con ustedes el Ministerio de Sanidad

Primer volantazo: El NutriScore no se aplicará a alimentos de un solo ingrediente

  • En noviembre de 2018 la entonces ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, Dña. María Luisa Carcedo, anunciaba la próxima implantación en España del NutriScore. No tardó en correr la sangre… y no me extraña al contrastar las muchas chirriantes notas que ofrecía este algoritmo en apariencia superdotado: cereales ultraprocesados o refrescos edulcorados con notas B o incluso A; y aceites de oliva, conservas de pescado y demás con notas D e incluso E. El mundo al revés.
  • A la vista del varapalo que recibía el aceite de oliva en virtud de su nota NutriScore -una “D”, la segunda peor nota de 5 posibles- el ministerio de Sanidad se apresuró a aplicar una excepcionalidad al respecto del aceite de oliva y manifestó en la cuenta oficial de sus redes sociales que este producto no llevaría clasificación NutriScore. En aquel momento, el argumento que se puso encima de la mesa era que el NutriScore no se aplicaría a productos con un solo ingrediente (lo que se contrastó, visitando cualquier supermercado, que era más falso que una cita a ciegas el 30 de febrero). Por cierto, esta nota “D” de 2018 la recibían también todos los aceites vegetales. Todos, menos el de coco y el de palma, calificados con una E. Lo cuál, además, era una afrenta hacia sector olivarero (y no me extraña). Y así fue durante 2019 y parte de 2020.
Es el turno del Ministerio de Consumo

Segundo volantazo: busco en la normativa algo que me pueda servir y si cuela, cuela

  • Aquella exención, además de no aplicarse jamás (o mejor dicho, precisamente por ello) no basto para aplacar al sector olivarero. Fruto de sus reclamaciones, el ejecutivo encargó a la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, AESAN (dependiente de los ministerios de Consumo y Sanidad) una reconsideración particular y excepcional del algoritmo de NutriScore a fin de que los aceites de oliva pudieran lucir una mejor nota. Así en junio de 2020 el órgano de comunicación científica de la AESAN, su revista, en concreto en el nº 31 (enlace) publicó un artículo por el que en base a su especial composición en ácido oleico (una grasa monoinsaturada) todos los aceites de oliva debían recibir una mejor nota. Y esta fue la “C”.
  • Además, sin que mediara explicación de ningún tipo, los aceites de colza y de nuez también pasaron a recibir la misma nota (“C”), a diferencia de otros aceites que seguían en la “D”. Nótese que la explicación de valorar de forma más positiva al aceite de oliva por su contenido en ácido oleico no servía para explicar la escalada de posiciones del aceite de colza o el de nuez sobre los que nada se argumentó. Sin embargo, otros aceites con tanta o más proporción de ácido oleico en su composición (piedra angular sobre la que se hizo descansar la excepcionalidad de los aceites de oliva) como el aceite de orujo de oliva o el de girasol alto oleico, fueron excluidos de este ascenso a la “C”. A pesar, insisto, de que el criterio para elevar a los aceites de oliva era bien claro: “en base a su composición en ácido oleico” (sic). De esta forma el aceite de oliva pasó a tener un 5. Un aprobado ramplón, para que nos entendamos.

“Cierta ciencia” es precisamente lo contrario de “a ciencia cierta”

I’m the best y hago lo que quiero

Tercer volantazo: ¡Órdago!

  • Parece que, durante unos meses -los de verano y en plena pandemia- lo anterior bastó para acallar temporalmente a la interprofesional del olivar. Pero esto no duró mucho y en poco tiempo se volvió a presionar para “mover la portería”. Y se hizo en base a tres argumentos: el primero, el de siempre, que su producto era mejor, y que era la base de la dieta mediterránea y blablablás típicos (el argumento económico, pero debidamente vestido). Sin embargo, lo que es posible que molestara más al ejecutivo fue el contrastar que desde el sector se pertrechaban con otros argumentos, más allá de sus legítimos intereses: la cuestión de blanquear ultraprocesados, y las cuestiones de sostenibilidad medioambiental, ausentes totalmente en el algoritmo. Y claro, tanta queja y reclamación, y de un sector tan potente podía hacer mucha pupa. Lo mejor era zanjar de una vez por todas el problema. Y se tomó la decisión de excluir a todos los aceites de oliva de llevar NutriScore… y rezar porque el sector dejara de poner las peras al cuarto.
  • Así, el 8 de febrero de 2021, apenas ocho meses después de justificar “científicamente” la C del aceite de oliva en el Nutri-Score, se cambió de criterio.

No me chilles que no te veo

Mientras todos estos bandazos, los autores y promotores del Nutri-Score se aferraban con uñas y dientes a dar una explicación “científica” de cómo se debía interpretar esta nota en cada momento (enlace, enlace). Llegando a sugerir que el sector del aceite de oliva se podía dar con un canto en los dientes al tener a este producto (en todas sus versiones: refinado, virgen y virgen extra) valorado con una “C”. Vamos, que como tienes un 5, y esta es la mejor nota de tu grupo, que para qué demonios aspiras a más.

Hay que tenerlos bien puestos para decir cosas así

Los volantazos que están por venir

El politiqueo científico-marquetiniano no ha acabado. Antes de que nos endiñen el Nutri-Score de forma oficial (ya sea voluntariamente en España en 2021 u obligatoriamente en la UE en 2022) va a haber mucho meneo.

Si yo tuviera que apostar -y ojalá me equivoque- lo haría sobre el NutriScore como ganador. Mi apuesta la justifico en base al respaldo que tiene detrás, o al menos quienes ya le han apoyado desde el mundo empresarial. Hay muy pocas cosas que a día de hoy el dinero no pueda comprar. ¡Ah! También hay otro detalle “sin importancia”, la declaración textual del Ministro de Consumo, Sr. Garzón: “sabiendo que es necesario aprobar el Nutriscore…” que cada cual complete la frase. Es decir, es necesario. El sabrá qué es lo que hace que esa aprobación sea necesaria.

Entre las dudas y a buen seguro nuevas batallas que veremos en poco tiempo figuran…

  • ¿Qué pensarán de esta excepcionalidad sobre el aceite de oliva en otros países en los que el sector olivarero no pinta nada de nada? ¿Se conformarán sentaditos y calladitos los productores de aceite de colza, de nuez… o más allá de estos, los del aceite de girasol alto oleico, los del aceite de soja?
  • ¿Seguirá el sector luchando por distinguir el valor nutricional de las versiones vírgenes frente al aceite de oliva refinado (como verdaderamente debiera si se creyera sus anteriores argumentos)? Lo digo porque se ha visto a verdaderas personalidades y conocedores del mundo de la oliva poniendo en alza las virtudes de las versiones vírgenes, pero no así o no tanto las del aceite de oliva refinado. El caso es que, con esta decisión (y por estos motivos) el consumo de aceites de oliva vírgenes y refinados no ofrece diferencias en el pronóstico de salud (o, con esta decisión, difícilmente se van a poder transmitir las diferencias al consumidor).
  • ¿Seguirá el sector olivarero con la defensa de lo que cree que es justo sobre el NutriScore? ¿lo seguirá señalando como una herramienta blanqueadora de ultraprocesados, o una vez cubiertas sus demandas sectoriales se dará por contento y callará?
  • El sector del aceite de oliva ha demostrado que la puerta para establecer excepciones está abierta. Ha quedado probado que si un sector tiene suficiente músculo, puede lograr del ejecutivo medidas excepcionales. El mundo del cerdo ibérico ya ha movido ficha (sinceramente, creo que mal asesorado). Desconozco cuál es el porcentaje con el que contribuye esta industria al mantenimiento del PIB nacional, si es mayor o menor que el del sector olivarero… pero, aunque hacen falta más cosas (los argumentos científicos), el músculo es, a fin de cuentas, decisivo en estas cuestiones.
  • Lo de la supuesta oposición de la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB) a la implantación del NutriScore, a mí no me encaja. Su argumentario no hay por dónde cogerlo: ni una sola crítica desde la ciencia; todo son frases de oposición que hay que releer tres veces para darte cuenta que, en realidad, no quieren decir nada, solo marear la perdiz. Creo que, ahora, desempeñan el papel de (aparente) víctima propiciatoria. Teatro, puro teatro.

No es ciencia, es política (y márquetin): la reflexión

Una de las cosas mejor dichas que he oído decir sobre el NutriScore ha venido de D. Francisco Pérez Jiménez catedrático emérito de Medicina de la Universidad de Córdoba: NutriScore ha nacido obsoleto. Es cierto que en otro tiempo y bajo otro paradigma pudiera haber tenido su punto, pero en las actuales circunstancias la implantación de NutriScore es peor que no tener nada. Ya lo dije yo también, NutriScore es “nutrientecentrista” y “caloricentrista” dos perspectivas trasnochadas cuando se hace Salud Pública en el S XXI, pero que al mismo tiempo siguen siendo muy convenientes a esa Industria alimentaria más… industrial.

Hay algo que no puede escaparse de esta reflexión final. Los autores del NutriScore aluden con frecuencia al elevado pedigrí y académicos orígenes de la herramienta. Gozan y refrotan sus más de 40 artículos publicados en la literatura científica que sirven para dar lustre al NutriScore. Son, en mi opinión, un poco ombliguistas e incurren sin darse cuenta, creo, en eso que se conoce como el criterio de autoridad (o “porque lo digo yo y punto”). Me parece contradictorio que a la luz de sus curricula y con toda su excelencia académica incurran en ciertas respuestas.

Pero, más allá de su actitud y dejando a un lado mis prejuicios, sesgos y filias (que al parecer solo los debo tener yo, los prístinos académicos carecen de estas cosas tan mundanas) va a ser difícil de explicar a la opinión pública que el algoritmo del NutriScore no pudiera identificar, ni tan siquiera trucándolo, al aceite de oliva virgen como un alimento saludable, y se ha tenido que indultar “a mano” junto con el aceite de oliva refinado, lo que no parece muy coherente.

Cada vez con más argumentos el NutriScore se nos muestra como una herramienta susceptible de ser trucada; incapaz de señalar indefectiblemente los alimentos de peor perfil nutricional; disfrazando muchos de estos productos con notas claramente positivas (el peor defecto que se puede poseer); y nuevamente incapaz de atribuir una nota positiva a ciertos alimentos perfectamente saludables.


4 comentarios en “NutriScore: estos son mis principios, y si no le gustan tengo otros

  1. Pues parece claro entonces que ha venido para quedarse, sembrar discordia y generar desconfianza entre la población. Un sistema que supuestamente venía a ayudarnos en nuestras elecciones, pero que resulta ser una herramienta complicada de usar y que es necesario saber interpretar. Con excepciones, que es lo mejor para generar problemas. Así las cosas, el caldo de cultivo perfecto para que la industria aproveche hasta el último recoveco del algoritmo y veamos pronto todos los ultraprocesados con una A bien gorda y bien verde.
    Lástima de oportunidad perdida…

  2. ¿Puede el autor del artículo explicar brevemente las diferencias nutricionales entre el Aceite de Oliva Virgen Extra y el Aceite de Oliva Refinado?
    Muy amable. Gracias.

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